Reservado Hernán Larraín
La "dieta" parlamentaria Viernes 30 de julio de 2004
Al recorrer Alonso de Córdova, desde Américo
Vespucio hacia Vitacura, no es difícil darse cuenta
que los restaurantes están en minoría. Lo que
prima en este sector de la comuna de Las Condes son las tiendas
de ropa y decoración.
Pero la sabiduría popular tiene una buena respuesta
para este caso: "De lo bueno, poco". Una enseñanza
bien aprendida por los restaurantes de este sector, que han
suplido la desventaja numérica con calidad.
El mejor ejemplo de esto es el "Europeo". Un restaurante
que ha heredado la experiencia culinaria que su dueño,
Carlos Meyer, ha acumulado durante los largos años
que lleva en el negocio, primero con un restaurante en la
zona de Entrelagos y luego con su primer negocio en la capital,
el "Suizo".
Uno de los afortunados que ha seguido el desarrollo gastronómico
de Meyer, desde que llegó a la Región Metropolitana,
es el senador Hernán Larraín, presidente de
la Cámara Alta.
Con la misma energía
que ha mostrado para debatir sus ideas en el Congreso, desde 1993
cuando fue elegido senador por la VII región, o defender a
la UDI, su partido, en los últimos meses; el parlamentario
no tarda en demostrar que no sólo domina los temas políticos.
Sus conocimientos sobre cocina empiezan a surgir espontáneamente:
"La carne de ciervo es rica, pero muy fuerte", "la
avestruz es un poco grasosa", "el sabor del cocodrilo es
parecido al del pollo", "los italianos son grandes cocineros"
o "el canguro no es muy sabroso", son algunos de los datos
que entrega cuando habla de "un tema que me gusta. Me gusta comer".
El ingrediente final para esta demostración es una declaración
de principios: "Los tres elementos básicos de la buena
comida son: buen sabor, buen color y buen olor".
En su caso, el placer por la buena mesa es un tema delicado, porque
las invitaciones a cócteles, comidas, se acumulan sobre su
escritorio con rapidez, "Trato de evitar los compromisos diplomáticos,
pero igual tengo 4 o 5 comidas a la semana y a veces se me junta un
almuerzo y una cena".
Una situación que se torna más crítica en época
de elecciones, cuando los recorridos de campaña se convierten
en un festín interminable, con comidas en cada parada. En esos
momentos lo mejor es una estrategia que le ha dado resultados: "Pido
que me guarden una empanada, un sándwich o lo que haya y tomo
un vaso, que no toco, pero me permite ir saludando".
Sus gustos culinarios los tiene claros: "Siempre me ha gustado
la cocina francesa, después me comenzó a gustar la comida
china y me encantan las pastas", pero hay sabores que él
no olvida y que no tienen comparación: los del campo, los de
su zona. "Jamás pido una carne roja en un restaurante
porque eso lo como en Linares y es difícil comer un mejor asado
que el de allá", una afirmación que complementa
con un recuerdo de otro plato típico del mundo rural de su
región: "Las mejores cazuelas las ha comido en el campo".
La otra pasión de Hernán Larraín son los pescados.
Esta es su opción favorita cuando viene al "Europeo",
aquí siempre pide un plato de atún. Lo ha podido disfrutar
de distintas maneras, porque una de las cosas que destaca de este
restaurante es que "hace las cosas muy originales y va renovando
la carta, este atún no lo han preparado siempre igual".
Los viajes que ha realizado, le han ayudado a cultivar su paladar.
De sus años de estudiante en Londres recuerda que "Lucía
Santa Cruz era la guía en las salidas culinarias al barrio
chino de Londres"; también tiene algunos recuerdos amargos,
como una estadía en Japón: "Con la comida japonesa
tuve una mala experiencia, porque es muy fuerte y entre más
tradicional, peor".
Cuando debe revelar los secretos de los comedores del Congreso, lo
primero que revela es una situación que a él no le gusta
mucho: "Hay comedores separados para los diputados y los senadores,
es muy segmentado y, además, hay comedores por comité.
Eso limita la posibilidad de debatir en forma más informal,
porque las comidas siempre han sido un momento relajado que ayuda
a eso".
En cuanto a la "dieta" parlamentaria, afirma que "La
comida del congreso es sencilla. Hay siempre un menú común,
con antipastos, ensaladas con algo o unas empanadas fritas de queso
y después siempre hay un guiso. Lo que nunca falta es carne,
pollo y pescado."
Lo que ha cambiado en el menú del poder legislativa son los
platos que se ofrecen en las recepciones y almuerzos formales: "Hay
una persona encargada, pero yo me preocupo del tema. He sacado las
carnes de los almuerzos, porque era muy típico comer filetes
con acompañamientos", comenta con orgullo el senador Larraín.
La "Sinfonía de Chocolate" que pidió de postre
comienza a desaparecer lentamente de su plato, mientras recuerda algunos
viajes a la costa: "Yo era bien mañoso y sigo siendo cuidadoso
con los mariscos que como, pero ahí como lo que me dan y he
probado las cosas más inverosímiles, como piure".
Cuando el café llega, el tiempo vuelve a presentarse como mudo
testigo. Los minutos han pasado volando entre distintos sabores y
la sobremesa deberá esperar.