Estatuamanía
A lo largo del siglo XIX, la
escultura vivió un auge en Francia, que
puede explicarse a partir de la relación
estrecha que existió entre ella y la
naciente república.
Como señala Ruth Butler,
el siglo padeció de "estatuamanía".
La república necesitaba conmemoraciones
visibles y el ciudadano de la época tenía
una necesidad casi religiosa por monumentos
que señalaran los eventos relevantes.
La república, por otra parte, demostraba
su poder enseñando a sus mejores escultores
y controlaba las obras que podían exhibirse
en el Salón. De los escultores, a su
vez, se esperaba que ennoblecieran la imaginación
pública y que educaran al pueblo. Por
ello, más que el Salón oficial
de exposiciones, la verdadera prueba de valía
para todo escultor francés era la construcción
de un monumento público.
Rodin,
que tan poca destreza manifestaba en situaciones
sociales, se desempeñaba con bastante
astucia en el terreno de las relaciones públicas.
Para sobrevivir como escultor era necesario
saber quién estaba en el poder y mantener
buenas relaciones con él. Rodin
se mantuvo cerca de algunas autoridades que
lo favorecieron y supo cultivar un trato muy
amigable con la prensa. Siempre agradeció
las buenas críticas y no tuvo reparos
en contestar las que le parecían malas
o injustas. Cuando el jurado del Salón
de 1877 estimó que su escultura "La
edad de bronce" era un vaciado tomado del
modelo natural, Rodin
se empeñó en probar ante los jueces
que su obra no era literal. Al final logró
desmentir la acusación y la escultura
fue la primera obra que le compró el
Estado. Pero Rodin
necesitaba un encargo público. Éste
le llegó de manos de Edmond Turquet,
el subsecretario de la administración
de Bellas Artes, quien le encomendó la
construcción de las puertas para un museo
de artes decorativas que se pensaba construir.
Rodin aceptó
y propuso hacer "Las puertas del infierno"
inspiradas en "La divina comedia".
No se sabe exactamente por qué se le
encomendaron las puertas de un edificio inexistente
y que no se construyó nunca.
A partir de la década
de 1880, la figura de Rodin
comenzó a ganar un nombre en el ambiente
artístico parisino. A mediados de esa
década ya exponía sus obras en
galerías comerciales. Fue en una de estas
exposiciones donde conoció al escritor
y político Octave Mirbeau, quien contribuyó
a cimentar su fama de artista desafiante de
lo establecido y lo defendió toda su
vida.
Sin embargo, hasta la fecha Rodin
no había obtenido la comisión
de ningún monumento público en
París, y no era porque no lo quisiera.
Todos sus proyectos de hacerlo habían
fracasado. La estatua de Byron en Londres, el
monumento conmemorativo a la defensa de París
durante la guerra, y los retratos de Lazare
Carnot, Diderot y el general Margueritte habían
sido desechados por los jurados respectivos.
En octubre de 1884 surgió el ofrecimiento
de construir un monumento en Calais, para homenajear
al grupo de ciudadanos que se entregaron para
salvar su ciudad durante la guerra de los 100
años -una historia que recientemente
la investigadora Jean Marie Moeglin ha descubierto
sería un mito. Rodin
trabajaba en seis proyectos distintos al mismo
tiempo con la esperanza de que alguno de ellos
funcionara. Para ello recurría a sus
amistades encumbradas. Así, persuadió
a su amigo Turquet, que otra vez era subsecretario
de Bellas Artes, para que se acercara al gobierno
chileno y le ayudara a conseguir dos encargos
que se habían hecho y que conocía
a través del secretario de la embajada
chilena en París, Carlos Morla Vicuña.
Se trataba de un monumento al tío de
la señora de Morla, el general Patricio
Lynch, y otro a Benjamín Vicuña
Mackenna. Rodin
mandó maquetas para ambos, mientras participaba
en una competencia para construir un monumento
al pintor Claude Lorraine. De todos estos proyectos,
el único encargo que consiguió
fue este último. En ese contexto, no
corresponde hablar de la proverbial falta de
visión artística del gobierno
chileno, tomando en cuenta que Rodin
para ese entonces no había levantado
ningún monumento público en su
país.
Cuando el gobierno argentino
firmó un contrato con Rodin
en 1894, para construir una estatua a Sarmiento,
el escultor ya era un hombre de fama mundial.
Al menos, Rodin
esculpió un busto de la señora
de Morla, Luisa Lynch. Según Luis Orrego
Luco en sus recuerdos, habría sido el
mismo Rodin
quien le pidió a la señora que
posara para él en atención a su
belleza.
En 1889, el pintor Claude Monet,
que tenía la misma edad de Rodin
y la barba igual de larga, lo invitó
a participar en una exposición conjunta,
paralela a la Gran Exposición Internacional.
La exposición fue un éxito y la
salida, la prensa se refería a Rodin
como el Miguel Ángel del mundo moderno.
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