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Domingo,
06 de Mayo de 2001
El absinthe:
La musa prohibida
Por Soledad Rodillo
Entre
los años 1880 y 1914 la bohemia parisina tomó absinthe:
un mítico brebaje verdoso de sabor agrio y supuestos poderes
alucinógenos, que rápidamente debió ser prohibido
en Francia y en casi todos los países del mundo. Vincent
van Gogh, Paul Verlaine y Henri de Toulouse-Lautrec fueron algunos
de sus más famosos bebedores, y también los culpables
de su mala fama y consecuente condena.
Hace
100 años murió Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901).
Murió solo y débil, lejos de su adorado Montmartre
y víctima del alcohol. Ya en 1890 la bebida había
empezado a deteriorar su precaria salud y debió ser confinado
en un sanatorio de París y luego en la casa de su madre en
Malrom. Pero Lautrec nunca abandonará el trago - en especial
el absinthe- y morirá a los 37 años tras un fuerte
colapso físico y mental.
Como
él, muchos otros artistas de fines del siglo XIX cedieron
ante la poderosa tentación del absinthe. Conocido en Francia
como "La Fée Verte" o el hada verde, este mítico
brebaje verdoso alcanzó su máxima popularidad entre
los años 1880 y 1914, cuando la bohemia parisina lo convirtió
en su musa favorita. Vincent van Gogh, Paul Verlaine y Oscar Wilde
fueron algunos de sus más ardientes bebedores, y artistas
como Degas, Manet y Picasso le rindieron tributo a través
de sus cuadros. Ellos lo prefirieron entre los otros muchos licores
de la época, por ser el absinthe el más potente y
místico de todos: una bebida amarga a la que se le atribuían
poderes inspiradores y mágicos, y que rápidamente
se convirtió en la vedette de la fiesta parisina, robándole
protagonismo a drogas como el opio y el laudano, las entonces favoritas
de la "Belle Epoque".
Con
su maravilloso color verde, y su amargo y fuerte sabor, el absinthe
se convertirá de inmediato en un símbolo de la rebeldía
de la época, como describirá Barnaby Conrad III en
su libro sobre la historia delabsinthe: "Hacia el fin de sicle...
un vaso de verde absinthe brillando en una mesa de café simbolizaba
anarquía, una deliberada renuncia a la vida normal y sus
obligaciones" (Absinthe: Historia en una Botella). Este carácter
revolucionario se agudizará aún más cuando
el licor se prohíba en 1915 en Francia y en casi todo el
resto del mundo, obligando a sus usuarios a comprarlo en forma ilegal
o en farmacias, donde el absinthe se venderá como "tónico
para el pelo".
La
Amarga Musa Verde
Los
artistas la llamaron musa verde, ninfa, opalina. Muchos de ellos
se inspiraron en su maravilloso color verde transparente, y se iluminaron
con su amargo sabor. Compuesto de licor de anís y agrias
hojas de ajenjo (Artemisia absinthum), este fuerte brebaje era endulzado
con suaves hierbas como la verónica, el hisopo, el hinojo,
la angélica, el cilantro y la mejorana, las que le daban
su característico color verdoso y un olor acaramelado. El
ajenjo aportaba el sabor agrio y la textura lechosa, además
de los altos grados de alcohol que tiene este licor. Quienes lo
han probado dicen que el absinthe sabe a champú, a remedio,
a jarabe para el resfrío. ¿Qué tiene de seductor
un trago tan tóxico y áspero que al beberlo hace arder
la boca? ¿Cómo un licor tan desagradable pudo llegar
a convertirse en el "rey de los aperitivos" parisinos?
Sin
lugar a dudas, uno de los mayores atractivos del absinthe estaba
en el ritual de su consumo. Para tomarlo había que usar una
cuchara especial - larga, plana y perforada, similar a una espátula-
, un vaso alto y transparente, agua fría y azúcar.
En el vaso se servía una medida del licor verde, y sobre
él se suspendía la cuchara con el cuadrado de azúcar
en su punta. Entonces, delicadamente se echaba el agua en esta especie
de espátula, y goteaba un dulce hilo blanco sobre el amargo
licor. Cada gota de agua ponía al vaso de un color más
amarillo y cristalino, y de un sabor más suave y acaramelado:
un proceso alquímico que no cansaba de maravillar a sus seguidores.
En Nueva Orleáns, todavía se puede ver la preciosa
pila de agua del "Old Absinthe House" - un emblemático
bar para bebedores de ajenjo- , que con su fuente de mármol
verde llenó de agua los vasos de Mark Twain, Oscar Wilde,
William Thackeray, Walt Whitman, Aaron Burr y Aleister Crowley,
quien incluso escribió su libro "La Divinidad Verde"
mientras esperaba a una amiga en este lugar.
Pero
también el absinthe podía beberse de otras maneras.
Toulouse-Lautrec, por ejemplo, preparaba un brebaje llamado "atremblement
de terre", un terremoto que mezclaba el absinthe con el cognac.
Otros lo tomaban con vino blanco o tinto, en vez del agua, e incluso
algunos valientes puristas - como el dramaturgo Alfred Jarry- lo
pedían absolutamente solo. Como sea que lo tomaran, todos
sus seguidores entraron al absinthe como quien se integra a una
secreta cofradía, donde cada día llegaban nuevos miembros
dispuestos a probar la verde tentación.
Vincent
van Gogh llegó al absinthe por Toulouse-Lautrec y Gauguin,
y de inmediato lo convirtió en uno de sus tragos favoritos.
En muchas de sus obras usó los colores ocres y verdosos de
la bebida, retrató la botella y el vaso amarillo esperando
sobre la mesa y también el bar donde acostumbraba tomar su
"opalina". Dice la leyenda que en una de sus tantas borracheras
con absinthe, el pintor holandés se habría cortado
la oreja izquierda: otro episodio histórico que sólo
ha logrado agrandar aún más la mítica fama
de este licor.
Entre
el remedio y la droga
La
mayor popularidad del absinthe viene de su supuesto efecto narcótico,
para algunos similar al del opio y la cocaína. Oscar Wilde
explica: "Después del primer vaso uno ve las cosas tal
como desearías que fueran. Después del segundo, uno
ve las cosas como no lo son en verdad. Finalmente, uno ve las cosas
como son en la realidad, y ésa es la más horrible
cosa en el mundo". El escritor inglés aseguró
haber visto "monstruos y crueldades" bajo el efecto delabsinthe,
y también "cosas curiosas y maravillosas". En "Por
quién doblan las campanas", Ernest Hemingway - uno de
los más recientes bebedores de ajenjo- escribió sobre
Roberto Jordan, un soldado que tomaba absinthe para recordar y evadir:
"Con una taza de esa bebida tenía que sustituir a los
diarios de la noche, las veladas de los cafés, la visita
a los castaños, (...) a las librerías, a los museos,
al Parque Montsouris, a las posibilidades de leer por la noche,
descansando, y a todas las cosas que disfrutara y que ya había
olvidado, y que volvían cuando probaba este líquido
de alquimia, opaco y amargo, que trababa la lengua, calentaba el
estómago, alteraba las ideas y hacía bullir el cerebro".
En
el cuadro "Los bebedores de absinthe"(1908), Jean Béraud
también retrató los efectos narcóticos de este
trago, al mostrar a una mujer de mirada perdida, sentada en una
mesa de café con su copa de absinthe, y completamente desconectada
de su compañero de juerga. Otro ejemplo aparece en los famosos
bebedores de Degas (1876), donde el pintor francés no dudó
en retratar a una pareja de parisinos, de ojos extraviados y tristes,
sentados frente a dos vasos de verde opalina. Y más lejos
fue Manet con su "Bebedor de Absinthe" (1859): el retrato
de un borracho solo en la calle, con su mirada en blanco y su cuerpo
convertido en bulto. Todas estas descripciones contribuyeron acrear
la fama de alucinógeno que tiene actualmente el absinthe,
aunque no sabemos si estas visiones surgen del supuesto efecto narcótico
del ajenjo, de una intoxicación causada por los altos grados
de alcohol que tiene el licor o simplemente por la expectación
con que llega el bebedor ante la musa verde.
Al
analizar la composición de este trago, los ojos se detienen
de inmediato en la planta de ajenjo, el ingrediente principal del
licor de absinthe. Históricamente calificado de "milagroso",
el ajenjo comenzó a ser usado en medicina durante la Edad
Media, y ya a fines del 1800 su destilado se vendía en Europa
como "remedio para todos los males". En París,
la gran masificación de este trago llegó al término
del conflicto entre Francia y Algeria (1844-1847), cuando los soldados
franceses - acostumbrados durante la guerra a tomar dosis diarias
de licor de ajenjo para prevenir la fiebre y las infecciones- siguieron
tomando, ahora en paz, su aperitivo habitual.
A
las cinco de la tarde, la bohemia parisina de fines del siglo XIX
se reunía sagradamente para tomar su absinthe. La llamada
"hora verde" era el ritual obligado en los cientos de
cafés y clubes de París: el momento para conversar,
beber, divagar y reír con los amigos en torno a la botella
de licor verdoso. Los artistas de la época, rápidamente,
se unieron a esta práctica, y el vaso de ajenjo pasó
a ser un símbolo del espíritu bohemio de esos años.
Para ellos el absinthe era más que una simple bebida, era
la musa de las artes, la diosa que estimulaba su creatividad, la
gran "culpable" de los versos de Rimbaud, Verlaine y Baudelaire
y de las obras de Van Gogh, Lautrec y Gauguin, todos famosos bebedores
de absinthe. Hoy se sabe que este poder inspirador viene dado por
el ajenjo, en especial por uno de sus compuestos, la trujona, acusada
de provocar efectos narcóticos similares a la marihuana,
que van desde las náuseas y la desorientación hasta
la euforia, las alucinaciones y las convulsiones. El absinthe era
como una droga, pero era legal y los artistas la podían tomar
libre y tranquilamente. Y ahí comenzaron los problemas. Verlaine
pasaba todo el día de café en café, tomando
opalina, cayendo inconsciente o teniendo salvajes ataques de violencia.
La
diosa de los brazos venenosos
A
fines del siglo XIX las autoridades de Estados Unidos y Francia
habían comenzado a hablar con preocupación del "absinthismo",
una enfermedad producida por el uso crónico del absinthe
y cuyos síntomas eran adicción, ataques epilépticos,
delirios y alucinaciones. Ya tenían en mente prohibir este
licor - tal como lo habían hecho con los derivados del opio,
la cocaína y la cannabis- cuando se presentó la ocasión
perfecta: dos crímenes causados supuestamente por la ingesta
de absinthe. El primero, fue cometido en 1905 en Suiza por Jean
Lanfray, un campesino de 31 años que mató a disparos
a su esposa y a su hijo, y luego se suicidó. Lanfray había
estado tomando absinthe el día del crimen, y también
crema de menta, cognac, dos litros de vino y brandy: todos licores
que fueron obviados por la opinión pública que culpó
a los dos vasos de absinthe del asesinato. Poco tiempo después,
en Ginebra un hombre de apellido Sallaz mató con un hacha
a su esposa: también había tomado absinthe, y de seguro
otros licores. Pero nuevamente el absinthe se robó el protagonismo
de la prensa, y los prohibicionistas juntaron firmas y razones para,
finalmente, terminar prohibiéndolo en Francia, y en casi
todos los países del mundo.
Su
popularidad entre la bohemia parisina y los artistas en particular
sólo contribuyó a apurar la causa prohibicionista.
Pareciera ser que durante esos años no había artista
que no consumiera absinthe, y como muchos de ellos se volvieron
locos o actuaban como tales, el licor de ajenjo se consideró
una mala influencia. La locura de Van Gogh fue el ejemplo más
elocuente, aunque también está el caso de Alfred Jarry,
quien le rezaba al absinthe como a un dios; de Rimbaud y Verlaine,
quienes luego de tomar absinthe se ponían a practicar juegos
extremadamente crueles; de Toulouse-Lautrec, que necesitaba estar
borracho de ajenjo para participar de la vida bohemia de Montmartre
y olvidar su apariencia ridícula. Todos ellos, que llegaron
al absinthe buscando inspiración, compañía,
tranquilidad, terminaron convirtiéndose en víctimas
de la musa verde y en tristes ejemplos de sus efectos letales.
Droga
feminista
Pero
el absinthe no fue prohibido sólo por sus efectos narcóticos
(de hecho otros licores como el vermouth, el Chartreuse y los bitters
también contienen ajenjo y continúan consumiéndose
hasta el día de hoy). Se cree que detrás de esta condena,
lo que realmente se estaba buscando era bajar los altos índices
de consumo de alcohol en Francia, y en especial el uso de licores
destilados. Y qué mejor que prohibir el absinthe, el aperitivo
favorito de los cafés parisinos: el trago más popular
y barato, el más llamativo y tóxico de todos. El vino,
en cambio, era considerado saludable y natural y aunque se tomara
en abundancia, nunca fue condenado por sus grados de alcohol. El
absinthe, en tanto, era considerado venenoso y perjudicial para
el organismo, por los supuestos efectos narcóticos de la
trujona, y también por su alta composición de alcohol,
hoy considerado incluso más tóxico que el mismo ajenjo.
Hay
quienes creen que el absinthe fue prohibido por representar todo
lo que las autoridades odiaban y debían combatir en esa época.
Representaba a los antipatriotas (mientras el vino era sinónimo
de Francia), representaba a la bohemia y sus escándalos,
a los artistas y sus locuras, la droga y la evasión, y también
la tan temida liberación femenina. Porque elabsinthe fue
la primera bebida alcohólica permitida para las mujeres,
la única que ellas se atrevían a tomar públicamente
en los bares parisinos, y por eso se consideró una amenaza.
Pablo Picasso pintó muchos cuadros sobre este tema, incluyendo
la inquietante obra "La Bebedora de Absinthe" (1901):
el retrato de una mujer extremadamente delgada, de labios rojos
y pelo negro, que se dispone a tomar su absinthe mientras su mirada
en blanco se pierde en el lugar. El hecho de que las mujeres frecuentaran
los bares, compartieran sus mesas con hombres y tomaran absinthe
era un nuevo signo de la modernidad, y para muchos hombres esta
liberación femenina era una amenaza que había que
parar. Y una manera de lograrlo fue prohibirlo.
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