Domingo, 19 de Enero de 2003

Historia del arte. Un episodio del Silgo XIX
Victorianos versus “decadentes”

Por Daniel Swinburn

El libro de William Gaunt "La Aventura Estética", relata la biografía de tres artistas Wilde, Swinburne y Whistler, que se atrevieron a desafiar al establishment victoriano. El triunfo estuvo al alcance de la mano, pero la debilidad psicológica y el carácter formidable del enemigo terminó por hundirlos.

En 1877, el afamado crítico de arte inglés John Ruskin debió comparecer ante la corte de justicia para responder por la acusación de difamación interpuesta ante el juez por el pintor estadounidense, radicado en Inglaterra, James Whistler. Las críticas que el primero había publicado en su revista Fors Clavigera sobre uno de los cuadros titulado "Nocturno" de Whistler, expuesto en la Galería Grosvenor, habían provocado según el pintor la abrupta caída en el interés del público por su pintura, provocándole un serio perjuicio económico que buscaba resarcir mediante esta apelación a la justicia. Los comentarios de John Ruskin fueron duros y descalificatorios: "sir Coutts Linsday no debió aceptar en su galería obras en las que la vanidad inculta del artista se acercara tanto a una impostura deliberada... No creí que tuviera que escucharle a un engreído cobrar cien guineas por el hecho de lanzarle un cubo de pintura al público".

Para William Gaunt, autor de "La aventura estética", escrito en 1945, y recientemente traducido por el Fondo de Cultura Económica - con el subtítulo "Wilde, Swinburne y Whistler, tres vidas de escándalo"- , este juicio se trata "de uno de los episodios de mayor importancia del siglo XIX". El juicio de Ruskin contra Whistler fue el juicio del "Arte por el arte", es decir, el momento culminante de la historia de una invasión a la isla, otra más, esta vez del movimiento llamado por los ingleses victorianos "estético" o "decadente", y que fue inaugurado por artistas franceses en los años treinta en París; juicio en el cual Ruskin, un nacionalista representante del idealismo social, iba a la guerra contra el "cinismo continental" encarnado en Whistler.

Aunque el libro es una historia general del movimiento estético, tres fueron los principales instigadores de esta revuelta en la isla que se tejía nuevamente en la convulsionada capital francesa y que habría de afectar hondamente a la sociedad inglesa: el pintor James Whistler, el poeta Charles Algernon Swinburne y Oscar Wilde. Gaunt reseña en su libro la vida de otros numerosos artistas que podrían caber más o menos dentro de la categoría de exponentes de este movimiento tanto en Francia como en Inglaterra, pero estructura su narración histórica a partir de estos tres artistas, cuyas vidas abarcan todo el período que describe, aproximadamente desde 1830 hasta 1909, año de la muerte de Swinburne.

Todo se inicia en Francia según Gaunt, a partir de una derrota, la del idealismo revolucionario trocado en la restauración monárquica: "quienes alrededor de 1830 no se suicidaron y no abandonaron toda esperanza adoptaron posturas desafiantes, para enfrentar el opaco final de una revolución idealista". Los ardientes espíritus de 1830 se transformaron en proscritos románticos, y de esta manera, estar proscrito se convirtió en actitud de vanguardia. Este fue el espíritu que animó la creación de escritores como Gautier (Mademoiselle de Maupin), Murger (Scenes de la Vie Bohéme) y sobre todo Baudelaire (Les fleurs du mal), quien influenciado por Poe y Delacroix sostenía que "para conseguir sensaciones refinadas era prácticamente un deber transitar por el camino más difícil, el de las ciénagas y arenas movedizas de la vida", señala Gaunt. De esta manera se podía descender a lo que la gente común denominaba el mal, "con una austera motivación y animado únicamente por la devoción hacia su arte".

El cultivo del "Arte por el Arte", evocaba la idea del "hombre esteta", señala Gaunt, aquel que podía ser concebido como el que no reconocía deber alguno y no perseguía propósito distinto del estrictamente relevante para su medio, siempre que contribuyera a la creación de lo bello". "El arte por el Arte", frase plasmada por Gautier pasó a representar una sensibilidad artística que se convirtió para algunos ingleses en un verdadero evangelio que debía ser proclamado a los cuatro vientos.

Una derrota anunciada

El relato de Gaunt sobre estos tres personajes victorianos muy poco eminentes, que lograron afectar la conducta hierática de la sociedad británica, está concebido como la historia de un fracaso inevitable, de una derrota anunciada. Hay de parte de Gaunt, escribiendo en 1945, un sentimiento de sarcasmo hacia este movimiento, un deseo de hacer un retrato un tanto humorístico de una aventura que terminó mal, como la mayoría de las aventuras - podría decirse- que tienen su inicio en "el cinismo continental" y que intentan modificar el curso de la historia insular. Whistler, Swinburne y Wilde lograron fascinar en un momento determinado a los ingleses y eventualmente cambiarlos con su ingeniosa y astuta defensa de la autonomía moral del artista, pero la biografía de estos tres protagonistas que detalla Gaunt desenmascara la debilidad psicológica que hubo detrás de esta actitud de desafío a las normas sociales victorianas.

El resentimiento de Whistler contra los ingleses consignado en sus escritos autobiográficos en "El gentil arte de hacer enemigos", demostraría que a pesar de su triunfo judicial sobre Ruskin, su actitud desafiante terminó por alejar el arte contemporáneo del público común, por hacer del artista una figura poco menos que inalcanzable que sólo conversa con las musas. En su afán de declarar la superioridad del artista por sobre la moral de la clase media, dejó el arte en una situación social incómoda que terminó afectándolo a él mismo mucho más que los ataques de la crítica nacionalista de John Ruskin.

El caso de Swinburne habría sido más patético, pues luego de un breve momento de gloria con su libro "Poemas y baladas", su poca fortaleza frente al alcohol y el libertinaje, lo habrían convertido poco menos que en un renegado, intervenido al final de sus días por un amigo, Theodore Watts-Dunton, quien lo recluyó en su casa para reformarlo del alcohol y de su poesía "venenosa". Swinburne terminó sus días afirmando que algunos poemas suyos eran inapropiados, deploró sus actitudes explosivas contra la cristiandad y acabó por escribir en contra del "Arte por el Arte", transformándose en un "patriota moral". El caso de Wilde, es más conocido. El famoso juicio entablado por el marqués de Quensberry es, según Gaunt, la autocondenación no sólo de Wilde sino de todo el movimiento estético inglés, "dándole una dimensión de sacrificio y clausurando el movimiento con la más grande de las sensaciones". Con esta frase se alude a la reclusión a la que fue condenado el escritor y que no habría querido eludir. Un período que vivió como expiación de sus pecados y tardío arrepentimiento.

Pianos forrados

Dos juicios emblemáticos, el de Whistler y Wilde, marcan la cima y la sima de la aventura estética, y representan el enfrentamiento de la sociedad victoriana con un movimiento artístico "foráneo", que tuvo como principal estrategia para conquistar al público inglés el escándalo, conducta que le otorgó a las acciones de estos artistas y sus seguidores cierto aire de dandismo inmaduro y poco responsable. ¿Pero había otro código para enfrentar el letargo de una de las sociedades más reprimidas del mundo?

Los poemas que Swinburne publicaba chocaban contra una sensibilidad social tan susceptible que creía necesario forrar las patas de los pianos para evitar toda asociación incómoda. Los Nocturnos de Whistler que motivaron la cólera de Ruskin eran evaluados por jueces y abogados con la pregunta ¿es posible que este cuadro valga más de cien guineas si usted demoró sólo tres horas en hacerlo? Ruskin, amigo de William Morris, el ideólogo del movimiento "Arts and Craft", desconfiaba de todo arte que no tuviera su modelo espiritual en el taller del medioevo. Por otra parte, tampoco puede decirse que Wilde haya sido un cristiano redento de última hora como se presenta en el libro de Gaunt.

Gaunt no se preocupa mayormente de establecer que el ambiente cultural que debía acoger las nuevas propuestas no era el adecuado, y frente a un conflicto desencadenado entre un "decadente" y un ciudadano inglés, el sentido común aparece del lado de este último, lo que no siempre debió ser tan evidente. El triunfo judicial de Whistler contra el mayor crítico de arte de la época, no es entendido por el público, mientras que la derrota de Oscar Wilde frente a un marqués aficionado al box, es presentada como "la dramática clausura de un movimiento".

El lector termina con la impresión despues de leer este libro que, a pesar de haber dejado algunas valiosas obras para la posteridad, toda la aventura estética no fue más que la acción más o menos atrabiliaria, inmadura pero talentosa de un grupo de jóvenes insatisfechos que derivaron a la adultez sin ostentar el carácter necesario para enfrentar la contraofensiva moral que ellos mismos causaron y que terminó por hundirlos.