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Comentario de disco | Nano Stern pide un lugar en las grandes ligas del continente

Con "Mil 500 Vueltas", el cantautor se consolida como el artista más inquieto en nuestra escena de fusión latinoamericana, de la mano de canciones en que lucimiento y calidez buscan incesantemente el equilibrio.

25 de Julio de 2015 | 06:50 | Por Sebastián Cerda, Emol
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CHV Música
La burbuja viñamarina puede crear impresiones falsas en buena parte del público, sobre todo ante aquellos artistas que han optado por una vía más alejada de la parafernalia y el plástico. Por ello, vaya una primera aclaración: Aunque tenga 30 años y aunque muchos lo hayan descubierto en febrero, Mil 500 Vueltas (CHV Música) no puede ser el disco de la consolidación de Nano Stern, un hombre que mucho antes del verano ya estaba plenamente consolidado.

Sin embargo, sí hay un quiebre de ascenso que se puede marcar con este quinto álbum del cantautor: Es definitivamente el trabajo con el que ratifica su lugar en las grandes ligas del continente, algo que no sólo tiene que ver con la colaboración de figuras tan estelares como Jorge Drexler, Joan Baez, Pedro Aznar o Susana Baca. Además, el sucesor de Las torres de sal (2011) ratifica al santiaguino como el nombre más inquieto y vigente en la fusión latinoamericana local, una de nuestras escenas con más historia y tradición.

Tradición que se filtra en los 14 cortes de este trabajo, aunque en su justa medida. Porque lo de Stern no pasa por reproducir el manual de los próceres, sino por establecer cánones propios, lo que por cierto incluye relecturas, pero también exploraciones y aventuras en singular.

Así, más que géneros puros, en Mil 500 Vueltas lo que hay son "estudios sobre" la chacarera ("Mil 500 Vueltas"), la bossa nova ("La Serotonina") y los ritmos altiplánicos ("Corta las cuerdas"), entre otros, en un entramado fiel al brazo docto que el artista ha procurado explotar. Porque aunque lo suyo sea la música popular, el intérprete de "Un gran regalo" siempre se ha dejado desafiar por la complejidad, por la sorpresa en los arreglos y, sí, también por una dosis de lucimiento y acrobacia.

En ese sentido, este quinto álbum llega más lejos que los anteriores, y la numerosa e impecable agrupación de músicos que respalda cada corte (con generoso caudal de cuerdas, vientos y percusiones) es la primera evidencia. Sin embargo, que ello no parezca señal de engolosinamiento con el elemento progresivo, porque se trata de temas que de todos modos logran mantener el justo equilibrio para que la destreza y la peripecia no se impongan a la calidez y la emoción.

El single "Ser pequeño" es claro al respecto. Entre un enjambre de percusiones, bajo y flautas, fluyen aires optimistas junto a un Drexler que se mueve como en terreno propio, de la mano del ascendente en el candombe. "Dando vueltas", en tanto, relee el funk en claves que remiten al viejo unplugged de Charly García, aunque con vientos y cuerdas llevando los riffs —pese a que ésta es una de las pocas piezas del disco que se permite acudir a la guitarra eléctrica—.

"Vapor" alterna esa estrofa inscrita en la fusión (incluso en su variante más jazzística) con un estribillo que se proyecta esperanzador y tribal, timbrado por un saxo a lo Jaime Atenas (Congreso), mientras que "Árbol del bosque" ofrece un giro hacia terrenos más simples y naturalistas. Y si allí la atmósfera se vuelve emotiva, en "Todo canta" resulta simplemente conmovedora: Se trata de una pieza construida sólo sobre un colchón de cuerdas, tan onírica como nostálgica y cinematográfica, y con Beatriz Pichimalen rematando con sello originario.

World music, le llamarían desde el mundo anglo. Música de raíz, corregiríamos acá. De cualquier forma, otra definición que se suma al espectro amplio en que se mueve el cantautor, quien con Mil 500 Vueltas hace suyo un asiento en esa mesa chilena donde instituciones como Congreso y Santiago del Nuevo Extremo compartían desde hace décadas. Mientras, sus pares del continente lo palmotean y le abren sus propias puertas de par en par. Hoy, Nano Stern no está a una altura inferior a ésa.
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