PARÍS.- Paul Klee fue un artista completo: teórico, melómano, amante del dibujo, el color y el pequeño formato, se convirtió en un nombre importante de la historia del arte del siglo XX. Y a través de 230 obras de ese artista alemán nacido en Suiza, el Centro Pompidou busca mostrar su arte y su humor en una exposición que parte mañana.
Como un manifiesto por parte de la curadora, Angela Lampe, la primera exhibición de estas magnitudes organizada en Francia desde 1969 se titula "Paul Klee, la ironía en practica", para tomar como hilo conductor la ironía, uno de los rasgos característicos de la personalidad del pintor, que este mantuvo afilado toda su vida.
"Él mismo era un personaje, tenía un carácter con esa actitud irónica y autoirónica", lo que permite "releer su obra de principio a fin" desde ese ángulo, y "comprender mejor como se posicionaba respecto a sus colegas y los movimientos que acompañó, como el cubismo, el dadaísmo o el constructivismo", explica la curadora.
En 1904, en su diario, Klee escribía: "no hace falta que nadie ironice a mis expensas, ya me encargo yo mismo", resalta Lampe al respecto durante la presentación a la prensa.
Reconocidamente cordial y a la vez "muy distante", Klee (1879-1940) encontraba en esa misma ironía, según la experta, la distancia que quería guardar respecto a sí mismo, los demás y también su propia obra.
Siguiendo un recorrido cronológico y temático a la vez, caricaturas diversas nutren la exhibición desde su primera sección, dedicada a las primeras y mordaces sátiras de Klee, con las que retrataba el mundo, sus desilusiones, sus pobladores y algunas evidentes insuficiencias.
Era su manera particular de expresar los altos ideales que perseguía, personales y profesionales, que le llevaron siempre a buscar la libertad y un estilo propio, como los nazis no tardaron en comprobar, para incluir sus obras en la lista de arte degenerado.
Su historia personal
Nacido en una familia de músicos y gran violinista él mismo, Klee no era judío, pero tuvo que demostrarlo a las autoridades alemanas del momento, y de todas formas comprendió pronto, tras la llegada de Hitler al poder, en 1933, que era mejor exiliarse.
Ese mismo año, tras una inspección ordenada por los nazis en su casa de Dessau, donde de 1926 a 1931 había sido profesor de la escuela Bauhaus, se instaló primero en Düsseldorf (Alemania), en cuya Academia de arte daba clases desde hacía dos años, viajó luego a París y terminó exiliándose en Suiza.
Allí recibió un memorable día de 1937 a Picasso en su taller, en un gélido ambiente debido a las tres horas de retraso que el maestro malagueño tardó en llegar a su cita. Algo que quizás en España habría sido mejor soportado, estima Lampe.
Resultado quizás de ese desencuentro, el dardo satírico de Klee saltó a dos de los dibujos que se exponen en la sala dedicada a la relación entre ambos artistas y al desafío especial que siempre fue para él la obra del Picasso.
En uno de esos dibujos, el pintor alemán bromea con una de las figuras míticas de la obra de su colega, el minotauro; en el segundo dibuja a un español también con sorna, subraya la comisaria.
La relación de Klee con el cubismo, que descubrió a finales de 1911; con el dadaísmo tras la I Guerra Mundial; y su "teatro mecánico", hecho de autómatas, marionetas y humanos mecanizados, componen algunas de las siete secciones de esta muestra programada hasta el próximo 1 de agosto.
El recorrido pasa igualmente por su trabajo en el constructivismo y la Bauhaus fundada por Walter Gropius, donde recibió el apodo de "Buda"; y esos "años de crisis", a partir de 1933, cuando también afrontó el nazismo con su humor característico y su ironía, luchando contra el miedo con una inconografía infantil y lúdica.