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Columna de opinión: La campaña inexistente

Una campaña oficial de apoyo al trabajo de la Convención tendría que disponer de recursos humanos y económicos para que, en todo el territorio, de extremo a extremo, no solo seamos alfabetizados respecto de su relevancia política, sino que también se nos incentive a reflexionar críticamente sobre lo que somos, lo que hemos sido y lo que queremos ser como país.

23 de Enero de 2022 | 10:34 | Por Diana Aurenque
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La filósofa y directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago, Diana Aurenque.

El Mercurio (archivo)
Desde octubre del año pasado la Convención Constitucional aprobó en su reglamento una serie de mecanismos enfocados en fomentar la participación y deliberación de la ciudadanía en el proceso constituyente. En la web de la Convención se explican los diversos modos de participación, sea colectiva o individual, de forma simple y clara. Y en el poco tiempo transcurrido no cabe duda de que hay ya iniciativas populares que toman fuerza; se realizan audiencias de forma regular, y con ello se observa que existe interés por proponer temas que puedan incluirse en la redacción de la nueva Carta Magna.

Con todo, surgen dudas: ¿participan los mismos de siempre? ¿Se trata de aportes por parte de quienes desde hace mucho tiempo cultivan un interés por el proceso o los mecanismos propuestos son utilizados por el ciudadano común y corriente? ¿Por quienes sin pertenecer a gremios o partidos deliberan y se aventuran, por primera vez, a imaginar el país que quieren?

Debido al poco tiempo transcurrido, seguramente sería apresurado defender una u otra posición. No obstante, podemos hacernos una idea si, en vez de mirar lo que ocurre en la Convención misma, atendemos a lo que ocurre fuera de ella: en lo privado, como en los hogares, o en los espacios públicos, en las plazas, en las calles o incluso en los trabajos. ¿Se oye deliberación constituyente? Escasamente.

También en los demás espacios de construcción de opinión pública, como lo son los medios de comunicación masivos, como la televisión y la radio, o mediante formas alternativas de comunicación, vía redes sociales, escasea un verdadero diálogo constituyente. Por cierto, abundan noticias sobre la Convención y, quizás más aún, sobre los aciertos y desaciertos de algunos convencionales. Pero mucho más allá de ello no parece estar ocurriendo.


¿Debemos culpar a los medios de comunicación por no incentivar de mayor modo a involucrarse críticamente en el proceso constituyente? Hacerlo sería injusto. Porque si bien estos tienen un enorme impacto en la visibilización de temas importantes para la sociedad, la responsabilidad no recae en ellos, sino en la esfera política. Y más claramente, en el representante oficial más importante con el que contamos: el Gobierno.

En ese sentido, por más que la Convención ha sido capaz de incorporar mecanismos que buscan llegar a la ciudadanía, estos están en cierto desamparo institucional. A la fecha, extraña que el Gobierno no haya considerado dentro de sus prioridades implementar una campaña oficial que apoye y promueva la labor de los constituyentes. Y esa promoción va mucho más allá de contar con una página web (https://www.gob.cl/procesoconstituyente/) donde se informe de la cronología del proceso, sus etapas y fechas relevantes.

Una campaña oficial de apoyo al trabajo de la Convención tendría que disponer de recursos humanos y económicos para que, en todo el territorio, de extremo a extremo, no solo seamos alfabetizados respecto de su relevancia política, sino que también se nos incentive a reflexionar críticamente sobre lo que somos, lo que hemos sido y lo que queremos ser como país.

El Gobierno es la institución que tiene, en primer lugar, la responsabilidad de proponer formas y liderar activamente la generación de apoyos para que la nueva Carta Magna incorpore las visiones de país de todos los chilenos. Porque sabemos, hoy más que nunca, que somos diversos, vivimos en realidades y mundos distintos pese a cohabitar en el mismo suelo, profesamos valores distintos y, casi nunca, realmente tenemos espacios para dialogar sobre y a partir de nuestras diferencias.

Esa tarea crucial ha quedado por el gobierno de turno en completo abandono. Y quedará en las manos del Presidente electo, Gabriel Boric, quien seguramente, y consciente del significado del proceso constituyente en su propia elección, asumirá la labor con el mayor de los entusiasmos.

Sin embargo, ¿es aceptable esperar hasta marzo? ¿No deberíamos exigir a quien aún gobierna que, en vez de priorizar su agenda en temas económicos y controvertidos, inicie de una buena vez una campaña robusta de apoyo a la Convención?

Seguramente, comenzar con esta campaña no mejorará sustantivamente la evaluación del gobierno de Sebastián Piñera, pero al menos asumiría la responsabilidad que le compete, acompañando con acciones y no solo con discursos vacíos, a uno de los procesos más significativos en la historia de Chile.
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