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"Hay parejas a las que no les resulta el hijo en la cama"

Desconcertante es este especialista en reproducción asistida. Dirige el programa de la Clínica Las Nieves, pero también el del Hospital San Borja Arriarán. Defiende la opción de los más pobres a acceder a estas modernas técnicas y viste Hugo Boss o Christian Dior, usa un Longiness, colleras Mosso y tiene sobre su escritorio un notebook de última generación.

30 de Noviembre de 2004 | 10:49 |
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Así es Ricardo Pommer Téllez, gíneco obstetra de la Universidad de Chile y el primero en Chile que obtuvo la subespecialidad de endocrinólogo de la reproducción e infertilidad, además de muchísimos otros cursos de especialización que ha tomado y dictado en el país y en el mundo. “¿Quieres que te mande un CD con mi currículo?, porque me da lata empezar a contarte uno a uno de mis cursos”, dice.

No suena engreído, más bien orgulloso de lo que ha logrado y de convertir su gran pasión, su carrera, en un medio para que la gente de escasos recursos también pueda concebir un hijo.

Estudió en el Instituto Nacional. Ya en quinto año de medicina había decidido cuál sería su campo de especialización, porque las mujeres son mejores pacientes. “Los hombres son atroces; los diagnosticas, les das el remedio y ellos… ¡apenas se sienten bien, dejan de tomarlo y no van a los controles!”, explica divertido.

En 1993, partió como director del equipo de fertilización asistida de la Clínica Las Nieves, que se destacó por sus avances en crío preservación (congelación de pro núcleos). “Fuimos los pioneros en Chile”, sostiene. Según sus propias palabras, trabajó full hasta que en 1998 lo nombraron a cargo del programa de la entidad privada.

El 2000, el jefe de medicina reproductiva del San Borja Arriarán le propuso asumir como director de programa en el centro asistencial. “Es una doble militancia, porque trabajo para el Estado, pero también bajo la tutela de la Universidad de Chile”.

-¿Por qué aceptaste?
“Era súper choro como concepto: el desafío era darle igual oportunidad a la gente más pobre de este país. Acepté, eso sí, con una condición: que me dejaran crear cosas nuevas”.

-¿Cómo evalúas el resultado?
“El quinto piso de un hospital público con carencias se convirtió en un laboratorio a imagen y semejanza del de Las Nieves. Con pabellones quirúrgicos exclusivos para reproducción. Después, el segundo piso se le asignó al IDIMI (Instituto de Investigación Materno Infantil). Quedó top top y podemos hacer investigación a nivel internacional”.

-¿De dónde salieron los recursos?
“Esa es una de las ventajas de moverse en los dos mundos, el privado y el público. Conseguimos el auspicio de diversas fundaciones internacionales, y los distribuidores y proveedores nos tratan preferencialmente, en los precios, me refiero”.

-¿Y el Gobierno?
“Se ha portado el descueve. A la gente del Fondo Nacional de Salud (Fonasa) le sale costo cero, cualquiera sea el tratamiento que deba hacerse y las veces que deba repetírselo”.

-¿Pueden acceder pacientes de Isapre?
“Esa es la doble militancia de que te hablaba, porque la clase media chilena que no tenía acceso a estos tratamientos por su alto costo, encontraron en este lugar, vía la universidad, la posibilidad de hacerse el mismo tratamiento que en la Las Nieves, Las Condes o la Alemana, con un costo radicalmente distinto y, además, pueden negociar la forma de pago”.

-¿No hay diferencias?
“Sólo en los precios, todo lo demás es igual: los ecógrafos, los laboratorios, los pabellones, las incubadoras, la congelación de pro núcleos; incluso me traje a la misma bióloga jefe de la Clínica Las Nieves a trabajar al IDIMI”.

- ¿De qué orden es la diferencia de costos?
“En el sistema estatal, ya te dije, es cero. En el intermedio, el valor de un tratamiento es del orden del millón novecientos mil pesos. Lo mismo, en Las Nieves, cuesta dos millones novecientos y en Las Condes tres millones novecientos mil pesos”.

- Y los espermios, ¿el sector público también los importa de bancos extranjeros?
“Sí, porque los bancos chilenos no cumplían con los estándares internacionales para el control de enfermedades transmisibles. No es el caso de los ovocitos, para los que hubo que diseñar tecnología; se necesitan frescos, de donantes anónimos”.

-Te sientes orgulloso.
“¡Claro! Todo el equipo, no sólo yo, creamos un mundo para la gente que no lo tenía. Nos jugamos por la opción de la igualdad y en esto el Gobierno y la universidad han sido tremendamente significativos. Es la oportunidad que tiene el obrero, la recepcionista, el mecánico, los profesionales de rangos medios de acceder a la posibilidad de tener un hijo.
"Es el único centro grande a nivel nacional; en la Quinta y en la Octava regiones partieron recién dos programas más, pero todavía son chiquititos”.

- ¿Cuántos casos “costo cero” se realizan al año?
“El 2002 fueron 50 casos; el 2003, 70 y este año vamos casi en los 90”.

- ¿Qué requisitos debe cumplir una pareja para optar al tratamiento en el IDIMI?
“Hasta el 2002 se les exigía a las parejas presentar certificado de matrimonio. Dimos la pelea y desde esa fecha sólo es necesario que sean heterosexuales y que lleven más de dos años juntos, además de algunos requisitos de edad”.

- ¿Cuál es el porcentaje de éxito de estos procedimientos?
“Cercano al 50 por ciento, tanto en el mundo privado como en el público. Y ¡ojo! que la mayoría de las veces no resulta a la primera”.

- Hay sectores que rechazan la idea de que el Estado participe en este tema y no destine los recursos a prioridades sociales más urgentes.
“Los derechos reproductivos son transversales a tu situación económica. El punto está en que tanto un rico como un pobre tienen la misma necesidad de tratar de tener un hijo, si así lo desean. Es una decisión personal, más bien de pareja. Lo que ha hecho el Ministerio de Salud, a través del IDIMI, es poner a disposición de los sectores medios y de los más desposeídos una tecnología de punta”.

- ¿Y las críticas de la Iglesia?
“Depende de qué facción de la Iglesia Católica estemos hablando; las demás religiones no ponen problemas”.

- ¿A qué te refieres con esa división?
“Mira, los sectores más conservadores no aceptan nada de la fertilización asistida: ¿si no te puedes masturbar, cómo obtienes los espermatozoides?
“El ala más liberal ha hecho concesiones hasta el GIFT, un proceso que requiere de, al menos, una trompa normal a la que son transferidos los óvulos y espermatozoides, procurando que allí tenga lugar la fecundación. Además se necesita un mínimo de espermios con capacidad fecundante”.

-¿Qué opinas de eso?
“Soy súper revolucionario ¡es penca la diferencia, cualquiera sea! Existen parejas heterosexuales a las que no les resulta el hijo en la cama”.

-Pero podrían adoptar.
“Los médicos estamos para sanar a los enfermos y eso hacemos con la reproducción asistida o ¿acaso no le darías antibióticos a un tuberculoso porque es pobre? ¿Crees que su religión le impediría tomárselos?
“Además Dios le dio inteligencia a los hombres; los médicos y los científicos, en general, la han usado para mejorar las condiciones de vida de la especie”.

-Si es una enfermedad ¿por qué las Isapres no bonifican los tratamientos y, a veces, ni siquiera los exámenes?
“Business is business. Debieran cubrirlos, pero los rechazan por sus altos costos y, porque, en general, no resulta a la primera.
“Tenemos que partir de la base que la reproducción tiene una limitante: la implantación en la raza humana. La opción de un embrión de convertirse en una guagua es del orden del 28 al 30 % en las parejas sanas. El porcentaje de infertilidad es del orden del 14 %".

-¿Cuáles son las principales causas de infertilidad?
“Un tercio se debe a causas masculinas: espermios lentos, pocos o deformes. El tercio siguiente a causas femeninas: defectos en las trompas, en la ovulación o en el endometrio. Completa el cuadro el 34 % que es por causas mixtas ¡Dios los junta!”.

-¿Cuándo le recomiendas a una pareja dejar de intentar tener un hijo?
“Se para cuando el corazón o el bolsillo dicen ¡basta!”

“La diferencia entre un hijo y ninguno ¡es el todo!”

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