Estudió periodismo en la Universidad Católica y hoy se ríe al reconocer que la forma como aterrizó en esa carrera fue “irresponsable”.
“Me inscribí en Derecho, pero pedí de vuelta el papelito, borré con un liquid paper la postulación y escribí Periodismo”, cuenta entre risas.
-¿O sea, nunca fuiste reportera?
“No, al contrario, yo ejercí mi carrera y no hay nada que me encante más. Estuve en la revista Visa, la Mastercard, en la Qué Pasa. Me encanta hacer reportajes y me hace falta.
“También estudié un magíster en filosofía –me falta hacer la tesis- y no hay nada que me guste más que el reporteo; durante 15 años he hecho cursos de ética periodística en la UC. La parte intelectual me llena plenamente”.
-Pero, ¿el servicio social era algo que siempre estuvo dentro de tus planes?
“Siempre he tenido una vocación de servicio social desde el colegio, fui presidenta del centro de alumnos; tengo como las dos vetas, pero ahora le estoy dando mucho más espacio a la parte social”.
Ana Luisa Jouanne asegura que parte crucial de la labor que ha desarrollado estos años se debe a su matrimonio con el senador UDI Jaime Orpis, a quien conoció en la universidad.
A fines del gobierno militar, él asumió como alcalde de la creada comuna de San Joaquín, razón por la cual ella se hizo cargo de los asuntos sociales de la comuna. “Me dio la oportunidad de trabajar con los más necesitados”.
-¿Cómo fue eso?
“Si hay algo que me marcó fue la pasada por la municipalidad de San Joaquín porque es una comuna tremendamente pobre, con bolsones de pobreza importantísimo como La Legua.
“Siempre me motivó el trabajo con mujeres y especialmente con las embarazadas. El tema del aborto me marcaba y por eso, el proyecto que más me ha realizado fue apoyar a mujeres que tenían un embarazo no deseado, que estaban bajo peso y que probablemente o iban a abortar o iban a caer en el maltrato del niño”.
Desde la municipalidad, a través de la Fundación de Ayuda a la Comunidad, Ana Luisa implementó un programa de enganche donde hacían ir a las mujeres por una canasta de alimento y les ofrecían un tecito rico. “Las regaloneábamos, les hacíamos ver nuestro interés por el embarazo. No había nadie que se parara un minuto a preguntarles si tenían vómitos... así logramos que la mujer empezara a sentir amor por ese niño”.
“De todas las cosas que hicimos, éste tuvo más significado, al final te das cuenta que casi todos los problemas pasan por una falta de afecto, por el hecho de que nadie se detiene en el otro”, afirma.
-¿Por qué formaron el centro de acogida Esperanza?
“Cuando Jaime hizo su campaña en 1989 a diputado por ese distrito debió enfrentar que un chiquillo de su comando se suicidó y otro murió intoxicado por sobredosis. En otros sectores, catorce se habían quemado a lo bonzo, entonces nos preguntamos qué es lo que está pasando. Jaime se decidió hacer algo concreto, en vez de una conferencia de prensa, prefirió hacer el centro de rehabilitación”.
-¿Y te invitó?
“Es que yo casi me morí cuando llegó un día y me dijo que lo iba a hacer. Casi me morí. Le dije estás loco, qué sabemos nosotros de rehabilitación, hagamos un centro de cualquier cosa, pero no de drogadictos, esto es para toda la vida. A mí me parecía lo más sórdido que hay como elección, mira que fuerte lo que te digo, pero es verdad. Me preguntaba por qué ese mundo, cuando hay otros que son tan gratificantes.
“Así, arrendó la casa y partió a pintarla y yo me dije o voy a pintar con él o vamos a vivir vidas absolutamente separadas. En esa época él estaba dedicado a la política y yo iba a los colegios y daba charlas con videos sobre el aborto, sola. Llegaba a los colegios, me ofrecía; decía mira lo único que quiero es que las niñitas comprendan que lo que tienen adentro es una vida, nada más”.
Finalmente, Ana Luisa se sumó al proyecto, “un poquito a contra pelo”, pero hoy goza con todo lo que se ha conseguido. “Me fui entusiasmando y hoy creo que es un privilegio lo que hago, cada chiquillo que sale de la droga te demuestra que la capacidad de enmendar del ser humano es enorme, que la capacidad de perdonar es increíble”.
No puede evitar decir que las dos ejes con los cuales se mueve la Corporación La Esperanza son la “párabola del hijo pródigo”, es decir, aquel a quien no se le pregunta nada y se le recibe, y la obra inspiradora de la madre Teresa de Calcuta, que el senador Orpis conoció en su visita a Chile y que ella no, porque en esas decisiones erradas de la vida optó por ir a dar una prueba a la universidad en vez de asistir al encuentro con la santa.
Hoy está entusiasmada con el inicio de dos proyectos: la rehabilitación de infanto adolescentes, especialmente, aquéllos que han sido infractores de la ley (que se dictará el 2007) y ampliar a las mujeres el proyecto piloto de las Cortes de Droga que se aplica a hombres en dos fiscalías y que contempla ofrecer penas alternativas de rehabilitación a quienes han cometido delitos de baja incidencia.
-¿Nunca has sentido miedo por la lucha que Jaime ha dado contra los narcotraficantes?
“Al principio me dio, no miedo, pero sí conciencia del peligro. Hoy no; lo más fuerte fue cuando trabajó en la elaboración de la ley de drogas, ese fue el período más complicado, pero, de verdad, hoy no”.