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“La televisión tiene sus propios cánones de belleza, así que hay que verse…esbelto”

A su corta edad, este actor de Chilevisión puede jactarse de haber iniciado su carrera en el cine, con “Promedio rojo”, y además complementar su trabajo con su banda de rock Don Nadie, que ya suena en las radios y bares de la capital.

06 de Mayo de 2008 | 09:23 |
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Mientras posa para la cámara, Ariel Levy pone su mejor cara de malo. Ya no queda nada, ni la inocencia ni los kilos, de ese personaje adolescente que lo hizo conocido en los medios: Roberto Rodríguez, una especie de encarnación de Nicolás López, el director de la película “Promedio rojo”, film que Levy protagonizó en el 2004.

Fueron ocho kilos los que debió subir para interpretar a ese personaje de la cinematografía chilena: al friki, algo olvidado hasta el estreno del film de López, que representa al escolar renegado de su curso por ser raro, por no coincidir con los gustos masivos de su generación y enfocar sus intereses en cómics, películas, y otros artículos que suelen encontrarse en el Portal Lyon.

La sola petición de una sonrisa hace que Ariel deje de lado su rostro de “no te metas conmigo” y, con un poco de vergüenza, se muestre ante la cámara con una actitud más parecida al alegre y sencillo actor de 23 años que es.

Es por su corta edad que ha interpretado al escolar chileno desde varias de sus facetas: el nerd en “Promedio rojo” y al matón, en “Súper Niño Bully”, un cortometraje dirigido también por López y transmitido por MTV, que desarrolla el tema del bullying en los colegios.

A la lista de personajes pingüinos habrá que sumar al eterno repitente, que será televisado este mes con la teleserie de Chilevisión “Mala Conducta”, y donde Ariel será el veinteañero Pablo Parra, apodado “Carpa”.

-¿Por qué le dicen así?
“Es por el dicho chileno de ‘levantar carpa’, que significa que es calentón. El personaje tiene justamente que ver con eso: es súper voyerista y bien lascivo. Está todo el rato con el celular, encima de los escotes y las piernas de las compañeras. Tiene la calentura a flor de piel. Nunca antes había hecho un personaje al chancho con eso. Si bien en ‘Promedio rojo’ me había tocado ser un niño de 16 años, que se masturbaba y todo el cuento, era como más normal”.

-Con “Súper Niño Bully” se tocó el tema de la violencia que sufren varios escolares actualmente. ¿Crees que las nuevas generaciones están más agresivas?
“No creo que sea algo particular de la generación de ahora. No me acuerdo de que me hayan pegado cuando estaba en el colegio, pero sí había compañeros que le tiraban escupos o le pegaban cachamales a otro. Lo que sí hay ahora es que esas cosas se pueden grabar con el celular y ponerlas en Youtube, y con ese soporte agarra otros ribetes. Ése es el cambio de ahora, pero creo que siempre ha existido la violencia y esa ley de la selva que impera entre los escolares”.

-Con tantos colegiales que has interpretado, ¿te sientes un poco el rostro del escolar chileno promedio?
“El que haya hecho esos personajes tiene que ver con que comencé a trabajar muy joven. Tengo claro que, por lo menos por dos años más, voy a seguir haciendo de colegial y no me molesta. Pero no me siento el rostro emblemático. Podría ser que sí con el personaje de ‘Promedio rojo’, que representa a un tipo de escolares que no habían sido mostrados en películas ni en teleseries. De repente salió este ser friki a la luz pública y muchos niños se sintieron identificados”.

-Tenías apenas 19 años y estabas terminando el 1° año de comunicación escénica en la UNIACC, cuando protagonizaste “Promedio rojo”. Eso no lo puede decir cualquier actor…
“No lo dimensioné hasta que estrenamos la película. Ya no era un niño, pero para mí el rodaje fue ir a huevear al set todos los días. El grupo era muy divertido. Muchos gallos del equipo y del elenco no pasábamos los 21 años y además, (Nicolás) López es un hueón muy entretenido. Nunca me lo tomé como una pega ni como “¡oh, este es el inicio de una carrera!”. Yo era como, “no, hueón, el rodaje es enero y febrero”, que eran mis vacaciones, “¡Pero qué mejores vacaciones que éstas!”.

-Igual le pusiste algo de seriedad al asunto… Subiste ocho kilos por contrato…
“Sí, pero eso también fue juego: “A ver, ¡vamos a comer más papas fritas! ¡Vamos más al McDonald’s!.
“En ningún momento fui adulto para enfrentarme a esa pega. Dentro de la película, con respecto a la actuación, sí hice un trabajo profesional: siempre me supe mis líneas y siempre llegué a la hora al set. Pero el peso que le daba yo era como “lo estoy pasando la raja”. Fue tan entretenido el proceso y el rodaje, que nunca tuve esa conciencia de que ese era mi trabajo. Nunca pensé que me iban a estar mirando en todo Chile, ni que también lo iban a hacer en España, hasta que llegó el día del estreno. Ahí fue como “chuta, ¿qué onda?”. Me vino como una cosa de no saber dónde estaba parado, y veía los carteles de la película en las calles y que en todas las salas la estaban dando, que hablaban de ‘Promedio rojo’ en la tele... Pero hasta ese momento era todo un juego”.

-Después del estreno, ¿te miraste al espejo y dijiste “y ahora qué hago con estos kilos de más”?
“Sí. Yo siempre decía que después iba a bajar lo que había engordado y los chiquillos de la película me decían que para qué. ¡Y lo hice poh! Me metí al gimnasio, empecé una dieta y al final bajé lo que había subido y más. Y de ahí que me mantengo, porque el medio donde trabajo, que es la televisión, tiene sus propios cánones de belleza, así que hay que verse… esbelto. (Se ríe)
“Como verduras, pero también tallarines con salsa y carne. No como comida chatarra, porque cuando bajé de peso la pude sacar de mi vida. Pero voy al Liguria y me pido un buen plato de plateada con porotos y me la como feliz. Me gusta ese tipo de comida: una buena paila de pastel de choclo”.

-¿Te afectó un poco la autoestima verte con 86 kilos encima?
“No tuve ese problema. Yo venía de ser un niño con sobrepeso. Antes de la película no era así como estoy ahora. Desde los 10 años, hasta que salí del colegio, era gordito. ¡Me decían guatón! Pero para qué andamos con cosas, si se le pregunta a cualquier gordito si le gustaría ser flaco, va a decir que sí. Y yo era un niño gordo que quería ser flaco”.

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