Sebastián Lelio (33) dice que estudió cine sólo por “intuición”. De cinéfilo no tenía nada. Llegó directo del sur a la Escuela de Cine de Santiago a los 21 años y como tenía que “ocuparse” en algo y le gustaban las expresiones artísticas, se decidió por el séptimo arte.
“Tenía intereses diversos; artes plásticas, escribir, las fotos, entonces pensé que el cine reunía varias formas de expresión. Entré a la escuela sabiendo muy poco, sólo por una cuestión de olfato y comprobé que tiene algo renacentista. En el cine confluyen todas las artes y eso es precioso y ya que había que ocuparse en algo, más valía ocuparme en algo difícil, una odisea”, dice sonriendo.
Partió su carrera entre video clips (como del grupo electrónico de Sergio Lagos, “Marciano”), cortos (como “Cero”, sobre la caída de las Torres Gemelas) y programas de TV (“Mi mundo privado” de Canal 13, entre otros).
Pero su nombre, o más bien su ex nombre, comenzó a sonar fuerte cuando estrenó en 2006 su primer largometraje, “La Sagrada Familia”. El film, protagonizado por Patricia López y Néstor Cantillana, entre otro, trata sobre una familia que pasa un weekend de Semana Santa en la playa, que termina siendo revelador. Con un guión de sólo siete páginas y cámara en mano, Lelio filmó la película en apenas tres días.
La cinta, que fue tan aplaudida como rechazada por algunas instituciones como El Porvenir de Chile, que la catalogó de “irrespetuosa” (entre otros adjetivos), ganó premios en diversos festivales internacionales como en Suiza, Francia, España y otros, además de ganar una beca en Cannes.
“Nunca nos imaginamos que pasaría esto, es una película muy chiquitita, que tuvo una vida desproporcionadamente más grande de lo que pensamos”, explica.
Sobre las críticas, que apuntaban a que era una buen idea pero con “mal pulso”, el director afirma que “es una película que le puede hinchar mucho las pelotas a quien la quiere medir con una vara académica, porque no tiene belleza académica, sino que va en contra de eso. Es el precio que quisimos pagar; encontrar una belleza emocional, mostrar personas de carne y hueso, algo real, como estar ahí”.
- ¿Qué opinas de que la cataloguen como experimental y hasta reality?
“Reality me parece un poco ‘too much’ y experimental también porque finalmente el cine está lleno de reglas y códigos como el Manual de Carreño. Claro, es muy necesario tener educación pero no creo que haya que cuestionarse tanto y hacer cosas distintas. Creo que si uno hace más de lo mismo se obtiene más de lo mismo. Cambiar la lógica te lleva a un lugar nuevo. De ahí que sea experimental, sobre todo porque estas películas buscan contar historias, emocionar”.
- ¿Cuáles eran tus referencias?
“Ese cine que entiende el rodaje como el momento crucial, más que el guión. Me gusta mucho John Cassavetes ("Una mujer bajo la influencia"), Lars Von Trier (“Dogville”), el cine chileno de los 60-70. Mientras inventaba alguna solución para hacer películas me iba dando cuenta de dónde podía agarrarme y eso es alucinante en la cinefilia y al hacer cine, saber de qué familia vienes, de qué tronco pretendes adosarte”.
- ¿Qué te parece el cine chileno de hoy?
“Éste es un momento muy estimulante, hay muchas películas y gente nueva, súper distinta entre sí, se está diversificando, hay mucha vitalidad y ganas. Lo encuentro demasiado positivo, entre más se haga mejor. De 30 películas que se hagan saldrán unas cinco buenas y eso ya es harto para un país chico como éste”.