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Educar con palmadas sube al banquillo de los acusados

Las cartas al director de "El Mercurio" a favor y en contra del castigo físico a los niños, aunque sea leve, causó un nutrido debate en el blog del diario. Un coscorrón, dicen algunos padres, es una buena forma de educar. Especialistas en crianza advierten que cualquier actitud violenta deja huellas.

17 de Abril de 2008 | 09:54 |
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El abogado y profesor de Derecho Civil, Jorge Baraona González, fue el primero en reaccionar al cambio del artículo 254 del Código Civil que prohíbe el castigo físico a los hijos.

Reconoce que la psicología moderna enseña que la mejor educación se logra a través de la reflexión y el ejemplo, pero añade: "El sentido común indica que, a veces, un moderado 'cachetazo' o un 'coscorrón' hacen muy bien, en cuanto duele, y con ello se representa la mala conducta y la desincentiva".

Su opinión no causó indiferencia: "La utilización de la violencia como medio educativo tiene como efecto la validación de ésta como medio de interacción entre las personas, lo que a su vez genera más violencia", le respondió Felipe Sateler, en la misma tribuna.

El debate no terminó ahí y siguió con más de 200 intervenciones en el blog de la sección cartas al director de "El Mercurio" a fines de 2007, de lectores que defienden con pasión y con ejemplos de su vida diaria la pertinencia de dar o no una palmada.

"El castigo sólo debe aplicarse cuando el niño traspasa los límites de la obediencia y el respeto", dice Luis Pablo Barthou. Él tiene dos hijos -Karin Michelle de 11 años y Benjamín Ignacio, de 18 meses-, e intervino en el blog para defender la posibilidad de dar una o dos palmadas para corregir una mala conducta y desincentivarla. "Pero nunca para descargar nuestra ira y frustración" en ellos, advierte.
Sanción
41% de los consultados en la Encuesta Bicentenario de la UC estuvo de acuerdo con que las sanciones y castigos son parte del aprendizaje.
35% afirmó que estas acciones no conducen a nada, y que sólo se aprende dialogando.

Para Herman Aguirre, papá de dos varones de 20 y 24 años, el castigo físico no es aceptable, pese a que él recibió más de una "zurra con palos" de su padre. "A mis hijos los crié sin ningún golpe y por eso tuve que lidiar con mi esposa que algunas veces los palmoteó", dice de sus hijos universitarios, que "no fuman, no toman, son puntuales, responsables y tienen un sentido social notable".

Quienes se dedican a fomentar buenas prácticas de crianza dicen que ni la palmada ni el golpe fuerte son necesarios para que un hijo entienda que determinada conducta está mal.

"La respuesta de cómo educo a los niños va por el desarrollo adecuado de las competencias parentales", afirma la psicóloga Ana María Arón, directora del Centro del Buen Trato de la U. Católica, quien propone ofrecer a los progenitores que no tienen estas habilidades la posibilidad de desarrollarlas en escuelas para padres.

Baja autoestima

"Son muchos los factores que uno como padre considera en ese momento: si lo hizo con intención, si está arrepentido, si entiende que obró mal, la gravedad de la falta, las circunstancias, etc.", dice Barthou. Y agrega que la edad del niño y su capacidad para discernir lo correcto de lo incorrecto también son importantes.
Nuevo modelo de crianza
"Estas posturas tan opuestas acerca del castigo físico se pueden entender si se observa lo que ha pasado en las últimas décadas con la familia chilena", dice la socióloga Elaine Acosta, quien es investigadora en temas de familia e infancia de la U. Alberto Hurtado.
Un punto importante, explica, es el cambio en la posición del niño dentro del grupo parental. Si a mediados del siglo pasado él se ceñía a lo que sus padres le ordenaran y dieran, "hace unos 20 años eso comenzó a cambiar, y ahora levanta la voz y le discute a sus padres".
Por otra padre, esos progenitores han ido sumando roles a los que tenían por tradición. La mamá no sólo cría sino que también trabaja fuera de la casa, y el papá ya no sólo es proveedor, sino que también debe entregar cariño y afecto, pese a que nadie lo socializó para eso.
Y mientras ocurrieron todos esos cambios, el modelo de crianza tradicional y autoritario se mantuvo. "Todo eso entra en tensión, y puede aparecer el golpe como una mala solución".
En ese sentido, la socióloga cree que ese modelo autoritario está en proceso de cambio. "Se instalará un modelo de convivencia familiar distinto, que no significa quebrar la autoridad de los padres, sino que instalar una forma de convivencia basada en el respeto y no en el miedo".
Para la psicóloga Isidora Mena es fundamental cambiar esta forma de interactuar entre padres e hijos.
"Si hay relaciones con castigo de por medio, se va a producir un quiebre generacional súper fuerte que nos va a dejar con relaciones quebradas, lo que puede tener consecuencias sociales y familiares muy graves".

Al igual que él, todos los padres que intervinieron en el blog a favor de las palmadas dejaban claro que ésta era una medida extrema y la diferenciaban del maltrato físico.

Sin embargo, Ana María Arón advierte que una palmada o un coscorrón, aunque los adultos le bajen el perfil, tienen un impacto fuerte en la psiquis del niño. "El efecto no es físico, sino que psicológico, porque la cachetada viene de parte de la mamá o el papá y para el niño ellos no pueden estar haciendo algo malo".

Luego, las consecuencias, agrega la psicóloga, son que el niño se siente humillado, concluye que no es valioso, eso baja su autoestima y se deprime.
Además, el niño castigado físicamente aprende modelos de violencia. "Y como no puede golpear al adulto que lo castiga, lo hace con el hermano chico o los amigos", agrega la directora del Centro del Buen Trato.

Acción reparatoria

Carolina Dell'Oro, filósofa y directora del Centro Educacional Paidea, no cree que "una palmada con cariño" le haga daño a un niño, y que el problema es cuando los golpes son producto del descontrol. Esto último, agrega, es consecuencia de la falta de límites y reglas claras para los hijos, ya que al no tenerlas transgreden las normas de respeto y obediencia.

"Ellos las necesitan e incluso las piden, pero los padres no las imponen", porque sienten que eso es ser autoritario. "Hay mucha confusión, porque imponer autoridad no significa sólo poner límites, sino que conducir y eso supone acompañar".

En ese sentido, concuerda con la necesidad de educar a los padres. Y también en reivindicarlos sobre los hijos, "porque ahora en las películas y las series se ridiculiza al que está preocupado de su hijo e ironizan con la familia tradicional".

Para la psicóloga de la U. Católica, Isidora Mena, directora del programa Valoras, agrega algo más: el castigo, físico o no, nunca es útil. "Lo que sirve es la reflexión conjunta y poner consecuencias lógicas. Por ejemplo: si falsificó la firma de un justificativo, que le quede claro que eso implica una pérdida de confianza y buscar juntos una acción reparatoria, que no es quedarse sin televisión, sino que tener que informar al papá diariamente de qué pasó en el colegio y analizarlo en conjunto".

Ejemplo de solución

"Me pegaron cuando chico y aquí estoy, de lo más bien y sin traumas". Esa es una frase que se escucha recurrentemente entre quienes consideran el castigo físico válido y que buscan desmentir los daños que éste causa.

La psicóloga Ana María Arón cree que esa frase responde a una estrategia para validar la violencia física, y además para justificar lo que hicieron sus padres, porque lo contrario "sería considerar que los padres no fueron buenos".

Ella ha trabajado con adultos en esta situación. "Tratamos que piensen qué les pasó cuando chicos, cómo los educaron, cómo tienen que cambiar las cosas y a rescatar a sus padres si los maltrataron, pero explicándoles que fue porque no tenían las competencias necesarias".