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“Todos los chilenos están en guerra íntima con su mapuche”

La coleccionista de platería mapuche rescata el valor de esta cultura y afirma que mientras los chilenos no se reconozcan mestizos no van a conseguir ser modernos y desarrollados. Hoy, su esfuerzo está centrado en internacionalizar la espectacular muestra.

12 de Junio de 2008 | 09:46 |
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A tres años de la exposición “Lágrimas de Luna”, Jacqueline Domeyko todavía guarda, frescas en la retina, las reacciones que se sucedieron en aquella ocasión.

Recuerda que en los 45 días que duró la muestra –montada en el Museo de Bellas Artes y a la que asistieron, en promedio, mil personas por día- lo más impresionante fue que muchos eran mapuches que no conocían estas piezas, que no alcanzaron a verlas en su niñez y que recién ahí pudieron conocer y comprender, en todo, su significado.

“Traían a toda la familia para mostrarles que ellos sí tuvieron dignidad, historia, que sí tenían patrimonio, cultura, arte; hubo reacciones espontáneas de rituales, de cantos a capela, de llanto. Se produjeron desde el lado social más cercano al indigenismo, reacciones tremendamente potentes y emotivas y desde el lado social del más desconectado, más huinca, más duro en reconocer su mestizaje, sorpresa”, cuenta.

La decoradora Jacqueline Domeyko, tras una década de recorrer e investigar en tierras del sur de nuestro país, ha logrado atesorar una de las colecciones de platería mapuche más importantes que hay en el país, sólo superada por otras que están, incomprensiblemente, en el extranjero.

Para ella, la recuperación de estas piezas debe remecer las conciencias de los chilenos que, a su juicio, tienen al “mestizo dormido”.

“Es tan violenta la desconexión que existe con el mestizaje que tenemos, tan violento el desconocimiento, porque no es la ignorancia, es el querer desconocerlo, que evidentemente nadie sabía que se podía producir algo así, sagrado”, afirma.

-¿Qué tan ligados estamos o no los chilenos de hoy, los modernos, los que corren rápido, a las raíces indígenas, especialmente, mapuche, pero habiendo aymara, alacalufes y otros?
“Esto es lo mismo que los vientos, los árboles que no se mueven son los que tienen raíces profundas; entonces, es fundamental, para poder estar en un mundo que corre rápido tener raíces profundas. Cuando digo raíces profundas digo que no es que el indígena en el mundo de hoy no quepa, es que el ser humano que no tiene raíces se cae, que no tiene identidad, que no se enorgullece de sí mismo, que no rescata su historia. “Estoy hablando de un ser humano que se para en una plataforma sólida, sin importar el tamaño y lo que hay arriba, sino que lo que hay debajo; con esa solidez el ser humano tiene mucho que ganar y me parece que, desgraciadamente, Chile es un país tremendamente dividido –no en el sentido político- sino social y de identidad. Aquí no cohabitan distintas culturas; Chile está lleno de indígenas y esa es su gran riqueza, su diversidad étnica”.

-Culturas indígenas que hemos intentado desterrar, no sólo físicamente, sino de la realidad.
“Claro, es como si pensáramos ojalá los hubiéramos matado a todos, pero no pudimos. El gran error es que no se puede callar, subvalorar a alguien que está vivo de por vida. El mapuche es un guerrero porque lo mueven razones espirituales mucho más potentes que las razones políticas que mueven a las otras sociedades. Las razones de guerra del mapuche son defender un patrimonio que es de su Dios, en ellos no existen las leyes territoriales, no son dueños de nada, todo es de Ngenechen, su dios y tienen que velar por los bienes de él”.

Jacqueline Domeyko afirma que la colección “Lágrimas de Luna” busca generar un diálogo “para que el chileno desconectado de su origen se reconozca”. Intenta graficar esto contando que en los años que vivió en París, cuando pequeña, era normal preguntarle a las personas de dónde eran, porque, comúnmente, venían de otro país. Sin embargo, señala que cuando esa pregunta se hace en Chile, la respuesta que se recibe es ‘chileno, pero…mi abuelo o tatarabuelo era inglés o español’. “A quién le importa eso. Y nunca nadie me dijo ‘chileno, pero mi tatarabuelo mapuche’. El mapuche sabe todo del chileno, cuando va al colegio le pasan la historia de Chile completa, con la colonización alemana y suiza, pero no hay una página de los mapuches. No estudia sobre ningún líder mapuche, su arte, su lengua, sino la castellana”, acusa.

-¿Intentamos sacarnos, a como dé lugar, la raíz mapuche como si fuera una carga?
“Claro, los queremos desconocer y como no fueron eliminados y hoy tienen más fuerza, evidentemente reclaman. Y lo hacen para decir mírenme, existo y la respuesta es ustedes no son como nosotros y después es que ustedes no se adaptan.
“El 75 % de los mapuches se cambia el primer apellido y adopta uno que no le corresponde, porque tener un apellido mapuche es quedar en la carpeta adentro del cajón del escritorio cuando se postula. Si te llamas Mariqueo o Catrilaf… ¡ni una posibilidad!, hay que llamarse por lo menos Pérez, Flores o Vega que son los más comunes que adoptan. Te das cuenta la violencia de tener que adoptar un apellido que no es tuyo para sentir que recién ahí se te empieza a abrir la primera puerta”.

-¿Se ha perpetuado la guerra de Arauco?
“Absolutamente. Hay un subconsciente colectivo que tiene al mestizo dormido, como que todos quisieran que el mestizo no existiera, pero existe, entonces, aunque no estés en guerra física, concreta, con el pueblo mapuche, todos los chilenos están en guerra íntima con su mapuche.
“Para que este árbol corra en un mundo globalizado, tiene que tener raíces profundas y necesita ser integral, y para serlo tiene que reconocer cada trozo de su espíritu, de su ancestro, ahí se es un ser completo. Hay una parte nuestra donde todo es negado. El mapuche no se dejó doblegar, entonces lo relegaron a una vida absolutamente abandonada. He recorrido comunidades mapuches que hacen que la población La Pincoya sea Buckingham Palace”.

-Esto puede hacer entender porque somos discriminadores.
(Con risa) “Pero si nos estamos discriminando a nosotros mismos, no hay peor palo que el de su propia astilla. Hace poco di una entrevista donde afirmé soy chilena, mestiza, a mucha honra y nunca me imaginé que iba a generar tantos anticuerpos. No sabes la cantidad de amigos mmíííooosss que me llamaron para decirme, con rabia, ¿tú, mapuche, de dónde, ridícula?. Les contesté sí, chilena, belga, polaca y mapuche y ellos me replicaron no, yo no, somos una familia de la aristocracia, antiquísima. Y resulta que ellos son más mapuches por eso, porque los españoles, cuando conquistaron Chile vinieron sin mujeres, la única fue Inés de Suárez. Las mujeres de los primeros españoles fueron las mapuches, entonces, aquí, como dice el libro, Chile país mestizo”.

Con la misma fascinación con que ha recolectado y protegido la colección, Jacqueline explica: “de nuestros ancestros indígenas vienen un montón de códigos que nosotros tomamos como propios sin saber de dónde vienen. Estamos completamente desarraigados, no tenemos raíces o las tenemos fragmentadas”.

-¿Cuál es el trasfondo de “Lágrimas de Luna”?
“Su propuesta es entender que el pueblo mapuche sí tiene cultura, herencia, patrimonio, historia y sí tiene esta expresión artística, pese a que por años se ha dicho que no saben escribir. La propuesta es decir están equivocados, ellos sí escribían, pero lo hacían con ideogramas que plasmaban en láminas de plata, los elementos con los que se conectan a su mundo místico. Si se aprende a leer la mal llamada joyería mapuche, te das cuenta que es un libro; los símbolos no son elementos decorativos, son símbolos sagrados que colocados de una o tal forma quieren decir tal o cual cosa”.

-¿Y por qué se llama "Lágrimas de Luna"?
"Porque en el mundo andino, y en el mapuche, cuando la luna llora, que es un divinidad, sus lágrimas son de plata".


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