Son todos jóvenes y están en “la calle” desde hace varios años, aunque técnicamente están en los campamentos. Ex alumnos del Saint George, trabajan intensamente buscando sacar de esa realidad a centenares de chilenos que probablemente pasarán mucho frío este invierno.
La labor no es menor porque, tal como señala Soledad de Gregorio Aninat, al frente de la
Fundación Trabajo en la Calle desde marzo de este año, implica ante todo hacer visible una realidad que muchos prefieren no ver.
Concentrados en 5 campamentos y una villa, estos jóvenes pretenden sacar de la pobreza a un grupo que vive en permanente vulnerabilidad y con el temor presente de volver a caer en una situación de escasez.
-Trabajos en la calle se realizan desde hace décadas; lo hacía el Padre Hurtado. La pregunta hoy es ¿cuánto ha cambiado esa realidad, qué es lo distinto?
“Lo distinto es que ya no se está viendo, por eso nuestro lema es ‘cambiar el Chile invisible’. Los megacampamentos están casi siendo sobre intervenidos porque molestan, porque se ven, porque van en contra de lo que desea el alcalde.
“Cada vez se trata de campamentos más chicos, microcampamentos de menos de 25 familias, en terrenos que son de nadie y están escondidos. No hay políticas diseñadas para ellos y la pobreza es mucho más dura y es más difícil sacarlos de ahí”.
-¿Se trata de una pobreza mucho más golpeada por adicciones?
“Sí, adicciones y abusos, hay mucha violencia dentro.
“No sé si hay más adicciones que hace años atrás, pero ha cambiado esta pobreza. Antes estaba en la calle y se le veía; antes los campamentos y poblaciones estaban al lado y uno los veía; ahora están cada vez más lejos y escondidos y por lo mismo, es más difícil sacarlos de ahí”.
-Se habla mucho del chileno solidario. ¿Es verdad o se ha hecho insensible a esta realidad, especialmente por la política de segregación que se está aplicando?
“No creo que el chileno se haya hecho más insensible, sólo creo que le toca verla pobreza menos y por lo mismo, no la asume tan directamente; lo hace vía otras maneras como decir
doy tanto a una fundación mensualmente y con eso se quedan contentos”.
-Pero, ¿hay segregación? Porque lo que muestra la película “Machuca” hoy no se da.
“No, nooo, no se ve y de hecho, en general, nosotros estamos viendo que nuestro trabajo se está yendo cada vez más lejos. Antes podíamos estar en Lo Barnechea y probablemente muy pronto estemos en Buin y Colina porque es donde están ubicados hoy los microcampamentos. Los que están ubicados en el barrio alto o están todos intervenidos o ya no están”.
-¿Cómo lo explicas? ¿Por qué el chileno no quiere ver la pobreza cerca suyo?
“Creo que más que no los quiere cerca suyo es porque están cerca mío me afectan más y los ayudo más y salen de ahí. Los que están lejos no los veo, no los ayudo. Por eso nuestro trabajo es hacerlos visibles”.
-Después de tantos años, con tantas fundaciones trabajando en la calle, algunos pueden tener la sensación de que esta realidad es inalterable.
“Nosotros formamos una comisión que llamamos ‘comisión futuro’ para evaluar los años que vienen, ver cómo se va a mover la pobreza. Trabajaron un montón de expertos y una de las conclusiones fue que, probablemente, los microcampamentos no se acaben, no, por lo menos, en el corto plazo.
“La idea de un Techo para Chile de llegar al Bicentenario sin campamentos es muy difícil porque irse a un campamento es un paso para las familias; o sea, las parejas se casan, tienen guagua, viven hacinados con los padres o de allegados y cuando les llega el dato de que hay un espacio, se van e instalan la mediagua y se quedan ahí”.
-¿Eso los perpetúa?
“Es porque en el minuto que te quieres ir de tu casa no tienes dónde irte; no conocen bien las políticas para optar a casas y se van pasando los datos de dónde hay terrenos vacíos que se puedan ocupar.
“O lo que está pasando mucho que es que cuando una familia deja un campamento lo ‘hereda’ o, incluso, venden las mediaguas a otra. Más que desaparecer lo que nosotros estamos buscando es que este paso de pasar de una mediagua a una casa sea más rápido. Trabajar con el grupo de familia de un microcampamento para que salgan de ahí; lo que nosotros buscamos es empoderarlos”.
-¿Puede explicar que esta realidad se perpetúe el hecho de que aunque se salga de esa situación se queda tan vulnerable que es muy fácil volver a caer?
“En general, sí, con las políticas actuales pasa mucho, por eso, insisto, nuestro trabajo es empoderarlos, darles más herramientas. En cierta forma, obtener una vivienda es una excusa ya que paralelo a ello trabajamos en tres dimensiones más que es organización comunitaria, ahorro y redes, es decir, que la persona salga de ese estado sabiendo organizarse, contactándose las redes locales y sabiendo ahorrar”.
-¿En qué está fallando el Estado?
“Hay políticas que no están llegando a estas personas…”
-Pero si está Chile Barrio, el programa Puente.
“Chile Barrio hizo un catastro y confirmó que en los campamentos donde trabajó lograron erradicarlos, pero aparecieron miles de otros que no fueron capaces de incluir en esa política, por eso, se habla de un posible Chile Barrio 2. Esto es un trabajo muy difícil y nunca va a ser perfecto, pero todas las medidas que se han ido adoptando son un paso positivo”.
-¿Y en que está fallando la sociedad?
“Nos falta conciencia, nos faltan voluntarios, personas con ganas de ir a meterse ahí. No se trata sólo de plata, se necesita gente que se motive con esto, que de verdad se crea el cuento porque uno le puede vender las mediaguas a las empresas y felices todos, pero si uno les trata de vender una participación mucho más cualitativa (voluntariado) y se complican mucho más. Se trata de una cosa más de fondo, de largo plazo, que es trabajar semana a semana con las personas para empoderarlas”.
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