Una de cada cuatro personas se realizará una cirugía en algún momento de su vida. El doctor Héctor Valdés sabe que la demanda por correcciones quirúrgicas de defectos, o lo que algunos consideran defectos, es una realidad que está a la orden del día.
A sus 49 años, y con más de 14 mil pacientes en su trayectoria, el considerado como el cirujano plástico top del país sabe que no siempre se obtendrán los resultados esperados, tras una intervención quirúrgica. Es por eso que lanzó hace poco su libro “El otro lado de la cirugía plástica”, el quinto texto que publica sobre su especialidad, y que recopila casos, gráficamente enseñados, con las imágenes más cruentas de la carrera por conseguir el aspecto deseado.
“La gente ha escuchado que las queloides son cicatrices feas, pero no sabe la realidad de lo que son. No sabe lo dramático o lo dantesco que puede ser una imagen y sufrirla en carne propia, nunca mejor dicho”, comenta, con un acento notoriamente marcado por la Madre Patria, en la que vive desde hace 6 años con su familia.
Viaja todos los meses a Chile, y para no perder el training de España, donde tiene su propia clínica en el sector de El Escorial, en Madrid, se ha propuesto no cambiar en su biorritmo el horario español. Es por eso que, a eso de las 10 de la noche (5 de la mañana en la península ibérica), uno que otro bostezo se asoma, cuando explica que con su texto recién publicado espera incitar una reflexión del papel de la cirugía plástica en la sociedad.
-¿Cuál es el verdadero aporte que espera entregar con su libro?
“Ayudar a los pacientes al tomar la decisión de operarse. La calidad de esta técnica se ha refinado tremendamente… Los bajos costos han hecho que hoy día la cirugía plástica sea una alternativa bastante cercana a un número cada vez más importante de la población. Pero no deja de ser una acción médica quirúrgica, y todas las acciones médicas son invasivas. Hay reacciones adversas en ciertas ocasiones, hay alergias, hay contraindicaciones, hay resultados que a veces no son los que se esperaban. Más aún en lo quirúrgico, donde hay muchísimos factores en los cuales, aún en las mejores manos, puede haber desde leves complicaciones a medianas y grandes complicaciones o incluso resultados fatales.
“La idea de mostrar esto es para que el paciente pueda decidir con libertad, porque si sólo ve la parte atractiva, lúdica, fantástica y mágica -que es lo que se ha mostrado en general hasta ahora en la cirugía plástica- no estará en condiciones de enfrentar una decisión de forma responsable. Él tiene que saber que en un porcentaje de casos, nada bajo, un 5%, las cicatrices pueden ser o hipertróficas o queloideas y eso significa que en vez de obtener un resultado mágico a las 2 ó 3 semanas, tal vez tenga que seguir luchando, con su médico, y debe estar preparado psicológicamente para hacer una serie de tratamientos que van a continuar durante un promedio de uno, o incluso hasta dos años, en las cicatrices para poder controlar la altura, el ancho y la dureza de éstas. Entonces, si está preparado, pues es candidato a operarse. Si no, tiene que pensar si su complejo o lo que él considera un defecto, realmente vale la pena como para a correr ese riesgo”.
-Cuando existen complicaciones post operatorias se suele culpar al médico. ¿Es realmente él el responsable o hay mucho de culpa del paciente?
“No es fácil encontrar al culpable. Es como con los accidentes de aviación, que muchas veces son una cascada de problemas y la suma de estos fenómenos adversos desencadenaron una complicación clara. Las decisiones deben ser responsables por parte del paciente, quien debe colaborar, disminuyendo el tabaco, dando información fidedigna de su historia médica. Hay pacientes que sin saber esto, omiten información y justo antes de entrar a cirugía, dicen: sabe doctor, no le había contado, pero yo suelo injerir tal estimulante, y eso cambia muchas veces, de forma importante, el manejo anestésico del paciente, el manejo del dolor postoperatorio, la medicación que se da. Uno también por un tema de confidencialidad, y también de la libertad y privacidad del paciente, no puede someterlo a un test de droga. Incluso en Europa está prohibido siquiera pedirle a los pacientes un examen de Sida sin su consentimiento. Entonces, el llevar la cirugía a buen término es un trabajo de dos: del cirujano con su paciente”.
-¿Qué hace que aunque se conozcan casos desastrosos de malas cirugías, la gente igual se someta a ellas? ¿El narcisismo es más fuerte?
“Hay un cambio social irrevocable. Hoy día la estética personal se considera un elemento propio del desarrollo de una sociedad. Si antes era muy común ver a la gente más modesta con una dentadura en pésimo estado hoy no hay nadie, que posea una mínima capacidad económica, salvo en la extrema pobreza, que no opte a un tratamiento dental por sanidad. Lo mismo pasa con la cirugía plástica, que ya se considera como parte de lo ganado. Está en la sociedad por múltiples factores que ya son imposibles de combatir, por un tema de imagen y de que hoy se vive más, se trabaja más años… Hoy una persona de 55 años ó 60 no es considerada de la tercera edad. Pertenece a un grupo de personas que sigue teniendo nuevas parejas, una vida sexual activa. En todos esos beneficios que ha traído el incremento en la calidad de vida, el paciente utiliza las cirugías para sentirse mejor con su apariencia. Mucha gente joven o con atributos físicos cuestiona la cirugía plástica, y es justamente cuando uno no la requiere que se piensa que es irrelevante, pero basta tener un defecto, unas orejas aladas, una cicatriz en el rostro o ausencia de busto en una mujer, para poder darse cuenta de su importancia”.
-¿Cree que esta sociedad exitista, donde se valora tanto lo físico, ha extralimitado el uso de la cirugía plástica?
“Ha habido un boom en la promoción de la cirugía, que ha hecho que se haya desvirtuado y desprestigiado un poco en los últimos años, como algo fatuo, vano, con un poco de farándula... Pero, en rigor, el grupo más importante de pacientes que consultan, afortunadamente, vienen por cosas bastante concretas. No vienen por extravagancias. Una mujer consulta aquí porque, efectivamente, le falta busto y no porque quiere ser la más llamativa del grupo. Simplemente quiere un busto normal, poder desnudarse y sentirse una mujer normal. Es cierto, hay un pequeño porcentaje, mínimo, de un 3%, que busca un tamaño de busto absolutamente desmedido, desproporcionado. Hemos tenido múltiples casos conocidos de gente de farándula, que han sido justamente muy polémicos, y han hecho que quede esa imagen de una cirugía que se presta para cumplir caprichos de personas excéntricas”.
-Pero algunos médicos plantean que deben darle el gusto a sus pacientes…
“Discrepo absolutamente de eso, porque con ese criterio tendríamos que de inmediato autorizar el aborto y la eutanasia. El deber del médico no es asistir la voluntad del paciente, para eso tendríamos que estar también poniéndole prótesis de mama a pacientes de 15 años, que ya están solicitándolo, acompañadas por sus padres, o haciendo rejuvenecimiento facial a personas que no lo necesitan. La labor del médico es, sobre todo, ser un buen consejero. Se consulta a un especialista para pedirle una opinión a alguien bien documentado. “Recuerdo que hace un par de días una paciente joven, tremendamente disgustada, prácticamente me increpó porque yo no accedí a operarla. Le dije que su nariz era una nariz bonita. Pero ella tenía el capricho de que si ella pagaba el procedimiento podía exigir esa cirugía. Le dije que le iba a cambiar el rostro, le di ejemplos de narices grandes que no se pueden tocar, porque finalmente el paciente perdería mucho. Cuando uno opera, tiene que ver el conjunto y no puede ir solamente a ver el foco al cual consulta el paciente”.
-¿Cree que debe haber un juicio crítico de los medios y modelos que incentivan la búsqueda del cuerpo perfecto, muchas veces en menores de edad?
“Yo no culpo a los medios. La gente debe tener la capacidad de discernir la información, de tener la capacidad de ver que algunos íconos que marcan, desafortunadamente, tendencias de mercado, de moda, de físico, finalmente son personas que tienen un desarraigo familiar, una desestructuración personal y de su entorno, alta tasa de divorcios, excentricidades y a veces consumo de drogas o detenciones por conducir con alcohol o por agredir a un policía… Y ése es el ícono al cual se quiere seguir físicamente. La cirugía plástica no puede entrar en moda, por una serie de televisión, por películas, por actrices que se han sometido a cirugías extravagantes y que, sorprendentemente, son rápidamente imitadas aquí en Chile. Aquí aumentó muchísimo la demanda por bustos grandes por un programa de televisión, que no voy a dar el nombre… Y después, resulta que esas actrices, en otro programa o en otro reality show, lloran un poco y dicen que se equivocaron, que en ese momento pensaron que esto les iba a mejorar su ego, su imagen, su autoestima. En estética es muy importante no seguir ni un ícono, ni un molde ni una moda, porque hemos tenido grandes desastres y defectos colectivos de boca, de narices y de senos”.
-Cada época de la humanidad tiene sus propios estereotipos estéticos de belleza. El querer verse como esos íconos de la televisión, ¿no es querer ser normal, entre comillas, en nuestros tiempos?
“En nuestro tiempo, sí, pero es importante tener nuestros límites, y no transformarnos en un esclavo de la belleza. Hay que aceptarla y utilizarla hasta cuando sabemos que nos proporcionará una sensación de bienestar personal, y sin caer en el exceso de deprimirnos si no corregimos quirúrgicamente algo. Una mujer tiene múltiples formas de sacarse partido o de conseguir más belleza. Desafortunadamente, es lo que hay. Es como pasa con internet: o lo utilizamos o estamos fuera de nuestra civilización. El juego de la belleza está en el día a día, e incluso ayuda en la búsqueda de un trabajo. Pero hay casos en que pareciera que la persona cree que la felicidad está en la perfección de un rasgo físico, como pasa con conocidos actores o cantantes, que piensan que porque tienen el dinero, tienen la capacidad de pagarle a un cirujano para que le haga los caprichos que quiere, y sus resultados, finalmente, son un desastre. La cirugía estética se debe considerar como una herramienta para sentirnos normales en un grupo. La línea peligrosa está cuando queremos utilizarla para destacar, para tener la nariz más respingona, porque se cree que así alguien será la más bonita de un grupo. La cirugía plástica está hecha para ayudar, por ejemplo, al chico que tiene las orejas grandes y que sus compañeros del colegio se burlan de él… ¡Él quiere tener sus orejas como las tiene el grupo! Yo defiendo la cirugía plástica para ayudarnos a sentir normalidad, no para ser excéntricos”.
-¿Existe alguna patología ligada a la adicción a las cirugías plásticas?
“Existe, aunque no es una enfermedad de la cirugía plástica. Es una característica de un grupo minoritario de personas que tienen que luchar consigo mismo porque están continuamente llevando in extremis ciertos deseos que ellos tienen. En la cirugía plástica también se da. Da mucha pena, porque son personas que no son felices, por su compulsión por una perfección. La opción es tratar al paciente, orientarlo desde el punto de vista psicológico para una terapia”.
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