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La era de los hombres culposos

Si antes eran las mujeres las que se sentían tensionadas por el conflicto entre criar a los hijos y salir a trabajar, hoy cada vez son más los padres que acusan malestar porque no siempre logran estar presentes y conectados profundamente con sus hijos. El padre eminentemente proveedor está dando paso al hombre que necesita de sus hijos para poder vivir, y está recorriendo un camino no exento de culpas y cuestionamientos. En este reportaje, connotados especialistas y testimonios las identifican y cuentan cómo aprender a superarlas.

02 de Octubre de 2008 | 11:29 |
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Hace cuarenta o cincuenta años, no era raro encontrar a un padre incapaz de recordar el nombre de todos sus hijos. Hoy, todavía existen esos padres, pero también los que son capaces de rechazar una convincente oferta de trabajo fuera del país por no dejar a sus niños. "Conocí a un padre que estaba entusiasmadísimo con la idea de aceptar un puesto fuera de Chile, pero su gran culpa era dejar a sus hijos. Esa culpa lo tensiona hasta ahora, al punto de que no puede tomar la decisión", comenta el siquiatra Juan Pablo Díaz, quien está viendo cada vez más casos de hombres en conflicto por tratar de ser los mejores padres, pero también exitosos y productivos en otros ámbitos de su vida.

"El valor de los hijos para este hombre es irrenunciable, y la tendencia va hacia allá: a padres involucrados en la crianza de sus hijos en aspectos que van mucho más allá de cambiar pañales", describe el especialista. Este progresivo cambio, apunta, se ha producido porque en el último tiempo los hombres han ido incorporando la emoción como una parte básica de su existencia. Una emoción que no pueden desarrollar ni en el trabajo ni en el mundo social, pero sí en la intimidad del hogar, y especialmente junto a los hijos.

Esa necesidad de emoción, sin embargo, es la que está generando en los hombres-padres más jóvenes una culpa que no conocieron sus antecesores. Si antes eran las mujeres, por definición, las que tenían sentimientos encontrados por dejar de centrar su atención en los hijos para entrar al mundo laboral, ahora los hombres también están manifestando su malestar por no poder compartir con sus hijos todo lo que quisieran. Son padres entre 30 y 40 años, describe el siquiatra: "Están cada vez más involucrados en la crianza de sus hijos, pero continuamente se reprochan no tener más tiempo para estar físicamente con ellos, como para poder construir vínculos emocionales tan estrechos como los que desarrollan con sus madres".

PRIMERA CULPA: Ser proveedor vs. padre presente

La gran culpa del hombre de hoy es que se ve atrapado en dos ámbitos: el deseo de participar más de la parte afectiva de su familia, por un lado, y responder a las exigencias que le impone ser un buen proveedor, "como tener acceso ilimitado al consumo, atender la casa y además trabajar y trabajar", afirma Juan Pablo Díaz. "Los hombres no trabajan sólo para hacerse más ricos ellos, sino para mantener la casa, elevar el estatus. Están en una carrera muy ansiosa por correr y llegar a tener luego lo que quieren tener, sin medir las consecuencias. Nadie dice: estoy bien así, entonces llego a las 5 a la casa para estar con los niños. Siguen trabajando sobretiempo y las horas que sean, los sábados y los domingos. Dicen: ¡Tengo que hacerlo, tengo que pagar la casa, las deudas!".
Los conflictos ancestrales de los hombres
Las nuevas generaciones de hombres no sólo están viviendo culpas en relación con la crianza de los hijos, la familia y sus afectos. También hay culpas que, a pesar de las transformaciones de la sociedad, los acompañan desde siempre, y aparecen cuando sienten que han fallado en alguna de las áreas cruciales que ponen en juego su masculinidad.
Según el sicólogo Francisco Aguayo, distintos estudios antropológicos determinan que, tanto en Chile como en América Latina, la identidad masculina -y las culpas- se desarrollan sobre la base de tres pilares:

EL TRABAJO: "La cultura todavía espera que los hombres trabajen en jornada completa, tengan un buen sueldo y sean exitosos en cualquier trabajo que emprendan. Y si no son exitosos, que cumplan con el principio de una alta productividad. Si no responden en ninguna de esas dos áreas, sienten que no están cumpliendo, y desarrollan la culpa".

LA PAREJA Y LA FAMILIA: "Este ámbito va de la mano con el sentirse proveedores -para proteger a la familia y a la pareja- y ser el referente de autoridad y poder dentro del hogar. Los hombres sienten mucha culpa cuando, por ejemplo, tienen que vivir con su señora e hijos en la casa de los padres, o cuando ella gana más que él, porque sienten que no están cumpliendo todo lo que deberían cumplir".

LA SEXUALIDAD: "Los hombres están socializados para ser heterosexuales y conquistadores, aun cuando están en pareja. Cuando sufren sucesivos rechazos femeninos -especialmente en el área sexual- sienten que no están cumpliendo en esta área y se sienten humillados, con culpa, miedo y depresión".

El resultado de esta tensión es un padre que sufre por no poder llegar más temprano, y que cuando llega encuentra a los niños dormidos y no puede compartir con ellos. Bien sabe de esto el siquiatra infantil Arturo Grau, quien comenta que durante mucho tiempo, gran parte de los trastornos del sueño de los niños se debía a papás que llegaban del trabajo y despertaban a los niños, que se habían dormido temprano, para poder jugar con ellos.

El doctor Grau coincide con Juan Pablo Díaz en la idea de que son los mismos padres los que tienen en sus manos la decisión de equilibrar trabajo y familia, pero hay muchos que se nublan en su conflicto entre ser buenos proveedores y a la vez padres presentes. Aunque, describe, hay muchos que están doblando la mano al modelo y volviendo cada vez más temprano a sus casas para asumir una crianza más presente. "Tienen la necesidad afectiva. La obligación de ser padre en décadas anteriores era mucho menor que la de ser madre. El padre sólo proveía y la mujer criaba, pero ahora está adquiriendo responsabilidades que van más allá de las pecuniarias".

SEGUNDA CULPA: No poder establecer un vínculo profundo con los hijos

Si la primera culpa era de carácter cuantitativo, ésta es cualitativa, y la viven los hombres que habitualmente se quejan de no poder conocer tan profundamente a sus hijos como lo hace la madre, que les gustaría conocer más su mundo y forjar una relación estrecha que vaya más allá de compartir el día a día.

Esa molestia, aprecia Juan Pablo Díaz, habla de padres que están siendo cada vez más exigentes en lo afectivo, que quieren aportar un factor emocional importante a la crianza de sus hijos, y que buscan que ellos incorporen su figura dentro de la familia no sólo en términos de autoridad, sino también de presencia acogedora y contenedora, un rol que tradicionalmente se le ha adjudicado a la madre.

"Los hijos son el gran cable a tierra afectivo de los hombres-padres, que los lleva a enternecerse, ser amables, tiernos y cuidadosos. En el trabajo manda la eficiencia y la rentabilidad. En cambio la familia exige ternura, y en eso los hijos son una reserva infinita. Esa relación es muy valiosa, y de ahí que los hombres se culpen muchas veces por no poder lograrla", dice el especialista. Y en eso, muchas veces los padres terminan "envidiando" a las madres, que desarrollan esta relación de profundidad por su mayor cercanía innata de los niños.

¿Cómo lograr que los padres también construyan esa cercanía? Al comenzar a desarrollar el vínculo desde la temprana infancia, con gestos tan sencillos como mudarlo, sacarlo a pasear, ayudarle a hacer las tareas, conversarle y también escucharlo. "Eso le da la oportunidad al padre de desarrollar toda la ternura que tenemos los hombres, pero que no podemos desarrollar".

El doctor Grau cree que, a pesar de la culpa de algunos padres, este trabajo por acercarse a sus hijos está rindiendo frutos: "Los niños de hoy están demandando más emocionalmente a los padres, a través de hechos: yo quiero que tú vayas a la reunión, que estés temprano en la fiesta, que tú me pases a buscar. En la consulta escucho mucho a los niños decir: me gusta venir con mi papá; mi papá me acompañó, mi papá me llevó. La voz del niño coincide con el anhelo del padre".

TERCERA CULPA: El miedo a ser autoritarios

Para los padres, éste es un punto complicado y que los llena de contradicciones. No pocos son los que se preguntan: ¿Cómo los reto, cómo me enojo con ellos si los veo tan poco? Según el siquiatra infantil Sergio Canals, hay muchos hombres-padres que hoy día sufren una "doble-culpa", porque deben ponerles límites a sus hijos a través de restricciones y castigos. Eso los hace sentirse culpables, y también juzgados desde afuera por una sociedad que hoy no ve con buenos ojos a quienes ocupan mano dura para criar a sus hijos. "El concepto de autoridad -que significa "ser autor" y guiar a las personas para que desplieguen su autonomía- está hoy muy asociado al autoritarismo, distorsionadamente. Hoy día, en una cultura en que se han acentuado los derechos y el dejar que las personas se expresen libremente, los padres que restringen se sienten culpables y a la vez juzgados desde afuera. Entonces, pierden autoridad y terminan criando niños tiranos. "La imagen del hombre-padre en esta generación se desdibuja".

CUARTA CULPA: La sensación de abandono del padre separado

Lejos, quienes viven con mayor intensidad las culpas son los padres separados; una culpa que, a juicio de los especialistas, era impensada hace treinta años. "En esa época toda la responsabilidad quedaba en manos de la madre. Hoy día pensar así ya no es políticamente correcto, y se han abierto espacios para el cuestionamiento del hombre", afirma Sergio Canals.

Los separados sufren, extrañan a sus hijos y temen dejarlos. Tanto, que muchos evitan separarse porque no quieren dejarlos. Habitualmente dicen que, luego de alejarse de ellos, se dan cuenta de todo lo que se perdieron mientras no estuvieron con ellos. "Hoy día para los padres no es una obligación, sino una necesidad vivir la vida con sus hijos", agrega Juan Pablo Díaz.

Con la separación, muchos padres logran darse cuenta de que sí pueden alterar su rutina de trabajo, y priorizar a sus hijos por sobre la jornada laboral. "Se dan cuenta de que son capaces de sacudirse algunos horarios y, desde la carencia, de que pueden hacerse el espacio. Dicen: me gustaría tenerlos mucho más que los miércoles a las 6 y fin de semana por medio. ¿Y cómo era antes? Los hijos estaban todos los días, pero los hombres quizás los valoraban y consideraban menos".

La deuda pendiente de los hombres: valorar la doble jornada femenina

Mientras los hombres resuelven la culpa que les provoca la contradicción entre participar más en la crianza de sus hijos y responder a las demandas laborales, el sicólogo Francisco Aguayo, investigador en masculinidad y paternidad del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Chile, cree que la deuda pendiente del género masculino es valorar más el trabajo de las mujeres, especialmente el que se realiza en el hogar. "Hoy, en cuanto a valoración, el trabajo no remunerado no ha ido a la par con el empleo pagado. Los hombres, si bien quieren y están participando más como padres, todavía no valoran las tareas de cuidado de los niños y las domésticas".

Para reafirmar esta idea, cita un reciente estudio que se hizo en Suecia, a partir de una muestra compuesta por hombres y mujeres en cargos ejecutivos, que mostró que a las 5 de la tarde, momento en que termina la jornada laboral, era la hora del día en que las mujeres reportaban un mayor nivel de estrés que sus colegas hombres. "Eso, porque saben que tienen que llegar a resolver problemas domésticos", dice Aguayo. "Las mujeres tienen una carga que aún, a ojos de los hombres, está invisibilizada. El gran desafío de los hombres es verla".




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