Los problemas afectivos y conductuales de los niños cada vez son más comunes. Ya no es extraño encontrarse en los primeros años de colegio e incluso en los jardines infantiles con pequeños que presentan dificultades de adaptación afectiva, social y conductual. Un problema que se manifiesta en situaciones como falta de atención, altos niveles de hiperactividad, nerviosismo, agresividad e incluso cambios de ánimo que pueden derivar en depresiones o estados de ansiedad.
La utilización de medicamentos sicotrópicos, como el metilfenidato, la sertralina y la fluoxetina, se ha convertido en uno de los medios más recurridos para atacar estos problemas y lograr la estabilización emocional de los niños, y ahora incluso están ganando terreno entre pequeños que recién comienzan su etapa preescolar. Pero, pese a la alta efectividad demostrada por estas sustancias (que actúan directamente sobre las emociones y la conducta), es necesario utilizarlas con mucho cuidado y estar atento a todas las reacciones que pueden ocasionar. Frente a una posible sobremedicación, el siquiatra mexicano Martín Maldonado-Durán, una reconocida autoridad en esta materia, advierte: "Aunque su eficacia está fuera de discusión, sólo son recomendables en casos de niños con problemas realmente difíciles. Los padres deben tener claro que no se trata de una solución para quitarse a los niños de encima y recuperar la tranquilidad en la casa", asegura.
Con 25 años de experiencia en atención clínica de lactantes, niños y adolescentes, Maldonado-Durán actualmente es el presidente de la Kansas Association for Infant Mental Health, se desempeña como profesor adjunto de psicopatología del bebé en la Universidad de Kansas y es autor de varias publicaciones sobre salud mental infantil.
"Más allá de los trastornos más conocidos (Déficit de Atención e Hiperactividad), hoy en los preescolares cada vez es más frecuente observar trastornos de ansiedad excesiva, miedo a muchas cosas, fobia social, mutismo selectivo y trastorno por estrés postraumático, que por lo general se manifiesta en niños que han sido víctimas de violencia doméstica o han sufrido algún tipo de maltrato", asegura el profesional.
Aquí el doctor Martín Maldonado-Durán entrega pautas para dilucidar las más recurrentes dudas de los padres.
¿Qué es una dificultad de adaptación afectiva o conductual?
-Las dificultades de adaptación son reacciones conductuales y emocionales que tienen una clara aparición después de que el niño ha sido expuesto a un factor de estrés o una situación difícil. Consisten en cambios conductuales como pataletas, irritabilidad y conductas regresivas. Los niños pequeños son muy sensibles a factores de estrés como el cambiarse de casa, un cambio de colegio o el nacimiento de un hermanito. Obviamente, también les afecta la separación de los padres. Estas situaciones les provocan un fuerte impacto y causan reacciones de adaptación. Generalmente, estas reacciones son temporales y el niño luego recupera la conducta que tenía antes. Hay que responder con paciencia y tratar de ayudarlo a lidiar con su nueva situación.
¿Qué señales deben alertar a los padres cuando su hijo tiene una dificultad de adaptación?
-Los cambios de conducta se manifiestan en forma rápida luego de una situación estresante. Algunas señales generalmente son conductas regresivas. Por ejemplo: chicos que ya se dormían solos, quieran dormir nuevamente con sus padres; otros comienzan a hablar como niños más pequeños, piden de nuevo mamadera y muestran más acercamiento físico a sus padres. Deben fijarse cuando las pataletas se hacen recurrentes y tienen estados de irritabilidad repentinos.
¿Hay niños que están más expuestos a tener dificultades de adaptación?
-Los niños que experimentan más factores de estrés, que tienen menos apoyo emocional y a quienes les pasan más cosas en su vida, como vivir en situaciones de pobreza, de alta criminalidad, o cuando los padres tienen dificultades entre ellos. Mientras más sensible e inteligente sea un niño, le resulta más fácil darse cuenta y comprender lo que está pasando y reacciona de un modo negativo.
¿Estos problemas se superan sólo con medicamentos?
-Generalmente, no se recomiendan medicamentos para los trastornos de adaptación, porque por definición son situaciones pasajeras y de relativamente poca gravedad. Es preferible usar métodos de apoyo emocional, ayudar al niño a hablar de sus emociones y de la nueva situación, y hacer frente a los cambios en su medio ambiente del modo más adecuado o eficaz.
¿Cuándo se recomienda recurrir a los medicamentos?
-Depende de la gravedad del problema. Hay numerosas estrategias para probar antes. Lo ideal es complementar su utilización con una terapia. En los casos de ansiedad, que es muy grave y paralizante, existen muchos medicamentos eficaces. Cuando la ansiedad es episódica, se pueden utilizar otro tipo de medicamentos que ayudan a disminuir la hiperactividad o antidepresivos para el trastorno por estrés postraumático. Los medicamentos deben utilizarse durante algunos meses para que el niño pueda lograr un equilibrio o se facilite la acción de otras intervenciones como la psicoterapia.
Existe una tendencia mundial a restringir el uso de medicamentos, ¿se puede prescindir de ellos?
-En Alemania se utiliza mucho la medicina alternativa. Lo que nosotros recomendamos es que los padres intenten lo que quieran, siempre que no sea algo dañino para los hijos. Pueden restringirle los dulces, los colorantes artificiales, probar con una dieta sin gluten o probar con terapias complementarias para aumentar su concentración. Pero lo cierto es que en Europa los especialistas reconocen el valor del uso de estos medicamentos en casos más complejos. Y esa también es mi idea; no creo en utilizarlos en casos leves donde sólo se pueden hacer algunas acomodaciones para mejorar su problema.
¿Qué efectos secundarios tienen estos medicamentos? ¿Pueden causar adicción?
-Muchos niños se pueden poner irritables, pero también se pueden poner tristes con las medicinas. Y, en ese caso, hay que cambiarlas inmediatamente. La gran ventaja de estas medicinas es que sus efectos se visualizan desde el primer día en que se toman. Si el niño toma los medicamentos y se pone triste, se apaga y actúa como un zombi, hay que quitárselas en el momento. Los antidepresivos pueden causar dolor de cabeza, de estómago, sudoración excesiva y nerviosismo e inquietud. Cuando esto es así se pueden descontinuar en poco tiempo. Ninguno de estos medicamentos causa adicción.
¿Cómo los padres pueden saber si un terapeuta está realizando un buen tratamiento?
-Los terapeutas tienen un sinnúmero de herramientas para tratar a los niños, deben agotarlas todas y darles opciones a los padres. Yo no estaría muy satisfecho con especialistas que desde el principio proponen trabajar con pastillas o medicamentos, salvo que sea un caso muy extremo, de un niño peligrosamente activo o muy estresado. Inclusive, en ese caso, uno se preguntaría e investigaría las razones de por qué está así. Lo recomendable es que los terapeutas, luego de varias observaciones y sesiones, mediquen. Lo ideal son tres o cuatro sesiones, porque es una evaluación compleja que requiere ver todos los factores de estrés, el medio ambiente, la relación entre los padres y el hijo, los factores genéticos, biológicos y sicológicos.
¿Cómo deben actuar los padres cuando se les recomienda medicación a sus hijos?
-Lo ideal es que los padres se involucren en la terapia. Tienen que entrenarse para comprender y resolver los problemas del hijo. En los casos de niños hiperactivos, tienen que ser un poco los abogados de su hijo. En las escuelas, muchos profesores no los entienden y los castigan bastante. Ahí los padres deben empoderarse, educar a los profesores y a quienes los rodean de que sus hijos tienen un problema.