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Mientras unos se mojan

21 de Noviembre de 2008 | 09:24 |
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Llueve torrencialmente para todos, los charcos "se toman" la ciudad.

A eso de las seis y media de la tarde ya oscureció, todos añoramos llegar pronto a casa después del trabajo. Con suerte, llegaremos a un hogar cálido y seco, y quizá hasta disfrutaremos de unas sopaipillas en familia, escuchando el rítmico sonido de la lluvia.

Si nos tocó ser pobres, el panorama es bien distinto. Esperan un par de horas de empaparnos en el camino, una noche de frío y goteras; en vez de dormir nos la pasaremos cambiando de posición tiestos que recojan el agua, todos mojados y acurrucados en la cama haciéndole el quite al invierno.

En el camino del trabajo a la casa, cruzando la ciudad, algunos corren el riesgo, además, de ser empapados por sus conciudadanos. Automovilistas concentrados evitando chocar su auto empapan al pasar por los charcos a sus hermanos de humanidad.

Una "ola" de agua sucia sobre el cuerpo cuando esperábamos -ya bastante llovidos- la micro resulta realmente agresivo para quien la recibe. Al interior del cuerpo frío se mezclan, caliente, la rabia y el llanto. En algunos la reacción es amargura; en otros, se sigue acumulando un tsunami de violencia.

Pareciera ser que los que andan movilizados dejaran de ver a las personas que caminan por las veredas o esperan micro. La calefacción embota la conciencia.

Cuando estamos satisfechos o tenemos una necesidad más urgente, la tendencia natural es "dejar de ver al otro". Salvo que hayamos sido bien educados y los valores de fraternidad y comunidad se hayan inculcado en nuestras mentes. Ahí ya no podremos olvidar que somos todos parte de una totalidad, y que el dolor de otros es un poco mío. Ahí la lluvia no logra empapar el sentido de responsabilidad.