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Rahmani, la primera mujer piloto que hace temblar al machismo en Afganistán

Recibió amenazas y críticas, que la culpaban de “deshonrar” a su familia, pero esta mujer siguió su sueño de volar en un país que continúa segregando al género femenino.

29 de Abril de 2015 | 10:19 | AFP
KABUL.- La llaman la "Top Gun afgana". Con su uniforme, sus gafas de aviador y su paso seguro en la pista, Niloofar Rahmani consiguió convertirse en la primera mujer piloto de aviones en Afganistán, uno de los países más conservadores del mundo.

En la base aérea de las fuerzas afganas en Kabul, la joven de 23 años es la única presencia femenina, una pequeña revolución que empezó con un sueño. "Desde niña, cuando veía un pájaro en el cielo, quería pilotar un avión", explica sonriente, con una mecha de cabello negro asomando por el velo islámico.

"Muchas niñas afganas tienen sueños, pero se topan con numerosos obstáculos, amenazas", explica delante de su avión de hélices, un pequeño Cessna de transporte ligero, muy alejado del ruidoso F-14 que pilotaba "Maverick", el personaje interpretado por Tom Cruise en la película "Top Gun".

Rahmani, que creció en Kabul, se inscribió a una formación de las fuerzas aéreas en 2010. Sus padres apoyaron su decisión, pero algunos la acusaron de deshonrar a la familia.

Dos años después se convirtió en la primera mujer en pilotar aviones en su país, en el que ya hubo mujeres pilotos de helicópteros durante el período comunista, entre 1978 y 1992.

El departamento de Estado norteamericano dio el premio internacional de las "mujeres de coraje" a Rahmani, al considerar que hizo avanzar la causa femenina en el país, tras la caída de los talibanes hace 14 años.

Con el régimen fundamentalista, las mujeres no podían abandonar sus casas sin que las acompañara un hombre, y vivían en un universo confinado. Pero la igualdad es todavía un sueño lejano en Afganistán, donde las costumbres siguen segregando a las mujeres.

“He perdido mi libertad”

Mientras perseguía su sueño, Rahmani recibió llamadas y cartas de amenazas de desconocidos, que le exigían que dimitiera. "Amenazaron con hacerme daño, a mí y a mi familia", asegura. "Mi única reacción fue ignorarlos", añade la piloto, que tuvo que abandonar su país durante dos meses en 2013, ante las crecientes amenazas.

Ahora, la joven piloto lleva siempre una pistola para protegerse; y aunque se ha acostumbrado a la mirada de los hombres, no sale nunca de la base en uniforme por temor a convertirse en el objetivo de los ataques de la gente. "Ya no puedo caminar por la calle, hacer las compras. He perdido mi libertad", lamenta. Pero, más allá de las amenazas físicas, el conservadurismo imperante en Afganistán sigue siendo un obstáculo para las mujeres.

Si quiere que la traten igual que a sus colegas masculinos, no puede mostrarse débil. "Tengo que ser dura, muy dura, no puedo mostrar mis emociones", dice. Y, aunque intenta conseguir una mayor igualdad de sexos, procura no alterar demasiado las tradiciones.

Hace poco, uno de sus colegas le tendió la mano para saludarla, pero ella se negó a estrechársela. "¿Por qué?", preguntó el militar, disgustado. Sin decir nada, movió levemente la cabeza, sonriendo, para no enviar un mensaje que podría ser mal interpretado.

Las mujeres representan menos del 1% de los 350.000 miembros de las fuerzas de seguridad afganas. Rahmani cree que habrá que esperar "20 o 30 años" para que el número de mujeres alcance al de los hombres, pero no pierde la "esperanza".

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