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Desiertos alimentarios en Chile: Investigación de UDLA revela un preocupante fenómeno que afecta a la sociedad

Francisco Vergara, director del Núcleo de Investigación del Centro de Producción del Espacio de la institución, explicó que la dificultad de acceder a una alimentación equilibrada puede contribuir al aumento de enfermedades crónicas no transmisibles.

12 de Noviembre de 2025 | 11:37 | Patricio Gutiérrez
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En Chile, al igual que en otras partes del mundo, existen sectores donde conseguir alimentos saludables no es tan simple como parece. Se trata de los llamados “desiertos alimentarios”, áreas urbanas o rurales en las que el acceso a frutas, verduras y productos frescos es limitado o costoso, mientras que la oferta de alimentos ultraprocesados y de bajo valor nutricional suele ser mucho más abundante.

Este fenómeno, que en países como Estados Unidos y Reino Unido ha sido estudiado por décadas, comienza a ser reconocido también en el contexto chileno como un problema que tiene implicancias no solo alimentarias, sino también sociales, económicas y sanitarias.

La dificultad de acceder a una alimentación equilibrada puede contribuir al aumento de enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad o los problemas cardiovasculares, y profundizar brechas de desigualdad entre distintos territorios.


Un equipo de investigadores de Universidad de Las Américas (UDLA) decidió estudiar cómo se manifiesta esta realidad en el país. El trabajo fue liderado por Francisco Vergara, Doctor en Planificación del Desarrollo y director del Núcleo de Investigación del Centro de Producción del Espacio de la institución, quien, junto a especialistas en nutrición, geografía, sociología y urbanismo, elaboró el primer atlas de desiertos alimentarios de Chile.

“Los desiertos alimentarios son espacios urbanos o territoriales donde el acceso a nutrientes fundamentales es difícil para ciertos grupos de la población”, explicó Vergara en entrevista con EmolTV. En ese sentido, añadió que “afectan especialmente a los grupos menos aventajados, como personas mayores, niños o personas en situación de discapacidad”.

Un fenómeno urbano amplio


Si bien la creencia popular puede asociar los desiertos alimentarios principalmente a zonas de bajos ingresos, la investigación chilena mostró un panorama más complejo y diverso en materia de falta de acceso.

“Uno de los desiertos alimentarios está justamente en la comuna de Vitacura. Es uno de los resultados más llamativos (…) En este caso, detectamos que existen desiertos alimentarios en zonas de altos ingresos, y eso se debe no necesariamente a mala calidad de esos sectores, sino a otras conductas de parte de los consumidores frente al acceso a nutrientes”, declaró. Según el académico, esta situación no se debe a la falta de oferta, sino a patrones de consumo distintos. “La gente tiene otras formas de acceder a los nutrientes, vía el vehículo, Rappi u otras aplicaciones que permiten que la comida nutritiva llegue a la casa sin tener que salir de ella”, detalló.


En contraste, hay ciudades donde el acceso a alimentos saludables es mucho más equitativo. “Encontramos que en Arica no existen desiertos alimentarios, algo interesante que habla de las ventajas de las ciudades de menor escala, donde los traslados son más cortos y el acceso a alimentos nutritivos es más fácil”, indicó.

Relación con enfermedades y desigualdad urbana


Los investigadores cruzaron los datos de localización de los desiertos alimentarios con información del Ministerio de Salud, obteniendo resultados preocupantes.

“Si bien no existe una relación causal; es decir, no podemos decir que una cosa cause la otra, sí podemos sostener que vivir en un desierto alimentario aumenta la probabilidad de desarrollar problemas cardiovasculares”, sostuvo.

Para el experto, esta evidencia refuerza la necesidad de repensar la planificación urbana desde una mirada de salud pública. “Tenemos instrumentos de planificación, pero no de ciudades nutritivas. Ese concepto aún no está incorporado en nuestra legislación y debería ser una prioridad para los próximos desafíos”, enfatizó.

Nuevas líneas de investigación y el rol de la academia


Actualmente, el equipo está avanzando hacia una segunda etapa de la investigación, más cualitativa, centrada en el trabajo directo con comunidades y barrios.


Pasamos de un método totalmente cuantitativo a uno cualitativo”, explicó Vergara, añadiendo que durante el estudio descubrieron que la gente utiliza “estrategias bien interesantes. Por ejemplo, en Valparaíso hay personas que se juntan en las ferias, compran juntas y después toman un mismo taxi para subir al cerro, porque es difícil volver con las bolsas llenas de verduras a sus casas”.

En ese sentido, el investigador subrayó también la importancia del rol académico en este tipo de proyectos y destacó que “en este caso, la Vicerrectoría de Investigación de Universidad de las Américas, fomenta y apoya con fuerza ese tipo de iniciativas”.

Finalmente, planteó una reflexión sobre el desafío urbano que implica el fenómeno: “La desfragmentación del Estado de Chile ha producido que las ciudades sean muy heterogéneas, muy diversas y difíciles de controlar. Nosotros creemos, a través de la mirada que hemos tenido de esta ciudad nutritiva, que se pueden integrar diferentes conocimientos hacia una misma forma de construir ciudad. Y eso posiblemente puede generar más beneficios que problemas”.

Revisa la entrevista completa a continuación: