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Con ojos de "Matadora"

Carolina Messen sufrió, rió y gozó con el triunfo de Chile sobre Brasil. Es que con Salas en la cancha, no podía ser de otra manera.

16 de Agosto de 2000 | 00:37 | Arturo León, El Mercurio Electrónico
SANTIAGO.- Ahí estaba Carolina Messen, la esposa de Marcelo Salas. Sentada en la tribuna pacífico marquesina del Estadio Nacional, vestida toda de negro, fumándose un par de cigarrillos antes del inicio del partido. Se le notaban los nervios, a pesar de reír junto a sus acompañantes.

Todo el Nacional estaba nervioso. Al frente estaba Brasil, una oncena que cuesta cientos de millones de dólares y que parecía destinada a enterrar las ilusiones mundialistas de las 70 mil personas que cantaban hasta quedar disfónicas. Y también la vida del técnico Nelson Acosta dirigiendo a la "Roja".

Carolina seguía fumando. También lo hacía yo, pese a ser un fumador social. Incluso me había comprado una cajetilla de Lucky Lights para acompañar los 90 minutos y lo que debía ser un "baile" al son del samba.

Pero la historia nos tenía deparada una sorpresa. También a Carolina, que saltó de su asiento con el primer gol de Estay. Hasta el Presidente Ricardo Lagos se eyectó de su aposentaduría para celebrar la primera conquista. Y volvieron a hacerlo con el tanto de Zamorano. Nadie lo podía creer.

La señora del "Matador" también sufrió. Salas la tuvo al borde de la histeria y de las lágrimas cuando cayó mal en un jugada intrascendente. Se echó en el respaldo, Carolina, se tomó la cabeza, comenzó a mirar a las casetas radiales intentando buscar una confirmación de lo que parecía una lesión del goleador. Y como no encontró respuesta, agarró unos fonos y se ausentó un par de minutos del hervidero en que a esa altura, cuando promediaba la segunda fracción, se había transformado el recinto ñuñoíno.

Salas volvió a la cancha con zapatos nuevos, con nuevos bríos y Carolina, a la posición normal que tenía en su asiento azul de marquesina. Los fonos habían vuelto a las orejas de un amigo.

Hasta que llegó el tanto del "Matador". Celebró como acostumbra, Marcelo, y cuando retornaba al centro del campo, besó su argolla de matrimonio y le dedicó la obra de arte a su señora. Carolina lo recibió con los brazos en alto, con las manos empuñadas, como dándole gracias a Dios... y a Salas.

Ya no quedaban nervios, el juez González había piteado el final del partido. El estadio coreaba los apellidos de Zamorano, del "Matador"... Y Carolina, bueno, Carolina ya no fumaba, sólo sonreía. No quiso darme su opinión del partido ni de la actuación de su marido. Con su preciosa sonrisa, aclaró que no se trataba del "silenzio stampa".
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