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Clausurados los Juegos Paralímpicos

Sydney despidió a los miles de atletas discapacitados que se dieron cita en la undécima edición de los Juegos Paralímpicos, ante unos 100 mil asistentes en el Estadio Olímpico.

29 de Octubre de 2000 | 17:25 | EFE
SYDNEY.- Sydney apagó el fuego de los primeros Paralímpicos del Hemisferio Sur, pero iluminó la esperanza del futuro deportivo de los discapacitados, protagonistas absolutos de una gigantesca ciudad volcada y abierta al constante empeño de superación los atletas disminuidos durante los once días de competición.

El Parque Olímpico de la ciudad australiana enmudece ante el repentino vacío del final de los Juegos. Las fugaces luces que iluminaron el cielo de la noche de Sydney certificaron el adiós a un enorme acontecimiento que encontró en Australia una inusitada gratitud.

Cuando el presidente del Comité Paralímpico Internacional, Robert Seadward, anunció que los Juegos de la ciudad australiana ''habían sido los mejores Juegos de la Historia'' los cien mil espectadores que abarrotaban las gradas del Estadio Olímpico se sintieron reconfortados y expulsaron desde sus localidades un eterno clamor de euforia.

La gran fiesta de clausura trasladó a la historia la undécima edición de los Juegos Paralímpicos. El acto aunó los ingredientes habituales en este tipo de fiestas: colorido, música, fuegos artificiales. Un magnífico espectáculo para los cerca de cien mil espectadores que acudieron al Estadio Olímpico para despedir a los huéspedes a los que tanto han aclamado durante casi dos semanas.

El acto conjugó en el inicio elementos recordatorios del cierre de los Juegos Olímpicos con otros de la apertura paralímpica. Entre danzas y música la escenografía transmitió el esfuerzo de los habitantes de Sydney desde el momento en el que se otorgó la organización de la competición a la ciudad australiana, en 1990 en Mónaco.

Los atletas irrumpieron en el escenario representando un carnaval. Antes, representantes de todos los países portaron la bandera de cada participante.

El pebetero dejó de iluminar Sydney. Un láser surgió en la fiesta y recorrió la grada hasta alcanzar la caldera. El fuego se evaporó hacia Atenas. Un ''sirtaki'' (baile típico griego) acogió la simbólica llama que encenderá dentro de cuatro años los próximos Juegos. Una fiesta musical cerró la gala entre la euforia de la felicidad y la tristeza de la despedida. El Parque Olímpico descansa sobre la entrega de los atletas.

Sydney deja un rastro difícil de superar. Tanto a nivel organizativo como de respuesta de público los próximos tendrán que esforzarse al máximo para evitar que la sombra de la ciudad australiana se alargue.

Más de un millón cien mil entradas fueron vendidas en los Paralímpicos. Más de cuatrocientas marcas, mundiales y paralímpicas, fueron rebasadas por unos deportistas aclamados permanentemente por los miles de aficionados que abarrotaron, día tras día, prácticamente todos los recintos del Parque Olímpico que acogió ''los mejores Juegos de la Historia''.
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