BUENOS AIRES.- De perfecto desconocido a entrenador admirado por todos, el ingeniero chileno Manuel Pellegrini construyó en apenas doce meses un edificio de ensueño, culminado con la Copa Mercosur en manos de San Lorenzo de Almagro, el primer título internacional en la historia del club argentino.
"Fue un premio a nuestro esfuerzo. Costó mucho, pero este plantel se lo merecía", declaró Pellegrini, de 48 años, minutos después que la suerte de la dramática final ante el Flamengo brasileño se volcara definitivamente a favor del equipo argentino en la noche del jueves.
Pellegrini, vestido con una impecable camisa celeste, vivió el partido fiel a su esencia: tenso por dentro, sereno por fuera, transmitiendo confianza a sus jugadores a pesar de la desventaja inicial y el esforzado empate a uno que obligó a la definición por penales.
El ingeniero civil santiaguino de 48 años, que habla tres idiomas a la perfección (italiano, francés e inglés, además de español) y viajó a Europa para hacer cursos de perfeccionamiento como entrenador, llegó a San Lorenzo en febrero de 2001 con la difícil misión de reemplazar a un símbolo de la institución, Oscar Ruggeri, en la conducción de un equipo hambriento de gloria tras seis años sin festejos.
Pellegrini debió hacer frente al escepticismo de los hinchas, que desconfiaban de este chileno ignoto a nivel local. Por caso, el pergamino de campeón que obtuvo en Ecuador con la Liga Deportiva Universitaria de Quito, en 1999, no bastaba para despejar las dudas.
El técnico reveló su credo apenas desembarcó en Buenos Aires: "Hay que saber jugar ordenado, pero en libertad. La táctica es importante, pero no es lo que desequilibra un partido. No manejo la rigidez de un esquema que no pueda salir de lo que pido".
Cuatro meses más tarde, Pellegrini daba la vuelta olímpica del torneo Clausura 2001, junto a un puñado de jugadores que reconocían sus dotes de estratega y también sus virtudes humanas. "Es como un psicólogo. Sabe mantener motivados a los que juegan y a los que no. Siempre está encima, abierto al diálogo. Te hace sentir bien", describió a su entrenador el volante de San Lorenzo Guillermo Franco.
Ese San Lorenzo redondeó una campaña formidable, con once victorias al hilo que lo convirtieron en el campeón con mayor cantidad de puntos en torneos cortos (47 en 19 fechas) y que allanaron el camino a otro récord: con otros dos triunfos en el inicio del torneo Apertura el equipo de Pellegrini llegó a trece éxitos consecutivos, una marca inédita en el fútbol argentino.
Con el apetito saciado a nivel local, el próximo objetivo de Pellegrini fue exorcizar un viejo estigma: San Lorenzo, uno de los cinco clubes más populares de Argentina, nunca había podido ganar un torneo internacional. Por eso puso la mira en la edición póstuma de la Copa Mercosur y en romper la hegemonía de los equipos brasileños, campeones en las tres ediciones anteriores.
El doble empate ante Flamengo y la pericia del arquero Sebastián Saja para atajar dos penales -y convertir uno en la serie de desempate-, hicieron que el pueblo sanlorencista estallara en éxtasis: su sueño se había cumplido.
Uno de los principales logros de Pellegrini fue mantener el plantel unido en medio de una situación altamente conflictiva: el club adeuda a los jugadores cuatro millones de dólares, tiene un pasivo estimado que ronda los 46 millones, y afronta 37 pedidos de quiebra y 97 juicios.
Tentado por Boca Juniors y enfrentado con el entonces presidente Fernando Miele, Pellegrini anunció en diciembre que se iría del club luego de la final de la Copa Mercosur. Pero las elecciones a presidente ganadas por Alberto Guil hicieron que el ingeniero revirtiera su decisión preliminar.
En medio de rumores surgidos ayer de que, molesto por la probable conversión de su contrato en dólares a pesos, Pellegrini podría irse de todos modos, el entrenador declaró: "Tengo contrato hasta junio". Los hinchas de San Lorenzo, de ser necesario, probablemente hagan una colecta para que "de la mano, del ingeniero..." -como cantan en las gradas- otras vueltas olímpicas estén al caer.