VIÑA DEL MAR.- No fue un partido desastroso este en que el chileno Marcelo Ríos cayó 6-4 y 7-6(6) ante el argentino Mariano Zabaleta. Tampoco fue un dechado de virtudes para el trasandino.
¿Cómo se explica entonces la derrota del zurdo? Por dos razones fundamentales: la primera, la regularidad fuera de lo común del trasandino -capaz de devolver hasta los insultos a la galería- y la poca capacidad del chileno para salir de su esquema demasiado cargado al revés de su rival, lo que ciertamente le facilitó la tarea.
Si a eso se le suma un bajo porcentaje de primeros servicios, la historia no resulta extraña. El chileno basó su táctica en inclinar la cancha a la mano cambiada del argentino, quien a punta de ensayos terminó por afirmar su revés sin necesidad de recurrir al derecho en exceso para ganar puntos.
Cada vez que Ríos se apartó del esquema, le resultó. Salvo un par de pelotas, estuvo seguro en la red, metió unos reveses cruzados imparables y hasta se dio el lujo de meter unos cuantos drops.
No es cosa de llegar y hablar de maldiciones o nerviosismo, pero es sustantivo ver a Marcelo Ríos apretado cada vez que juega un partido importante en casa.
La poca tranquilidad lo hizo carecer de puntería en los instantes claves del desenlace del segundo set. Incluso, pareció ponerse más nervioso él que su adversario cuando el público reclamaba dudosos cobros del juez brasileño, al punto que desperdició la ocasión de remachar el punto de set que tuvo en el tie break.
Párrafo aparte merece el final, con la gente lanzando botellas plásticas sobre la cancha y con un Zabaleta paralizado junto la red, recordando los viejos incidentes de tiempos pasados.
No es que uno justifique ni entienda la bochornosa actitud de la gente, pero al menos alguien le debe enseñar al tandilense normas mínimas de comportamiento en una cancha. Se cansó de alegar, exacerbó los ánimos del público yendo a revisar cada pelota que le parecía dudosa, se tomó todos los segundos del mundo para servir, le gritó el triunfo prácticamente en la cara a Ríos...
Con todo eso, no faltará el que justifique el susto, porque harto hizo para ofuscar a medio mundo. O aprende a comportarse o mejor que se vaya olvidando de pasar una noche tranquila en arcillas chilenas.