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Excesivas restricciones amenazan al Mundial

Los organizadores de la máxima fiesta del fútbol mundial redactaron un manual de seguridad que contiene normas que restringen a los hinchas, impidiéndoles, por ejemplo, ingresar con instrumentos musicales a los estadios.

29 de Mayo de 2002 | 08:27 | DPA
ULSAN.- La obsesión de coreanos y japoneses por la seguridad amenaza con restarle brillo a la mayor fiesta deportiva del planeta, si se cumplen las múltiples y estrictas prohibiciones dictadas por los comités organizadores de los dos países para el público en el Mundial de fútbol de 2002.

El manual de seguridad, repartido en seis idiomas, dice "no" a casi todo lo que ha convertido el Mundial de fútbol en una fiesta planetaria.

No se permite ingresar a los estadios con máscaras o "cualquier tipo de disfraz del rostro", lo que puede expulsar del escenario de los estadios a los hinchas con las caras pintadas con los colores nacionales de su selección.

Tampoco se permite el uso de instrumentos musicales, lo que eliminará de los estadios el ritmo de los bombos de la hinchada argentina ni la "batucada de samba" de la "torcida" brasileña y convertirá el primer Mundial disputado en Asia en el más silencioso y triste de la historia reciente.

La prohibición de instrumentos musicales tiene que ver con el esfuerzo por impedir que el público se lleve a los estadios cualquier objeto que pueda ser utilizado como arma.

La misma preocupación llevó a los organizadores a no permitir el ingreso de aficionados en los estadios con paraguas -salvo los plegables-, pese a que se trata de una protección imprescindible para la temporada de fuertes lluvias que se inicia en junio, precisamente durante el Mundial.

El aficionado que quiera tomarse un trago más para festejar con más entusiasmo la victoria de su equipo -o aguantarse el dolor de la derrota- quedará frustrado: sólo se permitirá el consumo de una botellita de cerveza por persona, y la venta del producto será suspendida una hora y media antes del inicio de cada partido.

Los fanáticos de la "ola", creada en México 70 y que desde entonces es parte obligada de cualquier Mundial, también deben tener cuidad, porque el manual prohibe que el público se levante de las sillas durante los partidos.

Otra práctica tradicional, la de lanzar rollos de papel higiénico y confetis sobre el campo, también ha sido prohibida por los organizadores, así como los silbatos que, según los organizadores, "entorpecen el juego". Además, pueden ser motivo de expulsión los insultos al árbitro o a los jugadores.

La violación de cualquiera de esas normas llevará el aficionado a ser expulsado del estadio por las autoridades, que también podrán decomisar las entradas que tenga para otros partidos.

El cumplimiento de las rígidas normas requerirá de un duro -y lento- trabajo de inspección para autorizar el ingreso en el estadio, por lo que el manual recomienda a los aficionados que lleguen "lo antes posible" y que, "de ser posible, no se lleven nada" además de la entrada.

Además de las dudas en torno a la viabilidad de que se haga cumplir literalmente las normas del manual, crece el temor a que los festejos callejeros que suelen seguirse a cada partido en Mundiales de fútbol generen una reacción negativa de las autoridades.

La pregunta que queda a poco de que empiece el Mundial es cómo reaccionarán las fuerzas de seguridad a los festejos callejeros que suelen seguir a los partidos, especialmente por parte de las hinchadas más fanáticas, como las de Inglaterra, Italia y Brasil.

"Los organizadores de este Mundial están muy preocupados por el fenómeno del ’hooliganismo", expresó a dpa el representante consular de Brasil en Ulsan, Paulo Fontoura, quien trata de informar a las autoridades japonesas y coreanas sobre el comportamiento típico de sus compatriotas, en un intento de prevenir posibles incidentes.

"Trato de explicarles la forma de ser de los brasileños, que son muy alegres, a veces algo ruidosos, pero no violentos", dijo Fontoura antes de relatar la sorpresa que se llevó al hablar con un representante de la sede de Saitama, un suburbio de Tokio donde Brasil podría jugar una de las semifinales.

"Le advertí que si Brasil llega allí la expectativa será enorme, porque se trataría de la antesala de la final. Sería una noche de miércoles, y miles de brasileños podrían estar festejando en las calles. Asustado, me miró y me dijo: ¿No podrían irse a festejar a Tokio?".