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Verkerk, el "niño rico" que enderezó su vida

El holandés no se avergüenza al reconocer que su vida se resume en 22 años y medio de juerga y 18 meses de intenso trabajo, bajo la dirección del neozelandés Nick Carr.

06 de Junio de 2003 | 15:42 | EFE
PARIS.- El holandés Martin Verkerk, sorprendente finalista de Roland Garros, ha dejado atrás su fama de vividor que había llevado hasta ahora, y que hace año y medio enderezó para convertirse en un tenista ganador y seguir los pasos de su idolatrado John McEnroe.

El primer "tulipán" que llega a la final de Roland Garros es, además, el tercer hombre que alcanza el último partido de París el año de su debut, después de los suecos Mats Wilander, que ganó frente al argentino Guillermo Vilas en 1982, y Mikael Pernfors, que perdió contra el checo Ivan Lendl.

Intruso en un mundo de especialistas, Verkerk, que también admira a Andre Agassi y a su compatriota Richard Krajicek, ha impuesto en París la ley de su saque, con los que ha logrado 112 "aces", un arma que le ha valido para superar ronda tras ronda y pasear hasta la final de Roland Garros su extravangancia cargada de miradas asesinas y gestos provocadores, como cuando señala su muñequera "naranja" para celebrar un punto.

A sus 24 años, el "Tintín" holandés no se avergüenza al reconocer que su vida se resume en 22 años y medio de juerga y 18 meses de intenso trabajo.

Antes de su proeza en Roland Garros, Verkerk era conocido como un vividor, discotequero y pendiente de las chicas, acostumbrado a conformarse con perder en la primera ronda de torneos del circuito paralelo.

En esa época, cuando incluso su club de tenis, el CASG, le expulsó por bajo rendimiento, el niño rico que iba a los entrenamientos en el BMW de su papá, y que vivía por y para la fiesta, pensó en dos ocasiones en dejar el tenis.

Sólo la situación acomodada de su familia permitió a este hijo del propietario de una empresa dedicada a recoger basura a seguir en un mundo que no estaba hecho para él.

Todo cambió cuando a principios de la pasada temporada se puso en manos del técnico neozelandés Nick Carr, que le prometió meterle entre los 20 primeros si se comprometía a luchar y a tomarse en serio el tenis.

"Me dijo que podía meterme entre los 20 primeros y yo creí en él. Empecé a disfrutar de sacar lo mejor de mí mismo", afirmó.

Verkerk aparcó su vida ociosa, marcada por la juerga nocturna, por las innumerables novias y por un "carpe diem" del que no se arrepiente, porque según dice "todo joven tiene que tener derecho a hacer determinadas cosas".

"Me convertí en adulto un poco tarde. En cierta manera, siempre he sabido que tenía talento, pero me sentía incapaz de dar el máximo en mi deporte", asegura el holandés.

Carr tardó en enderezar el rumbo de su pupilo, que cayó en la primera ronda de los seis primeros torneos que disputó con su nuevo entrenador.

Pero el trabajo dio sus frutos y la progresión de Verkerk fue cada vez más evidente, hasta que a principios de febrero ganó al ruso Yevgueny Kafelnikov en la final del torneo en pista cubierta de Milán, su primer y, por ahora, único título, lo que le permitió llegar a París en el puesto 46° del ránking.

Aunque sus condiciones no son las más apropiadas para la tierra batida, "Tintín" ha sabido explotar sus cualidades y dejar en la estacada a cuatro cabezas de serie, el español Carlos Moyá (4°), el estadounidense Vicent Spadea (29°), el alemán Rainer Schüttler (11°) y el argentino Guillermo Coria (7°).

Aficionado del Ajax de Amsterdam y fracasado jugador de fútbol, porque no aguantaba que le golpeasen en los tobillos, Verkerk soporta en sus espaldas todas las esperanzas de un país que nunca ha brillado en la arcilla. Un diez por ciento de sus compatriotas le vio por televisión imponerse al especialista Moyá y, a buen seguro, que serán muchos más los que le seguirán en la final.

"Tintín" quiere demostrarles que ha cambiado. Por el momento, su entrenador le ha obligado a rechazar unas invitaciones para un concierto privado de Simply Red la noche antes de la semifinal contra Coria.

Ahora, Verkerk se entrena en el club TEAN, que en holandés significa "nada más aparte del tenis". Que se lo digan a "Tintín".
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