LOS ÁNGELES.- El estadio Raymond James estará el domingo a reventar y EE.UU. se paralizará por unas horas. Pero el precio de las entradas para ver el Super Bowl, que este año empieza a ser conocida como la “Recession Bowl,” ha caído en picado y no habrá rastro de festejos previos.
El Super Bowl, nombre por el que se conoce a la final de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) y que este domingo enfrenta a los Steelers de Pitsburgh y a los Cardinals de Arizona en Tampa (Florida), es el acontecimiento televisivo del año en EE.UU., como demostró el duelo entre los Gigantes de Nueva York y los Patriots de Nueva Inglaterra el año pasado.
Entonces se batieron todas las marcas de audiencia para un evento deportivo, con 97,5 millones de espectadores, según la compañía Nielsen Media Research. Sólo el último programa de la histórica serie de televisión “MASH” tuvo una audiencia mayor: 106 millones, en 1983.
Ante este panorama, las únicas que se preparan para hacer caja en esta época de crisis son las empresas de comida rápida, sobre todo cadenas como Pizza Hut, que prevé unos 2,5 millones de encargos, un 55 por ciento más de lo habitual un domingo, o Domino's, que espera vender 1,1 millones, es decir, un 40 por ciento más de lo habitual.
Pero las vacas flacas han llegado también a la NFL, que se ha visto obligada a reducir drásticamente el precio de las entradas para ver en directo el partido.
Según Amanda Holt, portavoz del comité de celebración del evento, el Super Bowl “no es inmune a los efectos del declive económico”. De hecho, tickets para la parte superior del estadio se han vendido por unos 1.300 dólares, cuando el año pasado costaban 3.000.
Así lo confirma también el propio Comisionado de la Liga, Roger Goodell: “Existen una incertidumbre y miedo tremendos. Nuestros socios están viviendo tiempos difíciles, los aficionados tienen menos dinero, la gente ha perdido sus empleos... La buena noticia es que tenemos un producto tremendo,” argumentó.
Si bien la atracción del partido en sí para la audiencia estadounidense está fuera de toda duda, algunas compañías que tradicionalmente han gastado millones de dólares en promocionar sus productos durante el evento, como General Motors o FedEx, este año no repetirán.
En 2008, el precio oficial para incluir un anuncio en la retransmisión del evento era de 2,7 millones de dólares por un espacio de 30 segundos. Una cantidad ligeramente superior a los 2,5 millones y 2,6 millones exigidos en 2006 y 2007, respectivamente.
Para la retransmisión del domingo, la cadena NBC ha fijado el precio en 3 millones de dólares, y este miércoles aún faltaban por vender algunos de los 67 espacios disponibles.
Fiestas en peligro
Si el propio Super Bowl se resiente, también lo hacen los tradicionales festejos organizados en torno a la gran fiesta deportiva de EE.UU.. La revista erótica Playboy, capaz de llenar en 2008 la mansión de su propietario, Hugh Hefner, con mesas a 2.000 dólares por persona y "conejita” incluida, anunció recientemente que no habrá celebración este año por primera vez en una década.
Playboy informó este mes de recortes en su plantilla como respuesta a las “decepcionantes” cifras de ventas conseguidas en 2008.
No es el único evento cancelado. La misma decisión han tomado la revista The Sports Illustrated, que despidió al seis por ciento de su plantilla de 10.000 empleados, o la firma de lencería Victoria's Secret, mientras que otros grupos se han visto obligados, al menos, a reducir también el precio de las entradas.
Por ejemplo, la revista Maxim ha reducido su lista de invitados a unos 1.000, la mitad de los que acogió el año pasado, en tanto que la admisión para la fiesta de Leather & Laces, auspiciada por Kim Kardashian, Carmen Electra y Jenny McCarthy, ha bajado de precio un 45 por ciento.
Todo esto también se nota en la capacidad hotelera, ya que las grandes cadenas están ofreciendo pasar la noche en Tampa a un precio de unos 200 dólares, cuando el año pasado se pagaba a 400 e incluso 600 dólares.
Ya lo avisa Steve Hayden, uno de los creadores del célebre anuncio de Apple y su Macinstosh en la edición de 1984, que prendió la mecha de toda la maquinaria publicitaria de este evento."Ésta es la primera Super Bowl de la Gran Depresión 2.0,” dijo al diario USA Today.