WASHINGTON.- Con la multiplicación de las misiones de enviados especiales, el gobierno del Presidente estadounidense de George W. Bush se involucra cada vez más en el conflicto israelo-palestino con el objeto de poner fin a más de ocho meses de violencia que ha dejado más de 500 muertos.
Presionado para intervenir en forma más activa, el gobierno de Bush tomó dos decisiones que evocan la época de la administración de Bill Clinton: la designación de un enviado especial, el embajador William Burns, y el envío a la región del director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), George Tenet.
Tenet estuvo este miércoles en El Cairo, donde se reunió con el Presidente egipcio Hosni Mubarak, y ahora se encuentra en Amman para seguir con su ronda de contactos en el marco de una misión de varios días en la región, con el fin de renovar las conversaciones entre israelíes y palestinos sobre temas de seguridad, primer paso para consolidar una frágil tregua.
El jefe de los servicios de inteligencia estadounidenses trabaja en coordinación con Burns, quien también se encuentra en Amman, y quien se encarga del lado político de las discusiones, y que acaba de efectuar una primera serie de contactos en la región.
"La meta (...) es comenzar una discusión seria a nivel de seguridad sobre cómo asegurar un cese al fuego contínuo", afirmó el portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher.
El director de la CIA podría dejar Jordania pronto para sostener reuniones con delegados de Israel y los palestinos, pero Boucher declinó decir cuándo o dónde serían las conversaciones o si Tenet haría antes otra escala en la región.
Estas misiones dan testimonio de la evolución de la nueva administración estadounidense, que al llegar al poder en enero pasado había suprimido el puesto del enviado especial para el Medio Oriente, entonces ocupado por Denis Ross, y había indicado que no quería que la CIA siguiera teniendo un papel de mediadora en el conflicto.
"El gobierno se aparta en forma significativa de lo que esperaba", estimó Ian Lustik, especialista en Medio Oriente de la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.
El nuevo equipo de gobierno "no pensaba involucrarse tanto como probablemente lo hará", en un conflicto que figuró entre las primeras prioridades de las administraciones desde hace 50 años, consideró. El propio Departamento de Estado reconoció la evolución de la aproximación estadounidense al conflicto, al subrayar que el contexto regional también había cambiado sustancialmente desde enero.
"Hay diferencias, y también hay una situación diferente (...) un gobierno diferente en Israel, una situación diferente en el terreno", declaró Boucher. Asimismo, Boucher subrayó que se busca un involucramiento más pragmático, para sacar provecho de cada avance, como la tregua entre israelíes y palestinos.
Pese a este involucramiento, el gobierno de Bush aún está lejos del compromiso asumido por el Presidente Clinton, quien hizo de este conflicto casi un asunto personal. Bush recibió al Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, pero hasta ahora nunca quiso reunirse con el Presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, quien antes era huésped regular en la Casa Blanca.
En cuanto a Powell, habla casi cotidianamente por teléfono con los dirigentes de Medio Oriente -este miércoles habló con Arafat por quinta vez en tres días para hablar sobre la situación en los territorios palestinos, según la agencia palestina WAFA- pero no hizo más que una breve visita a la región a fines de febrero. Powell duda sobre la conveniencia de involucrarse en los viajes diplomáticos hasta que la situación no esté estabilizada.
Esta estrategia se basa en las lecciones aprendidas del fracaso de Clinton en lograr una solución global del conflicto, dijo por su parte Jon Alterman, del US Institute of Peace, centro de análisis de política exterior de Washington.
"Si el presidente estadounidense se involucra en todo, ya no hay posibilidad de avanzar", mientras que el manejo del asunto por parte de actores de menor rango "permite la evolución" del grado de presencia norteamericana en función de los progresos registrados, subrayó.
El gobierno de Bush es consciente de que "el peor de los escenarios sería dedicar un tiempo y energía considerables para finalmente terminar como el chivo expiatorio en caso de un fracaso", concluyó.