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Blair enfrenta descontento de laboristas

Un gran descontento existe dentro del partido del reelecto Primer Ministro y la prensa ha informado que lo están presionando para que renuncie antes de un año.

08 de Mayo de 2005 | 05:49 | EFE
LONDRES.- Irak puede ser finalmente la tumba política del Primer Ministro británico, Tony Blair, sobre el que aumentan las presiones dentro de su propio partido para que dimita en un plazo máximo de un año.

Blair hizo el jueves historia para el laborismo al obtener el tercer mandato consecutivo en las urnas, algo que sólo había conseguido antes la conservadora Margaret Thatcher, pero aquélla puede haber sido sólo una victoria pírrica para el ambicioso político.

La prensa destaca hoy la magnitud de la rebelión interna contra el primer ministro, al que muchos de sus correligionarios culpan de la sangría de votos laboristas en los comicios generales, que atribuyen a su tozuda decisión de ir a la guerra contra Irak a despecho del sentir de la mayoría del pueblo británico.

La indignación con Blair no se limita esta vez a los conocidos rebeldes del ala izquierda del partido, que nunca tragaron lo que percibían como tozudez, arrogancia y desprecio a los modos parlamentarios de su líder, sino que parece haberse extendido también a algunos de quienes hasta ahora le habían sido fieles.

Muchos de esos diputados leales han visto las orejas al lobo: si no perdieron el escaño como algunos de sus correligionarios, su fidelidad al líder recortó peligrosamente la mayoría en su respectiva circunscripción, y no parecen dispuestos a asumir más riesgos.

De ahí que hayan sumado su voz a los rebeldes de siempre para reclamar la rápida dimisión de Blair a fin de evitarle mayores daños al laborismo.

Blair dejó, sin embargo, bien claro antes de las elecciones que planeaba acabar su tercer mandato, y, según el dominical "The Observer", parece mantenerse en sus trece.

Su plan actual es plantearle al partido, a partir de julio de 2008, que dirima el futuro liderazgo, lo que le permitiría seguir al frente hasta que se resolviese su sucesión.

Esos planes no pueden sino irritar al ministro de Economía, Gordon Brown, que tuvo un papel clave en la victoria del jueves y que está impaciente por suceder a Blair, algo que reclama un número cada vez mayor de sus correligionarios.

Al menos treinta de un centenar de diputados parlamentarios laboristas encuestados por el dominical "The Sunday Times" expresaron su impaciencia por ver a Blair dejar finalmente el número diez de Downing Street, su residencia oficial.

El sábado, un influyente laborista, el ex ministro de Asuntos Exteriores Robin Cook, que dimitió en su día por la guerra contra Irak, pidió al primer ministro que se retirase antes de las elecciones locales del próximo año en beneficio del partido.

Muchos candidatos laboristas que vieron drásticamente reducida su mayoría en su respectiva circunscripción, y aún más quienes no consiguieron escaño o perdieron el que tenían, culpan en voz alta de lo ocurrido a Blair, y dicen que muchos electores les confesaron que no podían votarles mientras él siguiese en su puesto.

En efecto, el carácter histórico del triunfo laborista no puede ocultar el hecho de que se obtuvo con el menor porcentaje de voto popular -36,1 por ciento- registrado nunca por un partido que ha ganado una mayoría parlamentaria en el Reino Unido.

En el contexto de las dieciséis elecciones generales desde la II Guerra Mundial, la parte del voto popular lograda el jueves por los laboristas figura entre las cuatro peores: es más baja incluso que la obtenida en cinco elecciones perdidas por ese partido.

Casi uno de cada tres electores que votaron al Partido Liberal Demócrata confesaron a los encuestadores que habrían seguido fieles al Partido Laborista si no hubiese sido por la guerra contra Irak.

El descontento se refleja también, según "The Observer", en la oposición que encuentra Blair este fin de semana en algunos de sus nombramientos de altos cargos.

El viceprimer ministro, John Prescott, el titular del Interior, Charles Clarke, y la ministra de Educación, Ruth Kelly, todos ellos confirmados el viernes en sus cargos, desafiaron supuestamente al primer ministro cuando trató de colocar en el Gobierno a algunos de sus peones "reformistas".
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