VIÑA DEL MAR.- Desde la partida de esta segunda noche en el XLIII Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar quedó manifiesta la intención de lograr un espectáculo que brillara más por lo que había arriba del escenario que en el entorno, tan alabado ayer por la grandiosidad de la nueva Quinta Vergara.
El espectáculo organizado y transmitido por Canal 13 echó harta más carne a la parrilla.
Y no solamente la de Paulina Rubio, la primera artista de la noche, o la de las chicas de Axe Bahía, sino la entrega de los que vendrían después.

Paulina Rubio, la chica dorada, provocó y atrajo con su sensualidad, su ritmo y la entrega de su show. Le dio vida a un festival que en la primera noche anduvo medio dormido.
La obertura se vio más espectacular, con fuegos de artificio en forma y un juego de iluminación brillante.
Antonio Vodanovic apareció mucho más suelto, sin las ataduras del smoking ni de los nervios de la primera noche (aunque sea la primera noche de su trigésimo festival). Conversó con el público, en uno de esos escasos arranques suyos de populismo.

Los animadores de la segunda noche: él más tranquilo; ella, con renovado desplante.
Presentó con alarde de adjetivos a
Angélica Castro, la que apareció envuelta en un escotadísimo vestido, sugerente por delante y por detrás. El público pidió doble beso, y el animador tuvo la poca delicadeza de obligarla a mostrar la espalda de su coanimadora a las graderías (licencias de un veterano de muchas batallas).
A Angélica se le permitió expresarse bastante más al principio que a su predecesora, la cantante Myriam Hernández, constreñida por una programación estricta y por los nervios. Vodanovic le dijo que seguramente este primer mes de casada (Angélica es esposa del actor Cristián de la Fuente) había sido muy cansador... A ella le costó caer en la cuenta de que era un chiste (con Vodanovic siempre cuesta un poco), pero le respondió bien: "Bueno, también, por qué no decirlo".
La coanimadora dio las gracias al público y dijo que siempre había soñado estar en ese escenario. La pareja se dio tiempo para provincianismos: Angélica contó que su marido estaba en estos momentos con John Travolta, y Vodanovic dijo "hola, John... Fuimos a la misma academia de baile...".
Menos mal que ya venía la mexicana
Paulina Rubio. Apareció de mini cortísima, botas largas, un escotado chaleco brillante y un abrigo peludo negro. Su actuación fue agresiva, desafiante, entregada al máximo. Recorrió el escenario saltando y bailando, bajó a la platea y corrió por un pasillo rodeada de guardias nerviosos, se subió a una tarima y cantó con la garganta dilatada.
Hasta ese momento la mexicana, conocida como "La chica dorada", nombre de uno de sus álbumes, ofrecía la mayor demostración de entrega sobre el escenario en lo que va del festival, y la actuación más sensual y atrevida de los últimos años. En un momento se apretujó con sus tres bailarines y sus dos bailarinas, formando un ramillete de cuerpos transpirados digno de Madonna.
Sus acercamientos al público eran recibidos por una entrometida cámara a contrapique que sólo gracias a una oportuna sombra no dejaba explorar más allá de lo pudendo. Con temas como "Lo haré por ti", "Yo no soy esa mujer", "Mío", "Vive el verano" y "Yo sigo aquí" entusiasmó a mujeres y hombres (que lo debieron estar desde el principio). Fue sacada casi a la fuerza por Antonio Vodanovic, quien argumentó que su show era redondo, con un principio y un fin, y que estaba concluido. No hubo antorcha pese a la pifia por la partida de la mexicana.
Mal momento para el ingreso de la española
Melody, una chica de 11 años conocida apenas por su "Baile del gorila" y "De pata negra", que salió a la Quinta en medio de silbidos que habían estado ausentes hsta ahora. Con gran desplante y absoluta sordera frente al rechazo hizo lo suyo: cuatro canciones bien bailadas, con un grupo de "cheerleaders", y se fue como si nada. Por lo menos pudo actuar y demostrar una personalidad que cualquiera se la quisiera (entre medio, Angélica Castro se asomó casi a pedir entusiasmo, diciendo que se trataba de "una sorpresa venida de Colombia").
Tras un corto intermedio fue el turno de
Axe Bahía. La espectacular presentación con que los cinco chicos brasileños fueron recibidos casi hace olvidar que apenas hace dos meses seguían animando las tardes en "Mekano", el programa juvenil de Mega. Pero la Quinta Vergara siempre premia la simpatía al natural, y eso es lo que, aparte de ritmo, tienen los Axe Bahía.
Un bochorno en lo musical (insistieron en cantar "Tapinha", con sufridos resultados), un pequeño divertimento para las graderías, que acompañó con entusiasmo los movimientos de caderas y los saltos.
Un corte un poco más largo fue premiado en seguida con la presencia de
Ricardo Montaner, el gran baladista venezolano (nacido en Argentina). Comenzó con "La cima del cielo" y ya estaba siendo coreado por una Quinta Vergara rendida como ante una epifanía. Con "Tan enamorados" ya supo que tenía a los 15.000 persentes en el bolsillo de su chaqueta de cuero. Estaba todo de negro y no necesitó bailes ni saltitos para conquistarlos a todos.
El Festival de Viña de siempre es el que se vio durante su show. El se dio el lujo de hablar bastante, juguetear con el público, hacerlo cantar y aplaudir con pasión: una pásión ausente en la primera noche y que gracias a la agresividad de Paulina Rubio y el romanticismo de Montaner hizo recordar que en la Quinta hay vida humana.
Montaner cantó baladas y rumbas, con bongó y morena bailarina, y después se entretuvo jugando con el público, diciendo que era amigo del director del festival, pero que haría como que se iba, triste, y eso le sirvió para volver a la balada romántica, lo que más le pertenece, con "Déjame llorar".
La antorcha no aguantó más. Vodanovic se la entregó y el cantante dio gracias a Dios. Después siguió bromeando: "El director me dijo que me tengo que ir luego, porque de la antorcha podemos pasar a otra cosa...". Presentó una bachata como lo haría Fernando Alarcón. Contó un cuento con Juan Luis Guerra, del que dijo que era su "pana", dando incluso su celular.
Al final, con Montaner casi haciendo tiempo a la espera de una gaviota que a muchos otros le han entregado por harto menos, pareció apiadarse, interpretó un impecable "Bésame" (presentado con un guiño a "Yo soy Betty, la fea") y partió.
Piero fue presentado en medio de fuertes pifias, con insuficiente elocuencia por parte de Angélica Castro (la animadora fue perdiendo el entusiasmo con el correr de las horas y anduvo definitivamente tiesa y desganada en la lectura de tarjetas).
El argentino comenzó con "Mi viejo", y su calma, su humildad y su silencio hicieron callar a la galería. Subió el volumen con "Si vos te vas", y las fans de Montaner ya estaban amansadas. Siguieron "Soy pan, soy paz, soy más", "Juan boliche", "Llegando, llegaste" y "Ojalá" (convertida en himno en la producción "Voces sin fronteras"), en la que se le echó a perder el micrófono (se demoraron tanto en traerle otro que dijo, al ritmo de la canción, "ojalá... que le pongan pilas a los micrófonos"). Abusó un poco de la paciencia de todos con sus mensajes latinoamericanistas, pero se fue con la dignidad intocada.
Para recibir a
Arturo Ruiz-Tagle, Vodanovic se esmeró y contó cómo su esfuerzo lo llevó a consagrarse en "Nace una estrella", programa de Canal 13 que anima justamente Vodanovic.
Entró saltando y comenzó débil su rutina, con una serie de alusiones a los homosexuales. Con sus chistes del niño Arturito pudo sacar las primers risas y algunos aplausos sinceros. Se concentró en las caracterizaciones, su mejor faceta: niños, lolos, mujeres. Contó un buen chiste de un tío con su sobrino y después una conversación telefónica de dos pololos.
El animador forzó un bis, que Ruiz-Tagle aprovechó para enviar unos pocos "huevones" y hacer una divertida alusión a la falsedad de las teleseries. Su esfuerzo le valió un aplauso poco más que tibio, y no llegó a merecer la frase final del cariñoso conductor: "Un comediante en el humor que ha nacido en Viña del Mar".
Tras la competencia internacional, que pasa cada año más inadvertida, vino la presentación de
DJ Méndez, que subió al escenario largamente pasadas las 2 de la mañana.
Méndez, que al menos en esta ocasión no mostró sus dotes como dejota, ofreció un show energértico y bailable, echando mano a sus éxitos del disco Latino for Life.
Junto a siete músicos y dos coristas, este chileno radicado en Suecia, invitó a bailar a toda la Quinta, la que en principio aceptó la invitación, pero que finalmente terminó por abandonar de a poco el recinto a pesar del entusiasmo.
Eso no fue impedimento para que cuando Vodanovic saliera al escenario a despedir a este legítimo exponente del chileno pulento buena onda y trotamundos, se encontrara con que el rugido del público que quedaba en la Quinta era suficiente para hacerle entrega de la antorcha un poco antes del cierre.
En resumen, una segunda noche un poco más movida y con más sangre que la anterior, pero inserta en un Festival que todavía no muestra grandes sorpresas, que todavía no se hace memorable y que de seguro no le bastará con la sorpresa inicial del nuevo escenario para pasar a la historia.
Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer, y el show de este viernes, con una alineación formada sólo por artistas chilenos, entre los que destaca La Ley, Javiera y Los Imposibles y Los Jaivas, promete ser una de las veladas más interesantes de esta versión del evento.