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Reality Joe (9/9/2003)

09 de Septiembre de 2003 | 00:00 |
Reality Joe

Martes, 9 de septiembre de 2003

Son años de abstinencia disquera los que Joe Vasconcellos ha terminado con la edición de su disco “En paz”, luego de solucionado un tormentoso conflicto con su sello discográfico. Pero si Vasconcellos vuelve en paz después de ese trance, también vuelve más endurecido.

Por David Ponce.Joe Vasconcellos


“Me metiste en un lío, no se hace eso...”.
Joe Vasconcellos, “Ciudad traicionera” (1999).


Fue en el pasado Festival de Viña, justo después de la rueda de prensa previa a su actuación en la Quinta Vergara, cuando a Joe Vasconcellos le dieron la noticia del año. En cuatro palabras.

“Loco: el disco va”, recuerda.

No era una noticia cualquiera. Era el disco nuevo de Vasconcellos, un hombre que ya llevaba dos años de abstinencia en ese plano: su última grabación era “Taxi para tres” en 2001. Pero ésa era una breve banda sonora: el último disco había sido “Vivo”, en 1999. Pero era un disco de grandes éxitos: el último disco de canciones realmente nuevas había sido “Transformación”, en 1997.

Siete años de abstinencia, en realidad. Pero ese cálculo no quita el sueño a Vasconcellos. De hecho, las 31 canciones que este año tenía eran todas nuevas, la mayoría compuesta durante el empantanado conflicto contractual con el sello EMI que duró un año. “Pero yo necesitaba salirme de eso, porque me evocaba otros momentos. Momentos difíciles”. De modo que descartó casi de plano todo. Sólo mantuvo las canciones “La gloria de Chile” y “Boca colorá”, y se remontó a su lejana época de cantante de Congreso hacia 1980 para recuperar otras tres: “Tu indiferencia”, “Vivir” y “La plegaria”.

El resto del disco, que apareció el 25 de agosto con el título de “En paz”, es música cero kilómetros. Vasconcellos volvió a la casa de sus padres en Las Condes junto a su nuevo socio, el bajista Christian Gálvez, como productor. “Nos encerramos en la casa de mis viejos como yo hacía antiguamente. Hay una pieza donde puedo retirarme, es un espacio donde abres la puerta, te preparas tu cafecito, siempre hay un cariñito, viene la mamá con un dulcecito, una cosita, entonces ese pie a tierra de ternura era también muy importante. Empezamos cuando fue la invasión de Irak. Trataba de no prender la tele. De no dejarme influenciar por la cuestión de la guerra. Nos encerramos prácticamente a hacer un tema y medio por día. Esa fue nuestra obligación”.

- ¿Por qué volviste a la casa de tus padres?
“Porque eso me ponía en la misma posición en que estaba cuando llegué a preparar el “Verde cerca” (su primer disco en Chile, en 1991)”, dice. Y, casi como empezando una receta, agrega: “Este disco tiene arrepentimiento. Tiene sobre todo paz y libertad. Libertad en el sentido de que me pesaba mucho el éxito de los otros temas. Volver a repetir “Huellas” o un “Mágico”... yo no podía hacer eso. Traté de evocar todas mis influencias, desde los Mutantes y el Tropicalismo, a todos mis ídolos brasileros. Y hay mucha familia ahí. Todos los temas evocan cosas de mi vida, más que cualquier otro disco. Es uno de los discos más personales”.

- Una canción, “Frederico”, está dedicada a tu padre.
“Mi papá lo escuchó el mismo día en que lo terminamos y se puso coloradito. Para mí era tan bonito eso, porque también están presentes mi hijos, ese concepto de familia que tenía presente de una manera tal vez un poco efímera. Pero al nacer mis hijos eso cambió”.

- ¿Eso es por la vida nómade que has llevado?
“Nunca tuve esa noción hasta afincarme en Chile. Siempre tuve una maleta lista porque así viví mi vida. Pero esa maleta ya no existe”.

- ¿Viviste más la familia como padre que como hijo?
“Exactamente. Y cambia bastante, porque empiezan a tener valor un montón de cosas: perdón, tolerancia, paz, fe. A veces es "casa de herrero cuchillo de palo": uno es extremamente buena onda con todo lo que te rodea pero te olvidas de tus seres queridos. Desde que nacieron mis hijos he tratado de sentir el pulso de la vida y no perderme esos momentos de decir "te quiero, te amo" a las personas. Creo que el año pasado fue terrible. Se nos fue la Carolita Fadic. Se nos fue el Jaimito (Vivanco, pianista de Congreso y Fulano), se nos fue el Gato (Alquinta). Y quedaron tantas cosas por decirse en un momento. Para mí fue un proceso muy difícil, buscar y preguntarle a Dios todos los días por qué”.

- ¿Quedaste con algo pendiente que decirle a Vivanco?
“Yo creo que sí. Decirle que... que lo quería harto. Y que cuando estuvimos juntos hicimos cosas bonitas. Creo que eso se perdió. Él era un ser muy solitario. Pero justamente el momento del “Verde cerca” fue cuando conocí a Jaime, trabajamos juntos, todos teníamos nuestra conexión con Congreso, hasta el día de hoy, pero en ese momento estábamos fuera de Congreso. “El chinchinero” lo hicimos juntos. También con la Carolina (Fadic), de repente nos perdimos de vista, pero yo viví el momento más tierno, yo creo, de ella, cuando nació su hijo. Después se separó, yo también me separé y nuestros caminos se abrieron, pero había una cosa intensa y bonita. Y una mina tan joven”.

- En esa época tú tenías tus propios problemas de contrato. ¿Le veías salida?
“Era una situación casi sin salida. Pero sinceramente frente a lo que uno abría en los diarios, era o ponerse en una situación de conflicto o buscar. Somos personas de paz, estamos vinculados a Unicef, a Greenpeace: no vamos a provocar una situación de guerra. Y ahí creo que hubo mucho cariño del equipo de decirme Huachito, usted preocúpese de lo suyo. Déjeme a mí que yo voy a ver cómo hago”.

- ¿Prefieres no estar al tanto en vez de controlar todo?
“Es que no puedes. Yo pasé muchos años tratando de hacerlo. En muchos shows estábamos ¡wowow! cantando, pero al mismo tiempo yo estaba contando al público. Para que no me cagaran. Tenía que responder a los músicos. Aunque fueran cinco lucas. Pero yo siempre buscaba el amor en las cosas, en el sentido de la buena onda: de siempre tratar de que No me cagues, loco. Yo te estoy cumpliendo. Pero igual te cagan”.

- ¿Ahora estás más desconfiado?
“Por supuesto. Me vino el desencanto, pero feroz”.

- O sea ya no crees tanto en la buena onda.
“No. Sigo cultivándola, y creo que mi fe en mis santos, en mi historia, me permite llegar a la casa, atender a mis hijos y seguir creyendo en eso (...). Sigo siendo idealista, pero con las armas que me entrega el mundo en que vivo. Uno de los puntos de este reencuentro con la EMI es que no se olviden de que, loco, yo quiero el disco barato. Vamos a pelear por eso, el disco tiene que salir a menos de cinco lucas. Porque yo sé lo que vale un disco. Si después me vienen a hablar de piratería y cosas: para. Porque cada vez que hay un piratita está lleno de gente. Mirando. Y eso no es porque la gente quiera comprar del pirata. Es porque quiere música igual pero no puede pagar diez lucas por un disco”.

- ¿Eso será materia del contrato?
“Está todo ordenado. Y ahora somos socios. Yo no soy más artista del sello. Porque tengo un presentimiento dentro de mi corazón, mi angelito me dice, loco, a esto le queda poquito. Al concepto le queda poquito”.

- ¿Y qué es lo que viene?
“Uno de mis grandes íconos, que es Rubén Blades, ofrece su disco en internet y te dice "Págame lo que tú creas que vale este disco". Este nuevo universo tiene mucho que ver con internet. Por eso cultivo mi página, para que sea una herramienta importante para el futuro”.

- Dijiste que el disco tiene arrepentimiento, también. ¿Cuál es el arrepentimiento?
“Es haber sido en algún momento soberbio. O sea, si te equivocaste y vas a pagar por eso. Y me equivoqué porque no leímos bien el contrato. Y además arrepentimiento por las cosas que uno ve todos los días”, dice, y enumera asuntos como el desastre ecológico o la última guerra.

“Cómo no aprendemos”, continúa. “Ese niño que está llorando puede ser tu hijo. ¿O tú te crees que estás del lado de Schwarzenegger? Nosotros lo vivimos acá. ¿Cuántos chilenos murieron para defender los intereses de Nixon y de Kissinger? Nos matamos entre nosotros. Nunca nos vamos a perdonar eso. Ahora empieza a aparecer, treinta años después, y ahí están las viejitas bailando su cueca, y no puedo abstraerme porque en ellas yo veo a mi tía, a mi vieja, a mi familia. Todo lo que concierne a Chile lo siento como parte de mi familia. Y espero entregar eso a mis hijos. Pero siento que hoy son los críos los que vienen a enseñarte a ti. Con tres años de edad mi hijo me pega unas paradas de carro así, que yo quedo pa''''''''dentro”.

- O sea, para la otra le pides consejo a él antes de firmar el contrato.
“La dura”, sonríe.


Disciplina: esta pega no es así

Joe Vasconcellos viene llegando de un show en Chuquicamata, que tuvo un desperfecto técnico. “Creo que fue el único show de mi vida donde no toqué “Huellas”, porque se cortó la luz”, explica. “Y salió la raja igual. Fue una señal”, agrega: hay vida después de “Huellas”, el mayor éxito de Joe Vasconcellos.

Las nueva época incluye también otro equipo. Al mando del mencionado Christian Gálvez, Joe toca ahora con músicos más jóvenes como el guitarrista Mauricio Rodríguez o el pianista Lautaro Quevedo.

“Es sano producir eso porque si no, te arranas. Uno siempre tiene que trabajar con un ají en el poto. La escuela del tambor me enseñó que el tambor siempre debe estar picando, porque si no la cosa se transforma en una murga peronista”, dice, imitando un flojo ritmo de percusión. “Es muy delicado dar las cosas por hecho: esta pega no es así”.

- ¿Eso explica que hayan pasado tantos músicos por tus grupos? ¿Eres exigente, jodido?
“Yo creo que sí. Pero creo que fui mucho más jodido y más indigesto antes. Y creo que muchos músicos que pasaron por mi equipo deben haber dicho ¿Qué le pasa a este conchesumadre? Claro. Gente que ha salido en buena y en mala. Pero también tiene que ver con muchas otras cosas: con jales y un montón de cosas que yo no admito en mi trabajo. Porque yo no puedo estar tocando reggae con un músico que está cha-cha-cha”, explica, imitando un ritmo frenético. “No me cuadra”.

- ¿Es una cuestión de disciplina? Aparentemente exiges exclusividad a tus músicos.
“No. No exijo exclusividad. Eso significa tener un capital y pagar para que el loco no toque con los demás. Yo exijo respeto. Disciplina. Porque eso te va a servir como músico. O sea, mi escuela fue a cachetazos. Yo llegué a Brasil desde Chile y me encuentro con millones de percusionistas, y cada uno mejor que el otro, y tenía que ganar mi lugar en eso. Y aprendí humildad”.

La última vez que Vasconcellos sacó un disco, este era un mundo sin reality-shows. Ahora, dos de los integrantes de su grupo, la cantante Michéle Espinoza y el propio Christian Gálvez, trabajan en “Operación triunfo” y “Protagonistas de la música” respectivamente.

“Yo ni siquiera veo los programas. El Gálvez me cuenta”, dice el cantante, antes de citar una frase del cronista Pedro Lemebel que acaba de leer. “Un país que se contenta solamente con su televisión se olvidó de salir, de ir a los recitales. Hay una responsabilidad frente a eso: ofrecer mucho más que antes. Y esto no se hace en meses. Se hace en años. E igual te puedes equivocar. Y yo creo que soy un vivo ejemplo de eso. Porque enfrenté al frío mundo del negocio con una flor en la mano y una paloma”, concluye, y lleva más allá el sentido figurado. “Claro: me fumé un cuete antes de ir a firmar el contrato. No, pues”.

- No se hace eso.
“Claro. No se hace eso. Voy a ese tipo de metáfora. Y la metáfora más bonita es esta: si tú riegas el arbolito todos los días él va a tirar las raíces por arribita, va a venir un temporal y se lo va a llevar. En cambio si le das poquita agua, se va a ver obligado a ir a buscarla allá al fondo y cuando venga el temporal va a tener las raíces tan profundas que va a aguantar. Esa me la dieron desde chico: afincar raíces para que el viento no te lleve”.
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