Federico Heinlein
5/10/1997
Dos acreditadas figuras de nuestro mundo artístico la soprano Patricia Vásquez y la pianista Elvira Savi ofrecieron una fascinante selección de trozos hispanos del siglo XX en la sala del Centro Cultural de España. Desde el principio captaron el interés de la concurrencia, que manifestaba su aprecio con cariñosos aplausos después de cada número.
Aunque el insigne Manuel de Falla no aparecía nombrado en el programa, su recuerdo se hizo presente a menudo. Varias de las composiciones de Fernando Obradors, que abrieron este recital, evocaban la delicadeza sonora y sensibilidad de redacción del maestro gaditano.
En particular nos referimos a “El majo celoso”, y también a “Del cabello más sutil”: uno de los encores conseguidos por el público entusiasta. Sin embargo, no es menor la influencia de Falla en su discípulo Ernesto Halffter, quien estuvo representado con dos atrayentes canciones.
Simpática fue la vena popular de dos coplas un tanto rústicas de F. Cases, mientras que “Olé mi seguidilla” ya alcanzaba el colmo de lo superficial.
Nada que ver con el calibre de Joaquín Rodrigo, meditabundo en “Adela”, vigoroso y áspero en “De ronda”.
Encabezaron la segunda parte del recital tres bonitas canciones de Federico Mompou. El compositor catalán, fuertemente influenciado por el impresionismo francés, logra crear ambientes de notable finura. Joaquín Nin y Castellanos manejaba con habilidad las melismas gitanas en su “Canto Andaluz”, punto relevante de este concierto.
En tres canciones de Eduardo Toldrá destacó su acendrado romanticismo junto a la delicadeza y un gran refinamiento. Con magnífica soltura, las intérpretes entregaron “Madre, unos ojuelos vi”.
El sevillano Joaquín Turina, compañero de luchas de Albéniz y Manuel de Falla, tiende a recargar el acompañamiento pianístico de sus canciones. Sin embargo, Elvira Savi nunca tapaba la voz de la soprano en el dramatismo de “Los dos miedos” ni durante el patético “Nunca olvida”. La entrega de “Las locas por amor” fue la cumbre triunfal del programa impreso.
Es admirable la complementación perfecta de las dos artistas, que tanto han contribuido a nuestro quehacer musical. Como de costumbre, Elvira Savi estuvo impecable. Patricia Vásquez, acaso ligeramente indispuesta, se concentraba, más allá del sentimiento, en la buena producción de las notas, con frecuente menoscabo del texto. La concurrencia, cautivada por la expresividad de ambas intérpretes, no parecía echar de menos los detalles de la letra.