Que hablen los poetas
El compositor chileno habla del modo dedicado en que gestó
Cumbres del sur, un disco en el que las voces de Pablo Neruda y Gabriela Mistral recitan sobre bases musicales de sugerentes atmósferas.
Marisol García C. (10-10-2003)
Uno de los compositores que más ha usado su pasaporte chileno -ya a los 18 años se fue becado a Moscú, y hoy vive en Estados Unidos- guarda un cierto recelo hacia lo que él llama "llegar y soltar máquinas", pues su cosmopolitismo no da para tanto, tampoco. Habla, imaginamos, de los esfuerzos de los jóvenes músicos electrónicos, algunos empeñados en acercarse al público a través de los más grandes poetas del país. Joakín Bello exige más dedicación, imaginación y, en definitiva, "respeto". Su reciente intento de musicalización para las voces de Pablo Neruda y Gabriela Mistral le tomó cinco años de diseño, ejecución y registro. El resultado,
Cumbres del sur, lo siente como un disco al cual no hubiese podido llegar si no es tras toda su larga y diversa experiencia musical previa.
-¿Puede un compositor sentir un interés netamente musical por la poesía de Neruda o la Mistral?
-En ambos me llamaba la atención su manejo del ritmo. En el caso de Neruda, él era capaz hasta de deformar las palabras por conservar un ritmo. Y Gabriela Mistral tiene una frase muy interesante que dijo en Argentina: "en la poesía, el ritmo es todo". Entonces, en algún sentido, ambos son poetas fáciles para trabajar musicalmente. Pero, al mismo tiempo, es difícil seguir a quienes llevan su propio ritmo. Fue un desafío como de microcirugía ir adaptando los ritmos. No era mi intención superponer cosas. Por eso es que este trabajo llevó años.
-¿Y cómo crees que le ayuda tu música a su poesía?
-Creo que la música –y eso lo intuía Neruda- abre el corazón de las personas. Entra a las personas directo al alma, no por el juicio crítico. Al tener una música adecuadamente elegida, creo que la voz de un poeta, con el tremendo contenido emocional y espiritual de Neruda y la Mistral, logra entrar sin ese filtro que habitualmente les ponemos. Y se hace realidad esa recomendación que daba Neruda: "cuando lean libros, que sea como si recién están aprendiendo a leer". Por eso creo que este trabajo podría llegar a ser un buen complemento en planes de educación para acercarse a la obra de estos poetas. La vibración que sale de ahí es algo muy profundo y sustancial de lo que podríamos llamar "el alma de Chile": su espíritu, su sensualidad. No por azar estos poetas nacieron en un lugar muy cercano, casi al mismo tiempo; y es porque parecen uno solo.
-¿Qué diferencia puede tener tu musicalización con aquellas que han convertido los versos en canto y los poemas, en canciones?
-Son dos cosas diferentes, ambas necesarias. Pero creo que el mantener la voz de los autores, en especial la de ellos, es mantener parte importante de su esencia. La voz es nuestro sonido más directo, algo que refleja nuestro mundo. Entonces uno se adentra en el mundo de ambos poetas de su propia mano. Uno aprende a quererlos a través del gran cariño, ternura, emoción, que ellos ponen en cada frase.
La selección de poemas incluidos en
Cumbres del sur corresponden a grabaciones históricas de las voces de Neruda (registradas entre 1968 y 1969 para EMI) y de la Mistral (recuperados desde el archivo de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, de una lectura realizada en Washington DC el 12 de diciembre de 1950). Para Bello, la selección logra un contrapunto entre los temas "infantiles, telúricos y espirituales" de la poetisa, y la sensualidad y alegría de Neruda. En trece tracks, se suceden obras tan populares como el "Poema 20" ("Puedo escribir los versos..."), el "Poema 15" ("Me gustas cuando callas..."), "Meciendo" y "Miedo". Un impacto especial causó en el músico la voz temblorosa de la Mistral, quien en momentos de la grabación debía detenerse y apenas dejaba sonando su mano con el papel sacudiéndose. Tanto le gustó a Bello conocer ese aspecto de su figura, que planea una edición futura similar sólo con la voz de Lucila Godoy.
-Tras escuchar el resultado, ¿te satisface el equilibrio que se logró entre palabra y sonido?
-Intenté que fuese un diálogo, y eso fue lo que me tomó años: editar. Porque muchas veces las frases había que intervenirlas para que no chocaran con algo importante de la música y entraran a contradecirse ambos mundos. La idea era que se dejaran, ambos, espacios, dentro de una latencia común. Fui creando previamente una atmósfera musical, acorde con los versos. Entonces los contenidos van de la mano, y creo que ahí es dónde está la fuerza de este trabajo.
-¿Te interesaba que el disco sonara "chileno"?
-No, no fue algo consciente. Creo que es, pero la instrumentación viene de acuerdo a las atmósferas. Por ejemplo, cuando la Mistral habla sobre las vizcachas o el mundo quechua, intento situar a la gente en el campo. En Neruda, en cambio, está muy presenta el violín, la viola... es la cuerda la que más puede reflejar su romanticismo, su pasión tremenda, ese fuego.
-En ese sentido, es una muy buena síntesis de los discos que has hecho antes.
-Exacto, claro que sí. Es un resultado al cual se llega sólo con una comodidad con los instrumentos.