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Obituario: Rubén González (1919-2003) 12/12/2003

12 de Diciembre de 2003 | 00:00 |
Obituario: Rubén González (1919-2003)

Recuerdos y discografía destacada de uno de los más importante pianistas cubanos


Marisol García 12/12/2003

Los recuentos de fin de año deberán invertir un generoso espacio en las figuras musicales fallecidas en los últimos doce meses, con Barry White, Johnny Cash y Celia Cruz como nombres que concentrarán los lamentos de una comunidad que perdió con ellos voces de experiencia, profundamente vinculadas al desarrollo cultural del siglo XX en Centro y Norteamérica.


Por poco queda fuera Rubén González, pero alguna maña caribeña hizo que el más famoso pianista de Cuba pasara a engrosar la lista de luto poco antes del cierre de las postulaciones. Problemas en los pulmones y el riñón, junto a una avanzada artritis terminaron con su vida el lunes pasado, en su casa de La Habana. El pianista de pelo cano, lanzado al mundo a través del proyecto audiovisual Buena Vista Social Club, se fue cinco meses después que uno de sus mejores amigos, Compay Segundo. Se desmembra así, de modo irreparable, el núcleo de uno de los fenómenos más importantes de la última década en materia de música caribeña.

Los obituarios periodísticos sirven para muchas cosas, y entre ellas para iniciar el interés en la obra de personajes cuya muerte cierra lo que puede haber sido una carrera extensa y, por lo mismo, confusa para el gran público. Quizás lo más valioso de los discos legados por Rubén González, sea que se trata de publicaciones que superan los géneros, y que invitan incluso a los oídos domesticados por el pop radial o la balada, a disfrutarlos de un modo sencillo. No hay que ser un experto en música cubana para disfrutar discos como Chanchullo (2000). No hay, siquiera, que saber que existe un género llamado “jazz cubano” para conmoverse con un álbum como Introducing... Rubén González (1997), pues hay allí melodías perfectamente reconocibles. Los trabajos están ahí, conteniendo música amable y cálida, virtuosa pero no por eso docta.

La historia profesional de Rubén González fue la de cualquier músico cubano atribulado por la falta de perspectiva en su carrera, pues pese a haber trabajado con músicos tan importantes como Arsenio Rodríguez y Enrique Jorrin (el inventor del cha-cha-chá), el pianista estuvo más de diez años retirado de la música. En 1996, el primer proyecto de Afro Cuban All Stars (A toda Cuba le gusta) lo sacó del enclaustramiento y comenzó a dar luces de lo que se le vendría luego con Buena Vista Social Club: ventas millonarias, viajes por el mundo, alabanzas de los más grandes músicos, fama inesperada. Si hasta salió en una película (el documental homónimo de Wim Wenders), convirtiéndose en una atípica estrella para un mundo muy distinto al suyo.

Fuera de la parafernalia, lo más importante que le regaló Buena Vista, fue la posibilidad de legitimarse como un músico solista, con una discografía propia. Cosas del comunismo: su disco debut lo pudo publicar recién a los 78 años. A partir de ese álbum (Introducing... Ruben Gonzalez, 1997), su trabajo de estudio se agilizó de modo importante, y existen otros seis álbumes con su nombre como solista. Pero el auditor curioso debiese combinar estas publicaciones con aquellas publicadas como parte de una banda, que es donde este ex-estudiante de Medicina, músico veterano y eterno “Señor piano”, mejor logró mostrar su versatilidad en el danzón, la guaracha, el chachachá, el jazz y cualquier ritmo que se adecuara a su talento mayor.


Cinco Discos Para Recordarlo

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1.Introducing... Rubén González (1997)

Un debut tardío para un músico de 78 años y experiencia musical suficiente como para tener ya varios “box-set”. Pero parece haber valido la pena la espera. Aquí se reúnen melodías clásicas de la música afro-caribeña (“La engañadora”, “Siboney”, “Cumbanchero”) más tres composiciones originales del pianista, que despliega su talento en ritmos diversos, siempre cálidos en el sonido gracias a la compañía de gente como Orlando “Cachaíto” López en el bajo, Amadito Valdés en los timbales y la dirección artística y los coros del gran Juan de Marcos González.

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2.Chanchullo (2000)

Un álbum importante por cómo terminó de introducir a González al mercado estadounidense, en donde fue nominado a un Grammy. Éste es un disco de mayor descanso en la percusión, que vuelve a tomar títulos clásicos (“Bodeguero”, “Qué rico vacilón”, “Quizás, quizás, quizás”) y reconocibles incluso tras el proceso de agilización que le regalan los dedos de González. El disco cuenta con la colaboración de 21 músicos, incluyendo a Ibrahim Ferrer, Elíades Ochoa y el bajista Cachaíto López.

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3.Afro-Cuban All Stars, A toda Cuba le gusta (1997)

El proyecto madre en el cual se inspiró luego Ry Cooder para explotar el son al mundo con su Buena Vista Social Club. Este dream-team de la música cubana es dirigido por Juan de Marcos González y cuenta con la participación de Ibrahim Ferrer, Pyo Leiva, “Cachaíto” López, “Puntillita” Licea y Barbarito Torres, entre otros. Pese a tanto talento, el piano de Rubén González no deja de llamar la atención ni por un instante. Lo que es mucho decir, habiendo tanta maravillosa distracción.

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4.Omara Portuondo, Buena Vista Social Club presents Omara Portuondo (2000).

Un disco hermosísimo, donde la así llamada “Edith Piaf de Cuba” se emociona con títulos robados desde Sarita Montiel a George Gershwin. El piano de Rubén González es vital para aportarle finura y calidez a su interpretación del bolero, que sería puro desgarro si no estuviese contenida por un hombre medido sobre las teclas.

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5.Buena Vista Social Club (1997)

Sólo un país como Cuba podía explicar un disco como éste, tan grandioso como humilde, con músicos superiores en experiencia y talento a los que por entonces poblaban los rankings de jazz o “world-music”, pero sin conciencia alguna de su don. Rubén González ni siquiera tenía un piano propio cuando aceptó la invitación del guitarrista estadounidense Ry Cooder a sumarse a sus amigotes Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Elíades Ochoa y Omara Portuondo, y ver qué podía salir en el estudio. El resultado fue un disco histórico, gracias al cual hasta en China se conoce qué es el son, y que le regaló a González su época de mayor gloria.

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