Rock diyei
Marcelo Contreras 29/1/2005
Hubo un instante en la madrugada del viernes 28 en el muelle Barón de Valparaíso, que el embarcadero parecía un trasatlántico a punto de zarpar en plena fiesta, capitaneado por los beats incesantes de Fatboy Slim. De haber soltado amarras desde el cada vez más afianzado reducto electrónico porteño, el viaje trazado por Norman Cook (el verdadero nombre de Fatboy) era de una sola línea: bailar hasta caer.
La singladura tuvo tropiezos. Media decena de cortes energéticos en el potente audio, que el artista británico superó con sonrisa traviesa. ¿Algún conato de motín entre los 3.000 asistentes por las fallas? Escasos. Era tal la euforia que despertó el set de Fatboy Slim (que prácticamente prescindió de su último álbum Palookaville), que las interrupciones fueron pausa para el aliento. Aun así, Cook tomó resguardos para mantener a la audiencia de su lado, como el viejo truco de ponerse la camiseta de la Roja. Fue innecesario. Fatboy Slim contagió al público con su simpatía escénica y su fe en el baile. Un gran viaje.