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La nueva selección 25/2/2005

25 de Febrero de 2005 | 00:00 |
Las divisiones menores de la música chilena siguen moviéndose. Si hasta hace un año lo más visible era una hermandad de grupos de rock, ahora hay muchos más solistas y a la nueva generación también le gusta el pop, las nuevas formas de hip-hop y hasta la raíz folclórica.

Diego Trujillo y David Ponce 25/2/2005


Javiera Mena


Este es el año en que Javiera Mena, cantante, autora, estudiante de composición y arreglos musicales en la academia Projazz desde 2002, va a publicar su primer disco. Y más allá de que sea un debut, de que ella haya nacido en 1983 o de que recién había cumplido dieciocho para su primer concierto hace cuatro años, hay algo en lo que se nota que es joven. Hay algo de verdad nuevo en la música que hace. Javiera Mena no tiene prejuicios.

Así que éste será su primer disco, pero ella ha tenido al menos tres en la cabeza. Uno es acústico: hace tres años ya sonaba como la heredera imposible y simultánea de Stereolab e Inti-Illimani. Otro es electrónico: luego se volcó al PC a programar canciones tecnopop al límite con Erasure. Y ahora, yendo del computador al piano, su disco será un equilibrio entre esos y otros polos. Como los coros que acaba de grabar, al estilo de los Carpenters: pop de antes que ella naciera.

"Al final se fue dando una onda medio adulta joven", descubre, sin prejuicios.

Javiera Mena ha tocado en Chile y Argentina con músicos de Suárez, El Otro Yo y Entre Ríos, y aquí la innata sensibilidad pop de sus canciones ha llamado la atención de Gabriel Vigliensoni, con quien trabajó el año pasado, y de Cristián Heyne, que es el productor del disco. "Gabriel es un buen profesor, buen teórico, y en Heyne confío mucho. Se metió mucho en mi forma de cantar, en la intención de la voz, en sentir lo que estoy cantando", explica. Una de esas letras del nuevo disco habla de las "canciones de la radio, tantas canciones buenas". ¿Cuáles canciones? "Puede ser cualquiera: desde Salvatore Adamo hasta Foreigner. Vas en la micro, una canción te gusta y te dan ganas de llegar a la casa a bajarla", dice Javiera Mena. Sin prejuicios.



FDA


"Tomémonos una foto bien rapera", sugieren dos integrantes de FDA, y otros dos se ríen. Koala Kontreras, Gen y Pato Dus (voces), Foex y DJ Dacel (bases) tienen nombres hiphoperos y tocan en un grupo de hip-hop, pero no les hace falta la pose rapera. Con su segundo disco, el elaborado y creativo Homónimo (subdemo@yahoo.com), FDA fue la noticia más sorprendente del rap chileno en 2004.

"Es que somos como somos. En ese disco dice No aparentamos", cita Koala, en alusión al primer CD del grupo, Subdemo (2001). "Hay raperos que siguen una tradición, es hip-hop puro. Nosotros tenemos muchas influencias. Y somos chilenos también. Eso ya es distinto", agrega Gen. "Lo definimos como ‘Rap del otro’. Es puro, pero es otra cosa", concluye Foex.

De hecho, en Homónimo caben desde temas instrumentales electrónicos de Foex hasta las fluidas rimas de Koala, Pato y Gen, que cita por igual a Homero y a Roberto Carlos, en el verso "Como una armonía de cóncavo y convexo, así es nuestro rap en el tiempo". "Es que así es nuestro rap", describe. "Es como una armonía casi sexual".
www.feporundestino.cl



Gepe


En la pieza donde hace canciones Daniel Riveros hay fotos de Víctor Jara y Violeta y Nicanor Parra en la carpa de La Reina en los ’60. Pero no es que Riveros sea de la época de las peñas. Más bien es de la época del MP3: nació en 1981, tiene 23 años y desde colegial ha escuchado, en siguiente orden, metal, britpop, noise (el ruido de Sonic Youth cambió su vida), slowcore (el grupo Low) y post-rock de Chicago. Y raíz folclórica de Chile.

Tras grabar con el nombre de Gepe el íntimo disco 5x5 (www.jacobinodiscos.cl) con poco más que una guitarra acústica, él tiene una teoría. "Como chilenos o sudamericanos o no sé qué somos, lo que nos diferencia del mundo anglosajón es que somos precarios. Allá nacieron las orquestas, las bandas, las marchas. Y nosotros aquí con un cultrún. Eso es lo que hay que explotar. Los que entendieron la precariedad y la llevaron a lo máximo son Los Prisioneros y la Violeta (Parra). Son súper ásperos, en las letras, en lo que dicen, en lo que son". Gepe también es percusionista del dúo Taller Dejao y de Javiera Mena. "Cantar es lo que encuentro más expresivo. No sé tocar ningún instrumento en particular", asegura. Pero lo que no sabe lo inventa.
www.fotolog.net/gepe



Leo Quinteros


En algún momento de su vida, Leo Quinteros (29) estudió leyes. Y hasta trabajó en eso. Pero al titularse ya tenía claro que quería hacer música. Tan claro como para pararse en el escenario y tocar solo, o con el baterista Cristián Sotomayor, pero como si estuviera acompañado por una banda entera, gracias a un efecto conectado a la guitarra. Para su primer disco, Fallando (2003), formó un conjunto llamado Leo Quinteros y los Pasajeros del Titanic, pero el punto es que nunca encontró "una visión colectiva en la música. En general, tenía grupos porque hacía canciones, pero no me atrevía a cantarlas". Hasta que se desprendió del formato tradicional de banda de rock, y nació 1 A (2004), un disco grabado en un taller de Bellavista y del que han sonado singles radiales como "Fumadores" e "Inundándonos". Un álbum que parece de banda, pero no lo es, con música y letras pop, pero contundentes, y mucho de lo que él llama, riendo, "instinto melódico, la mariconería del rock". Muy independiente, además. "En Chile se están haciendo cosas sin estar en la fila de espera, porque en el fondo es la industria la que no se ha vuelto a mirar a la música independiente".
www.capsuladiscos.cl



Yael Meyer


De sus 23 años, Yael Meyer ha pasado casi dos décadas armando melodías: ya a los cinco estudiaba piano. Y al salir del colegio, en 1999, se lo tomó en serio, postuló y ganó una beca en el célebre Berklee College of Music en Boston. Allá, en 2001, nació su primer disco, The other side, y pronto empezó a cultivar un estilo que llama "electro-orgánico": música hecha con computadores e instrumentos análogos, pero ejecutada en vivo al hacer presentaciones.

Su segundo trabajo también está en inglés, Common ground (2004), y fue creado en una etapa de colaboración con músicos de varios países. "Quería llevarle a otros un pedacito de estas personas que me rodeaban", explica. A Chile vino a hacer la mezcla del disco, cuando terminó sus estudios. No tuvo problemas con el idioma. Al contrario, la canción "The beauty of all" ha rotado en radios como Concierto, Zero y hasta Horizonte. "El propósito de mi música es unificar", declara. "Crear instancias donde la gente pueda compartir y despertar al proceso de respetarnos y querernos".
www.yaelmeyer.com



CHC


Dos letras bastaron a CHC para transformar la historia del hip-hop en un nuevo invento: el hippy-hop. O sea, hip-hop para rapear no sólo sobre denuncia sino también sobre armonía y sensibilidad, como hacen en su primer disco, Bastante real (2003), y en el reciente What it is / Es lo que es (2004): canciones amables, cordiales y divertidas con títulos como "Me inspira" y "Se siente bien".

El trío debutó en 2001, y si al comienzo la revelación fueron las rimas de Palabra (Gabriel Díaz) y Joven (Sebastián Silva), en el nuevo disco la música alcanza la misma riqueza en manos de Piedra (Pedro Subercaseaux), guitarrista y productor. "He escuchado puro pop toda mi vida, entonces me salen melodías poperas", explica Sebastián. "Y de la instrumentación se encarga Pedro, que también es súper oreja".

CHC quiere decir Congregación de Hermanos Contemplativos, y es un nombre afín a lo que Joven llama "la onda predicadora del grupo". Pero tampoco están en una cruzada por salvar el mundo. En un reciente show playero, el público (jóvenes "abeceuno curaos, bailando algo como A mover la chirimoya", según recuerda Sebastián) se portó demasiado hostil. "Oye, bueno, ojalá que disfuten su verano", dijo Gabriel a modo de despedida, pero no hubo caso. "Y bueno, todos los que tienen el dedo parado, métanselo.".., finalizó. CHC también puede ser rudo: a veces el pacifismo simplemente no sirve.
www.holachc.com



Camión


Dentro del impacto del rock de guitarras que ha prendido en los últimos años en Chile, el impacto de Camión es algo literal: el bautismo de este grupo data exactamente del 11 de diciembre de 2003, cuando el auto en que viajaban impactó a un camión y el accidente obligó a cancelar su primer concierto.

Fue sólo un rasguño. Un año después, Nicolás Rubio (voz y armónica), los hermanos Andrés y Rodrigo Astaburuaga (guitarra), Pablo Rogers (bajo) y José Linazasoro (batería) tienen un CD lanzado en 2004 (algorecords@hotmail.com) y tocan desde rock and roll pesado y desbocado hasta los sugerentes ritmos y acordes de canciones como "Cinco después" y "Con el agua hasta el cuello".

"Esa es una de las gracias de Camión", dice Rodrigo: la variedad. En este grupo el cantante toca armónica y sólo escucha rock en español, mientras los dos hermanos oyen a Luis Alberto Spinetta y Soundgarden respectivamente, y tal vez por eso el sonido de Camión arroja iguales partes de inquietud armónica y de recuerdos grunge. Aparte, Rodrigo estudia cine, ha participado en la grabación de varios clips para grupos afines como Ramires! o Guiso y sigue manejando la cámara de video. El auto ya no. "Yo iba al volante ese día", recuerda. "Nunca más manejé, por supuesto".
www.fotolog.net/camion



Casanova


El cantante Julián Peña ya tenía bajo el brazo varias canciones escritas cuando se separaron los Santos Dumont, el grupo donde tocaba. En 2003 se juntó con Rodrigo Otero, también ex-guitarrista de los Santos, y la tarea estuvo casi hecha: Otero tenía un conjunto paralelo, Sintra, junto a Felipe Quiroz (batería) y José Luis Saavedra (bajo), y fue sólo cosa de juntarse a tocar para ver cómo funcionaba. Y funcionó.

"Nos acoplamos súper rápido, en sonido y en lo personal", explica Rodrigo. El resultado es un disco llamado igual que el nuevo grupo: Casanova (2004), con música melancólica y con un fuerte sentido melódico, acorde al folk-rock-pop que cultivan. Casanova se preocupan además de la puesta en escena, y su nombre no es casualidad.

"Apela a la elegancia, a hacer bien las cosas", aclaran. Su segundo trabajo será un proceso más colectivo, proyectan. "Hay algunos temas más ochenteros, más crudos y post-punk", adelanta Rodrigo Otero. Y en forma independiente, pues están fuera del sello Irrepetible. "Nos decían que estábamos equivocados si pensábamos que podríamos vivir de la música", según Julián Peña. "Y si tu sello tiene esa visión, estamos mal".
www.casanovaonline.cl



Ygal Glisser


Ygal Glisser comenzó su "romance" con la música cuando era niño y vivía en Mozambique con su familia: su padre tenía una banda y él, los instrumentos disponibles todo el tiempo. A los trece años se vino a Valparaíso a vivir con sus abuelos y después de salir del colegio formó el grupo Canal Magdalena. Pero eso ya es pasado. Hoy, a los 29 años, ya tiene un disco propio, Educación sentimental (2004).

"Hacia el final de mi estadía en Canal tenía varias canciones que sólo podían encajar en un disco mío, eran muy personales", dice. Había llegado a la conclusión de que el rock "no estaba muy en la sangre del chileno", por lo que se alejó de esa línea para cultivar la música de raíz latinoamericana, aunque mezclándola con elementos del pop, el rhythm & blues y el hip-hop. Camino arriesgado el del muchacho. De hecho, con su primer sencillo, "Veneno", se propuso que la juventud chilena "se volviera a reencantar con los boleros".

"Muchos músicos se quejan de que hacer música en Chile es difícil, pero a mí no me gusta vivir protestando", dice. "Hay que hacer la mejor música posible, y la recompensa vendrá sola. O sea, quejarse menos y hacer más".
www.irrepetible.cl

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