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Notable "Italiana" 3/5/2005

04 de Mayo de 2005 | 21:34 |
Gilberto Ponce

Luego de su estupendo debut en la temporada 2005 la Filarmónica, el director austriaco Ralf Weikert, se despidió del público de Santiago con un programa con obras de Luciano Berio, Antonín Dvorák y Felix Mendelssohn.

Las "Variaciones para Orquesta" de Luciano Berio, uno de los autores contemporáneos más importantes de Italia, con las que se abrió el programa, fueron dirigidas por Weikert con pulcritud, intentando dar coherencia a una obra atonal con características puntillistas, bastante cerebral y conceptual, que recuerda a muchas obras de otros autores de los años setenta.

Luego de la fría pero respetuosa recepción del público, el violonchelista argentino Eduardo Vassallo, que actualmente es solista de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, pasó a interpretar el famoso Concierto para Violonchelo y Orquesta de Antonín Dvorák, una de las obras favoritas de todos los públicos y muy querida por los intérpretes.

Consideramos que si bien el solista tiene un bonito sonido, sus fraseos son irregulares y la afinación no siempre es perfecta, aunque tal vez, lo más importante, sea una cierta frialdad en su interpretación que no logra emocionar.

En ciertos pasajes del concierto, el solista se acercó bastante al espíritu vigoroso y esencialmente romántico de la obra. Recordamos especialmente el segundo movimiento Adagio ma non troppo.
La orquesta respondió en forma musical, cuidando los equilibrios sonoros.

Sería interesante escuchar a este solista en otro tipo de repertorio, que tal vez le acomode más. Sabemos que ha incursionado tanto en música para el cine, como con la de Astor Piazzolla.

Completamente cómodo, Weikert cerró el programa con la hermosa Sinfonía Nº4 Op. 90 "Italiana" de Felix Mendelssohn.

La sinfonía, una de las más populares del compositor alemán, es producto de un viaje a Italia realizado por su autor. En ella se recogen ritmos y melodías que recuerdan aires de la península. Es una sinfonía nada de fácil de interpretar si se quiere sacar a luz toda la riqueza expuesta por su creador. Sus chispeantes melodías, sus cambios rítmicos y la brillante orquestación obligan a un extremo cuidado. Así ocurrió en esta ocasión, pues Weikert consiguió un bellísimo sonido de la orquesta, que siguió cuidadosamente todas sus indicaciones.

Weikert tiene la cualidad de "dibujar" la música, sus gestos precisos y claros consiguen todos sus propósitos.

El energético primer movimiento, el sutil misterio del segundo, la elegancia del tercero, así como el frenesí del cuarto, nos mostraron a un cómodo director frente a una orquesta en uno de sus mejores momentos.

Llamó la atención la ubicación de violas y violines segundos fuera de lo tradicional, todo para buscar la sonoridad precisa buscada por Weikert.

En síntesis un concierto con más luces que sombras, con una obra de Berio, que no es demostrativa de lo mejor de su trabajo, un solista con resultados disparejos y un brillante final con la excelente versión de la Sinfonía Italiana de Mendelssohn, a cargo de un gran director.
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