Gilberto Ponce
Enormes eran las expectativas antes de escuchar a Michio Nishihara Toro en el Instituto Goethe de nuestra capital. La razón era su impresionante currículo, el que incluía ser discípulo de Oscar Gacitúa y con estudios en Polonia y en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, junto a conciertos ofrecidos en importantes teatros de Europa y América.
Ante una sala llena y con un programa desafiante, sólo podemos concluir que Nishihara estuvo en un mal día, pues solo algunas de las obras presentadas alcanzaron un nivel digno de sus pergaminos.
En la primera parte escuchamos obras de Johannes Brahms. Dos de sus famosos "Intermezzi", el Op. 119 Nº 1 y el Op. 116 Nº 4, alternados con dos Rapsodias, en Si menor Op.79 Nº 1 y en Sol menor Op 79 Nº 2. Creemos que el acercamiento del solista a Brahms es demasiado frío y su abuso del pedal le resta claridad al discurso musical en los Intermezzi, mientras que las Rapsodias son enfrentadas con inusitada dureza, y no con la fuerza expresiva requerida. No alcanzamos a vislumbrar nada de la poesía o de las sugerencias casi introspectivas de su autor. Sólo en la sección central de la Rapsodia Op.79 Nº 1 encontramos la delicadeza que sugiere el fragmento.
La pregunta que surge, ¿son estas obras afines con su carácter?
No obstante, en las "Variaciones sobre un tema de Haendel", nos encontramos con un solista sólido. Esta es una de las obras más complejas y difíciles de interpretar, pero desde la exposición del tema, logrado con claridad hasta su enfoque en las complejas variaciones, vimos a Nishihara más cómodo, acometiendo con prestancia la obra. Su solvencia interpretativa hizo olvidar dos lapsus salvados de muy buena forma.
Sin duda, este fue uno de los mejores momentos de la noche.
La segunda parte se inició con "La Maja y el Ruiseñor", de Enrique Granados, de voces confusas, por el uso del pedal. Siguió con un buen acercamiento a una de las "Tonadas" de Pedro Humberto Allende, tocada con gracia, y que fue en reemplazo de un preludio de Rachmaninov. Luego el "Poema" en Fa y el Preludio Op. 11 Nº 2 de Scriabin, interpretados sin ningún perfil definido, que es lo opuesto al impresionismo de su autor.
Para terminar el programa, dos obras de Chopin. El Estudio en Mi bemol menor Op.10 Nº 6, sin mayor trascendencia y el Scherzo en Si bemol menor Op. 31, interpretado con gran pasión y fuerza, en una versión muy personal.
La fuerza que le impuso a una de las más famosas Polonesas de Chopin, tocada como encore, no fue suficiente como para ocultar los frecuentes yerros en su interpretación.
Los artistas siempre están sujetos a días mejores que otros, sin duda este no fue uno bueno para Nishihara y esperamos poder verlo en otras circunstancias, para así poder aquilatar su importante trayectoria.