El maestro, captado durante sus años de plenitud.
ROMA.- Carlo Maria Giulini era considerado un maestro en su arte, uno de los más grandes directores de orquesta. Quizás fueron su afán por el perfeccionismo y su predilección por las representaciones glamorosas lo que le valieron el apodo de "San Carlo". El mismo se veía como "un servidor de la música".
El artista
murió este miércoles, a los 91 años, en una clínica de la ciudad de Brescia, en el norte de Italia. Giulini trabajó junto a estrellas como Arturo Toscanini, Luchino Visconti y la soprano Maria Callas, de la cual era un gran admirador. Brilló como director de óperas y fijó nuevos estándares como director de orquesta. En 1985, Herbert von Karajan lo propuso como su sucesor en la Filarmónica de Berlín. Giulini se sintió honrado por la oferta, pero la rechazó.
"Se para tranquilo y elegante en el podio, con las piernas levemente flexionadas y los brazos extendidos, como un saltamontes antes del salto", lo describió alguna vez una de las asistentes a sus conciertos. "Entonces le entra el movimiento, energía concentrada, y la música inunda el ambiente", agregó.
Poco antes de su 85 cumpleaños, el maestro anunció su despedida del podio. Sin embargo, la guerra de Kosovo lo llevó a tomar la batuta una vez más sobre el escenario. La "Pastoral" de Beethoven sonó en Milán por los refugiados a la otra orilla del Mar Adriático. Los fans celebraron entusiasmados el regreso "del glorioso decano de la música".
Giulini debutó como director de ópera con "La traviata", de Verdi. En los años 50 dirigió la Scala de Milán y alcanzó fama mundial con "Don Carlo" y "Falstaff", de Verdi, en la ópera del Covent Garden de Londres. A mediados de los 60, cuando ya era festejado hace tiempo como especialista en Verdi e intérprete de Mozart, se retiró de la dirección de óperas. No lo satisfacía el trabajo con las orquestas modernas. Sin embargo, volvió mucho más tarde a la ópera y a "Rigoletto", ya que la obra era "Verdi-Verdi", según afirmó.
Después de varios conciertos en Estados Unidos y una gran gira por Japón, dirigió entre 1973 y 1976 la Sinfónica de Viena. Luego se convirtió en sucesor de Zubin Mehta como director musical de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles.
En 1984 regresó a Europa, donde se centró en conciertos y grabaciones de discos. Bruckner, Mahler, Brahms y Schumann fueron parte de su repertorio. Los compositores más modernos le fueron ajenos. "Su niñez en el sur del Tirol le proporcionó junto al idioma alemán un fuerte vínculo emocional con la música alemana y austriaca del siglo XIX", escribió alguna vez un crítico.
Giulini nació el 9 de mayo de 1914 en Barletta, cerca de la ciudad de Bari, se crió en Bolzano y estudió en Roma. Como joven intérprete de viola tocó bajo la dirección de Wilhelm Furtwaengler, Richard Strauss e Igor Stravinsky. Fueron años importantes de aprendizaje, y la fidelidad a las obras se convirtió en su principal mandamiento. Algunos críticos lo acusaron de insensibilidad, otros festejaron sus interpretaciones como el "triunfo de lo atemporal" y "lo absoluto de la gran música".
A edad ya avanzada, el maestro transmitió su saber a músicos jóvenes y grabó unos dos discos al año, entre ellos las sinfonías de Beethoven. Esperaba el máximo rendimiento de sí mismo y de los demás. Se cuenta que durante las giras llamaba a un lado a los miembros de las orquestas para decirles: "Tenemos que tratar de hacerlo mejor. Hacerlo bien no es lo suficientemente bueno".