LA HABANA.- Cuba rinde un último tributo al sonero y bolerista Ibrahim Ferrer, exponente de la época dorada de su música popular y voz melodiosa de Buena Vista Social Club, quien será sepultado este lunes en el cementerio Colón, en La Habana, tras fallecer el viernes pasado a los 78 años de edad.
Su funeral fue anunciado en los medios oficiales y estatales de la isla, que calificaron el fallecimiento del músico cubano como una sensible pérdida para la música tradicional de la isla.
Ante su féretro, expuesto en una funeraria de La Habana -la más importante del país-, desfilaron el fin de semana figuras del mundo cultural, entre ellos sus compañeros de Buena Vista Social Club, músicos de renombre y funcionarios como el viceministro de Cultura y presidente del Instituto de la Música, Abel Acosta.
Rescatado del olvido por el cubano Juan de Marcos y el estadounidense Ry Cooder, que en 1996 reunieron a veteranos de los años 50 en el proyecto Buena Vista Social Club, este hombre de aspecto dulce, quien llevaba siempre una gorra y trajes de colores, llegó a ser uno de los mejores embajadores de la música cubana.
Su cálida voz, que para muchos alcanzó su máxima expresión de belleza en la clásica "Dos gardenias" -incluida en el álbum de Buena Vista Social Club-, cautivó en los más reconocidos escenarios de los cinco continentes, entre éstos el Carnegie Hall de Nueva York.
"Hemos perdido una gloria. Ibrahim tenía la voz igual que cuando yo lo escuché en su juventud. No sé como él pudo conservar esa voz así, clarita, clarita", declaró a la AFP el guitarrista Manuel Galván, integrante del Buena Vista Social Club.
Su muerte, ampliamente reseñada en la prensa internacional, sobre todo de Europa, tomó a todos por sorpresa pues el artista, en plena actividad, llegó el miércoles a La Habana de una gira que incluyó a Francia, España, Holanda, Suiza, Austria y Gran Bretaña.
De su gira, que culminó con gran éxito, volvió con una seria dolencia gastrointestinal que motivó su hospitalización, según contó a la AFP la esposa del músico, Caridad Díaz.
"Era muy buen amigo mío, buena persona, buen trabajador en su arte y excelente en calidad. Llegó a donde llegó porque era muy bueno, porque bastante trabajo que le costó", afirmó a la AFP Pío Leyva, integrante del Buena Vista Social Club.
Ferrer, padre de nueve hijos, nació en el seno de un hogar humilde el 20 de febrero de 1927 en la oriental provincia de Santiago de Cuba, quedó huérfano a los 12 años de edad y a los 14 comenzó a ganarse la vida con la música.
En 1940 se incorporó al grupo "Los Jóvenes del Son" y en la década de los 50 al conjunto de Pacho Alonso y Enrique Bonne. Fue también parte de orquestas que hicieron leyenda como la Chepín-Choven y la de Benny Moré.
Humilde receso
En los años 80 se alejó de la música y se dedicó a limpiar zapatos, pero fue redescubierto para formar el proyecto Buena Vista Social Club, junto a otras leyendas como el cantante Compay Segundo, el pianista Rubén González, la diva Omara Portuondo, el cantante Eliades Ochoa y el trompetista Luis ‘Guajiro’ Mirabal.
Con su muerte, Buena Vista Social Club, pierde a otra estrella, dos años después del fallecimiento de Compay Segundo, el 13 de julio de 2003 y González el 8 de diciembre de ese mismo año.
Ganador de tres Grammy, nominado cuatro veces, Ferrer grabó cuatro álbumes: A toda Cuba le gusta, Buena Vista Social Club, Buena Vista Social Club introducing Ibrahim Ferrer y Buenos Hermanos.
Humilde como era, tomó con tranquilidad cuando Estados Unidos le negó la visa para viajar a Los Ángeles a recoger el último Grammy que ganó en febrero de 2004. "¿Terrorista yo?", se lee en un cartel en las afueras de La Habana, recordando la respuesta que dio entonces.
Sueño roto
Murió sin cumplir un sueño. Nacido en la oriental provincia de Santiago de Cuba, en la propia cuna del son, Ferrer tenía este ritmo a flor de piel, pero su pasión era cantar boleros.
Cuando lo sorprendió la muerte estaba en proceso de grabación su disco Mi sueño: A bolero songbook, que rompiendo la norma de grabar el álbum primero y promocionarlo después, presentó el mes pasado en Europa.
Estaba convencido: "No hay como un bolero para cantarle al amor".