Claudio Vergara
Les costó a Los Tigres del Norte dar el zarpazo definitivo en Chile. Su show en la última Teletón fue apenas un maullido escuchado por pocos. Pero, como buenos felinos, se guardaron para atacar en el momento justo. Porque anoche repletaron el Teatro Caupolicán de sombreros tejanos y radios regionales con nombre animal.
Una camada transversal de devotos que entendían que la fiereza del quinteto sólo era posible en un espectáculo propio, donde compartieran espacio su impresionante catálogo de éxitos y ese viejo anzuelo popular que consiste en leer todos los papelitos arrojados desde la cancha. Su arañazo también cobra fuerza cuando, como anoche, se apartan de su histórica tacha de "narcocorridos" (y de las líricas de inmigrantes o narcotraficantes) para desplegar con destreza un abanico que muestra tanto música mexicana como boleros y sonido tropical. Letras de peligro y versos sufridos por igual, con una correcta pericia instrumental. Todo con la credibilidad escénica de quien ha vivido entre el polvo y las balas. Y para confirmar que hay México más allá de Luis Miguel.