El debut del grupo en Chile fue una fiesta con catorce años de espera acumulada.
David Ponce
La diferencia entre dos grupos tan opuestos como Nirvana y Pearl Jam, siempre etiquetados juntos en eso que llaman
grunge, está en cómo tratar al público en los conciertos. La vez que estuvieron más cerca de Chile, al tocar en Buenos Aires, Nirvana se pasó toda la noche haciendo el amago de tocar su mayor éxito, "Smells like teen spirit", para molestar a la audiencia y dejarla con las ganas. La vez que han estado más cerca, esta semana en el Estadio San Carlos de Apoquindo, Pearl Jam empezó una sola vez su mayor éxito, "Jeremy", lo tocó completo y fue el público el que terminó coreándolo en una muestra mutua de convivencia.
Ése es el carácter templado que permitió a la banda del cantante Eddie Vedder cumplir con el espectáculo de rock internacional más exitoso del año en Chile. Exentos no sólo de sarcasmo sino también de maledicencia, Pearl Jam son un grupo duradero, que llegó a tocar a Santiago catorce años después de su primer disco para dar un concierto pendiente todo este tiempo. Más allá de la importancia de una escena
grunge o de una
generación X reflotadas con motivo de esta visita, los dos estadios vendidos de su debut en Chile son un asunto de mercado, la respuesta a un estímulo singular que no había sido satisfecha.
El programa doble del concierto era muy consistente, una cuestión rara para la serie de megaeventos que suelen mezclar estilos a veces disparatados. Esta vez se trataba del más apropiado concierto de rock alternativo de los ’90 disponible, y por eso tan acertado como Pearl Jam es haber programado a los estadounidenses Mudhoney en la apertura. Más allá de la popularidad dispar de ambos grupos, Mudhoney son responsables de títulos tan expresivos de su época como "Suck you dry" y sobre todo "Touch me I’m sick", que fueron recreados por el vocalista Mark Arm y su banda cuando aún no caía del todo la noche sobre el estadio, con un sonido directo, desprolijo y palpable que los pocos conocedores a esa hora valoraron.
Si el primer día Pearl Jam empezó su concierto con "Release", la última canción del disco
Ten (1991), a la noche siguiente mostraron lo elástico de su repertorio al variar y partir con "Given to fly", del disco
(1998), arrojados a un escenario bañado en luz azul y entre una ovación unánime de más de 25 mil personas que no iban a parar de celebrar luego con un repertorio generoso en hits como "Corduroy", "Even flow", "Not for you" y la mencionada "Jeremy", entre otras. Con ese estimulante marco, Pearl Jam se mostró como un grupo de rock en su forma más pura, sin grandes diferencias de papeles aun considerado el carisma del cantante.
Fue posible apreciar la musculatura musical del baterista Matt Cameron, siempre certero y ajustado, criado en Soundgarden y consagrado en Pearl Jam, y comprobar que si Dave Abruzzese era bueno en ese puesto, Cameron es el mejor baterista de una época. Fue preciso también concentrarse en cómo se entrelazan los roles de Stone Gossard y Mike McCready según el viejo mecanismo de primera y segunda guitarra, en el que a menudo éste último queda a cargo de los solos. Y el mejor tiempo permitió también que el segundo día sí operaran las pantallas gigantes, en un ejercicio siempre democrático de mostrar a todos los integrantes del grupo de modo igualitario.
La fidelidad del sonido no quitó que en vivo el grupo rockeara mucho también. Canciones tan reconocibles como "Even flow" tuvieron extensas versiones con solos de guitarra y "Daughter" se transformó en un diálogo de masas entre Eddie Vedder y un coro de 25 mil seguidores. Y la voz del cantante fue un punto alto, trémula tal como en los discos pero también encendida en canciones más prendidas como "Do the evolution". No importa que a la misma hora los guardias de naranja las emprendieran el primer día contra doscientos fans que intentaron descolgarse de la galería a la cancha, ni que el segundo día demasiados carabineros a caballo corretearan al público apostado fuera del estadio para simplemente escuchar al grupo: Vedder siempre se mostró afable. En la primera noche pidió a los asistentes que se cuidaran y experimentó en un esforzado y considerado español. En la segunda sacó aplausos al saludar, esta vez mejor pronunciado y de nuevo en lengua nativa, "Estamos felices de haber venido a Chile no a dar un concierto, sino a dar dos, y de que haya tanta gente que quiera escucharnos", dijo, antes de gritar "Ustedes son un público… bacán".