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Broche de oro para el ciclo Beethoven 5/12/2005

19 de Diciembre de 2005 | 11:19 |
Gilberto Ponce

La excelente dupla constituida por Alfredo Perl en el piano y Juan Pablo Izquierdo en la dirección, finalizó la interpretación del ciclo completo de los conciertos para piano y orquesta de Ludwig van Beethoven.

En el cierre se escucharon los conciertos Nº 2 y Nº 5, siempre contando con el acompañamiento de la Orquesta de Cámara de Chile.

Ante un Teatro Oriente lleno se escuchó en primer lugar el Concierto para Piano y Orquesta Nº 2 en Si bemol mayor, Op.19.

Este concierto, no muy habitual en las salas de concierto, contiene toda la maestría juvenil de su autor, que aún no abandona el clasicismo. Obra de carácter optimista, bastante lúdica en ciertos fragmentos, de voces muy claras, exige de una gran precisión estilística por parte de sus intérpretes.

Todas las características anteriores estuvieron presentes en la versión, con un Alfredo Perl impecable en lo técnico y expresivo, conservando todo el espíritu clásico requerido.

Notable fue su manejo de las voces, así como los contrastes dinámicos.

Juan Pablo Izquierdo fue el perfecto acompañante, logrando una coherencia de intenciones absoluta entre pianista y orquesta.

Recordamos el final del segundo movimiento, donde los diálogos piano-instrumentistas, alcanzaron cimas de lirismo.

En el tercer movimiento, interpretado en forma extraordinariamente ágil, Perl marcó intencionadamente acentos en contratiempo, demandando de la orquesta un contrapunto de carácter y dinámica. Ésta respondió con ecos a cada una de esas intenciones, convirtiendo en imborrable esta versión.

El "Emperador" de los conciertos, es llamado el Concierto para Piano y Orquesta Nº 5 en Mi bemol mayor Op. 73.

Estamos ante una obra que abrió nuevos rumbos a los conciertos para piano y orquesta, y que llenó de asombro y admiración a los públicos que la escucharon en sus primeras interpretaciones.

De extensión desmesurada para la época, con una larga introducción orquestal, luego del triunfal ingreso del piano al inicio del primer movimiento, desconcertó a los contemporáneos de Beethoven, que luego se rindieron ante los valores de una obra, que se adentraba con paso firme en el Romanticismo.

El enfoque de Perl, es apasionadamente juvenil, y a ratos, juega peligrosamente con la velocidad, aunque se mantiene riguroso en el estilo, que le llevó a dar un mayor peso sonoro a su interpretación.

El trabajo de Izquierdo con la orquesta fue prolijo y los músicos respondieron fielmente a sus indicaciones. No obstante, aquí la excelente Orquesta de Cámara de Chile no fue suficiente, pues la obra requiere de mayor cantidad de instrumentistas, particularmente en las cuerdas, que a pesar de sus esfuerzos no entregaron el peso sonoro requerido.

Otro detalle fue el de ciertas descoordinaciones en la fila de los fagotes, restándole claridad en algunos fragmentos.

El sonido de trompetas y cornos fue de inobjetable calidad.

Lo anterior no le resta en nada al resultado final, que fue de alto nivel, en una empresa poco usual en nuestro país, como fue el programar el ciclo integral de los conciertos para piano y orquesta de Beethoven, y en tres semanas consecutivas, lo que le permite al público, gozar y comparar versiones de estas obras, en manos de los mismos intérpretes.

Perl e Izquierdo han demostrado que pueden, y debieran seguir haciendo cosas juntos, su musicalidad y calidad, ampliamente demostrada, nos hace desear escucharlos en otras obras de otros autores.

Sólo resta agradecer a la Fundación Beethoven, la oportunidad de escuchar un ciclo, que fue recibido en forma cálida y ruidosa por el entusiasta público que llegó hasta el teatro Oriente.
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