El jazz en Chile acaba de vivir una temporada prolífica en 2009, año en que fueron editados discos de Myriam O, Carmen Paz González, Martina Lecaros, Camila Meza, Ángel Parra Trío, Emilio García, Diego Farías, Raimundo Santander, Cristián Cuturrufo, Sebastián Duplaquet, Paulo Montero, Agustín Moya, Sebastián Jordán, Christian Gálvez, Gabriel Puentes, Ensamble Quintessence y Zeraus Quartet, entre otros músicos y grupos. Recórcholis es una selección de ese universo, un compilado de siete composiciones, gratuito y descargable, con el que el sello en Internet o netlabel 001Records inicia su catálogo de jazz.
Al menos un par de criterios se oyen en la selección. Sólo es jazz instrumental, con tríos, cuartetos y quintetos liderados según el caso por un trompetista, tres saxofonistas y tres guitarristas. Y son todos músicos de un circuito ya reconocible y afianzado en esta última década en Chile. El abanico de guitarristas es un buen índice de las variedades de esta generación, entre el timbre dulce y pulido de las cuerdas de Raimundo Santander, más cercano a los acordes y la estructura del jazz estándar; las armonías gratas de Diego Farías sobre un ritmo afín al rock; y el ritmo con aire de bossa nova o jazz latino que Sebastián Duplaquet comparte con su Dínamo Quinteto para desplegar el efecto eléctrico de su instrumento.
Entre lo impredecible está la ductilidad que el saxofonista Paulo Montero despliega entre su instrumento y el timbre impagable de un piano eléctrico, además de unas pinceladas de guitarra. Era apropiado usar un neologismo para poner nombre a esto, y así es como se llama: "Siamética". Agustín Moya transforma a su vez este disco en viaje, con una introducción atmosférica y un desarrollo cadencioso y sin prisa para una composición llamada "Adoradores del sol", y el trompetista Sebastián Jordán instala un sonido más crudo con una frase simultánea entre trompeta y saxo como presentación, un pianista diestro y un misterio rítmico y armónico como base.
Seis de estas sesiones están tomadas de los discos Afluencia (Sebastián Jordán), Rompecabezas (Diego Farías), Catorce (Raimundo Santander), Variante (Paulo Montero), Infinito (Agustín Moya) y El mejor lugar (Sebastián Duplaquet), lo que hace de Recórcholis un buen índice de parte del jazz chileno del año. Y varios rasgos comunes quedan delineados. Puede ser anecdótico pero entre estos músicos hay un par de hijos de actores, como Diego Farías y Agustín Moya. Luego la idea de generación queda reforzada con ejemplos como los del pianista Lautaro Quevedo y el contrabajista Rodrigo Galarce, que se entrecruzan cada uno en tres de estas siete grabaciones. Y es estupendo el nivel general en la composición y la interpretación, con armonías sorprendentes sobre compases a veces asimétricos y siempre complejos. Lo confirma la primera de estas pistas. "Recórcholis (perdimos a uno)", del saxofonista Claudio Rubio, está bien elegida como presentación porque es la exclusividad inédita del disco y porque combina todas estas virtudes: propone un tema atrayente, lo replantea por completo en una segunda parte, deja espacio para un solo de batería más llamativo porque ninguno de los demás instrumentos deja de tocar, y parece escrito sobre un compás irregular. Pero esta última es sólo una alucinación: en realidad es un compás convencional de tres tiempos. "Recórcholis" hace parecer complejo lo que es simple, y eso también es atractivo.