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Nuevos extremos posibles

El duradero grupo chileno presenta aquí su nuevo disco, Leuda, y da una mirada a su historia. "No conozco ningún disco del Santiago que sea igual al otro", dice el cantante Luis Le-Bert.

18 de Junio de 2012 | 22:08 |

Señales recientes y previas al regreso disquero de Santiago del Nuevo Extremo había para coleccionar, de parte de los dos integrantes fundadores que hoy siguen activos en este grupo. Uno de ellos, Pedro Villagra, se adelantó justo al Bicentenario con el disco Convite a la danza (2009), de su grupo La Pedroband. Y el otro, Luis Le-Bert, se había multiplicado entre dos bandas más, con los discos Cala cala caaaa!!! (2007), de Luis Le-Bert y los Agricultores del Cosmos, y Por la ruta de la cueca blues (2010), de El Combo Cuequero, ganador de un premio Altazor al año siguiente.


Sólo faltaba la nave madre. Santiago del Nuevo Extremo, un grupo fundado en 1978 e integrado en la actualidad por Luis Le-Bert (voz y guitarra), Pedro Villagra (voz, saxos, flautas y guitarra), Juan Caballero (bajo) y Carlos Basilio (percusión), cerró el año pasado con el estreno de Leuda (2011), el sexto disco en la carrera del grupo. Es el eslabón más reciente de un catálogo que incluye himnos chilenos de los '80 como "Simplemente", "A mi ciudad" y "Homenaje", el disco de fusión Barricadas (1986), el regreso de Salvo tú y yo (2000) y el más reciente disco del grupo a la fecha, En vivo (2001). Y Leuda es sólo Santiago del Nuevo Extremo de última generación, garantizan.


-Ni un tema guardado (de antes). Todo lo contrario: el Pedro  me sacó del cajón un tema que yo tenía pa'l otro (disco). Qué pa'l otro: me lo quitó, lo arregló y ahí está -certifica Le-Bert, el cantante y guitarrista. Leuda contiene canciones contingentes como "Pascualama" entre un amplio despliegue de composiciones de Villagra, al lado del borde blusero de "Pa' dónde me fui" y del carácter tanguero de "Abierto al sol", dos melodías entonadas por la voz reconocible de su autor, Luis Le-Bert.


Siempre es uno


La formación vigente de cuarteto data de 2010, una vez que se alejó otro de los integrantes históricos de la alineación, el bajista Jorge Campos. Los actuales integrantes recuerdan una actuación en el Festival de la Patagonia en ese año como la última aparición en plan de quinteto, antes de la emergencia del disco nuevo.


-Posterior a eso n día íbamos en la van, los cuatro ya, y decidimos grabar un disco: ya estaba bueno -recuerda Villagra-. Fue un proceso bien consciente, con un comienzo y un fin bien claro.


-En esta misma dinámica empezaron a aparecer las canciones -agrega Le-Bert-. Agarramos "Pascualama" al tiro y nos costaba, porque es un lenguaje más desarrollado. Siempre Santiago va en eso, pidiéndonos más. Y a veces pedirnos más significa volver, es bien divertido. Y el "Pascualama" nos salió chúcaro. Y me voy a tirar flores. De repente estábamos tirando el traste pa' las moras, pero mira lo que me di cuenta: empecé a escucharlo y a tocarlo solo en la casa; porque no lo estaba tocando bien. Era yo, po. No eran ellos, era yo. Y caché que siempre es uno. Y se acabó el problema. La guitarra siempre está, la voz, y la hermandad siempre están. Y empieza a avanzar el tiempo y el disco se va formando.


El cantante señala además los nexos entre el nuevo repertorio del grupo y su historia. "Hemos estado operando con el Pedro (Villagra) muy aprecido a cuando éramos chicos. Me acordé del 'Simplemente'. El 'Simplemente' al principio era insostenible: pasó un año, pasaron dos, nunca lo cantamos, nunca, nunca. Era una canción plana mía. Claro, ahora aprendí a cantarla solo, pero cuando estaba hecha estuvo en un cajón", recuerda. "Pedro tiene razón: el comienzo (de este disco) es la escena. Como Santiago desde 2003 venimos tocando sostenidamente y en el escenario hemos logrado cosas que tienen que ver con lo que te decía: 'sabís qué más, siempre es culpa mía'. Pero todos los demás piensan lo mismo: 'algo está fallando. No se preocupen, soy yo, vuelvo mañana'".


-Una autocrítica.
-Una autocrítica pero tremenda, y uno tiene que ser capaz de sostener a los demás. Y eso lo hemos probado en el escenario. Para mí es más notorio. Mi llegada al conocimiento del instrumento (la guitarra, en su caso) es bastante posterior a la de ellos. Es de hace siete, ocho años, por ahí. Antes era un acercamiento que me permitía acompañarme mientras cantaba. Hoy día siento que con la guitarra puedo hacer un montón de cuestiones. Se ha transformado en algo bien único. Agarré una manera de tocar que no sé si está bien o está mal, me da lo mismo, pero se nota a la legua que soy yo por lo sucio, y me encanta.


Porque si no son hombres muertos


-Al menos en los créditos está especificado qué canciones son de Villagra o de Le-Bert. ¿En vivo es igual, o se disuelven esas fronteras de quién hizo cuál?
-No. Aquí cada uno trae su canción y los demás apenas la conocen tienen el deber, porque si no son hombres muertos, de amarla -dictamina Le-Bert-. Mira: yo he peleado por las canciones de éste (Villagra) más que por las mías. Pero la producción musical es de Pedro. Confianza. Desde hace muchos años. Yo no sabía que confiaba en él. Antes era obligación. No me preguntaban.


-Igual el tiempo ha demostrado que las canciones llegan a ser patrimonio del grupo y de la gente, que es el regalo más increíble -dice Villagra-. Tiene que haber un proceso en que la canción viaje por ahí.


-Además que Pedro venía pasando en limpio harto tiempo, bien -continúa Le-Bert-. En general consumimos mucha música de nosotros: yo conozco todos los procesos de La Pedroband (la banda de Villagra), y la última etapa de La Pedroband nos estaba encantando, ésa es la verdad. Empezamos a compartir escenario y es re divertido porque la última vez casi lo matamos (a Villagra) después de que estuvo como una hora en el escenario (se ríe). Y un año antes de grabar, en giras, yo decía que el disco iban a ser puras cuecas blues, y el Pedro me miraba nomás, callado. Pero de repente empieza el disco, y claro, yo vengo con toda una carga tamborilera, pero Pedro vine con toda una carga del jazz de La Pedroband. Y en el fondo lo que hace él es tratar de aterrizar en lo que hago yo, no adecuarlo a lo que que hago yo. Porque el Santiago es así.


-¿Compartido?
-Siempre ha sido distinto. Yo no conozco ningún disco del Santiago que sea igual al otro. Creo que lo que nos sostiene es lo que ocurre en la ruta, eso es verdad. Más encima en un lenguaje que nos conocemos mucho, no es raro que montemos una canción que no conocemos y nos largamos a tocar.


-¿El disco es el resultado de tocar en vivo?
-Claro. Fue producto de un genuino entusiasmo por la experimentación -dice Villagra. "Había promesa de disco desde el año pasado", sitúa Le-Bert. "Yo estaba entreverado con el Combo Cuequero, y de repente a principios de año (2011) nos miramos y decidimos 'Va el disco'. Y no nos dimos ni cuenta y empezamos a operar del mismo modo como cuando éramos chicos. Nos mandábamos información, lo conversábamos entre todos, hablábamos con éste (indica a Carlos Basilio, el percusionista), que llevamos como diez años diciéndole que sí compone. Pero Carlos Basilio no entiende castellano, hay que hablarle en varios idiomas".


-Estaba componiendo la caña -dice Basilio, que por lo general no requiere más que una frase escueta para intervenir en el diálogo. Y que efectivamente compuso una de las canciones de Leuda.


Que el viaje sea inmediato
 
-Fue bien espontáneo -explica el percusionista acerca de su intervención autoral en el disco-. Siempre me ha gustado tocar guitarra, cuatro, charango, pero en un momento dejé a un lado eso, me puse a tocar con mucha gente, a armar todos unos cahuines...


-El más cahuinero de Chile -corrobora Le-Bert, en alusión a los varios grupos que integra el percusionista, desde su puesto estable en el grupo de fusión Entrama hasta diversas colaboraciones.


-Entonces de pronto retomé la composición, ya estaba tocando con ellos (Santiago del Nuevo Extremo) y uno aprende mucho del Pedro y el Lucho en ese formato de hacer canciones -dice Basilio-. Para mí escribir una letra después de leer una letra de estos dos es complicado.


-Acojonante.
-Acojonante -se ríe Pedro Villagra.
-Pero experimentando salieron cosas –concluye Basilio.


-Aparte eso rompe el cliché de que el percusionista sólo toca percusión.
-También.


-Ése es un muy buen punto -dice Villagra-. Lo que aparece en este caso es que Carlos demuestra que Santiago es un taller de creación. Porque siendo él instrumentista, percusionista, nos estimula la curiosidad trabajar en ese lenguaje con él, porque tiene un gran aporte que hacer por ese lado.


-Pero Carlos cuenta la mitad de la historia -dice Le-Bert-. No cuenta la primera vez que tuvo que tocar, en la Patagonia. Para mí, no se lo he dicho, pero fue muy tierno porque nunca imaginé ver a uno de nosotros de nuevo… asustado (risas). Y la historia es más larga, él nos empieza a mostrar canciones hace muchos años, y yo le decía "Llévatela a Entrama, pero la primera parte me la dejai". Nos mostró cuestiones notables, en el cuatro, con afinaciones distintas en la guitarra, con textos de verdad, todo muy delicado. Y es muy grato cuando muestras una canción y en la mitad la aplauden porque eso que están escuchando van viajando contigo. Hay canciones que producen que el viaje sea inmediato. Y la canción de Carlos es una. "Pascualama" es otra: la gente se pone a aplaudir al tiro, en la mitad.


-El aplausómtero -define Basilio.


Ah: y un respeto absoluto por la fogata


Juan Caballero es el cuarto habitante actual de Santiago del Nuevo Extremo, encargado primero de una guitarra eléctrica, cuando permanecía en la banda el bajista Jorge Campos, y ahora bajista titular del grupo, con experiencia previa en bandas rockeras como La Banda del Capitán Corneta y en circuitos del jazz.


-Él llega en forma natural al grupo y eso es lo más hermoso -dice Villagra-. No era otro, era él el que tenía que estar ahí.


-Tiene características que lo hacen muy distinto, una capacidad muy conocida. Llegamos a cualquier club de jazz y lo esperan. Esté tocando quien esté tocando, es la capacidad de entender hacia dónde pueden mutar las situaciones -agrega Le-Bert-. Ah: y un respeto absoluto por la fogata. ¿Qué es lo que sostiene? La fogata. Eso creo que como Santiago del Nuevo Extremo podemos mostrar a todos. Cuando uno agarra (una música) no hay una estructura que seguir. Mira, la estructura es es lo más tonto que hay en la música. Hay que poner atención al que lleva la energía. Nada más. Si la lleva el que está haciendo un solo de saxo, lo que tenemos que hacer es sostenerlo, dispararlo, y cuando diga "no aguanto más", no creerle incluso.


-Que se ponga morado -recomienda Basilio.


-Y cuando diga "ya, voy terminando", el Basilio le pega un platillazo más y yo digo "El primero que se va le sacamos la cresta" -retoma Le-Bert-. Nadie se va. Alguien tiene que proponer algo más. En qué consiste: en estar atento al que tiene la luz. Cuando eras cabro chico y llegabas a la fogata y uno sacaba la guitarra y decía "¿te sabís ésta?", y otro decía "más o menos, pero te sigo". "Te sigo": eso es todo. En cambio si no es así, en la estructura que te propone por ejemplo el pop, que todos conocemos, nadie se mira. Está todo escrito, te dicen. Lo que ocurre finalmente es que me acuerdo de algo que mi mamá me decía: que era muy común que cuando Mozart daba un concierto la gente convulsionaba y lloraba. ¿Y por qué eso ya no se produce? ¿Por qué ya no convulsionamos ni lloramos? Ojo: con Santiago del Nuevo Extremo convulsionan y lloran todavía.
 
Por mucha metáfora que hubiéramos usado


El grupo decidió poner "Pascualama" como primera canción del disco, con una letra colmada de información que contrasta además con el tono poético de las composiciones de Santiago del Nuevo Extremo.


-Está primera porque es un mensaje urgente -define Villagra-. Tiene que escucharse antes que cualquier cosa. Hay una deuda de conciencia en todos nosotros respecto de esa problemática, una deuda de tributo y respeto a nuestros ancestros a través de nuestra intervención en la naturaleza. Y la metáfora está, pero es explícito el mensaje porque ya no podemos darnos el lujo de esconderlo cuando ya no tenemos la metralleta detrás, ¿no?


-Está escrito en forma de crónica declarada -comenta Le-Bert.


-Es una crónica -continúa Villagra-. Y es una forma también de reincorporar elementos que tienen que ver con la canción y que de alguna forma han quedado olvidados, en el sentido de que la canción cumple una función bien clara en la comunidad, que es crear conciencia e informar. A lo mejor porque existió un golpe de Estado en el '73 se perdió la idea de lo que significa la canción, y ahora ha sufrido otro tipo de acosos y se piensa que no es eso una canción. Y eso es más canción que cualquiera, por eso también la ponemos ahí. Nos hace sentirnos muy conectados con lo que hemos sido siempre, porque por mucha metáfora que hubiéramos usado en los '70 la gente sabía claramente lo que estábamos diciendo, y eso quedaba de manifiesto. O sea, la gente lloraba en los conciertos que dábamos en Concepción: por qué.


-No se imaginan lo que se les viene. Porque esperan a un Santiago contenido -advierte Le-Bert-. Entonces claro, llegamos a lugares donde no hemos ido hace quince años, y la propuesta inevitablemente tiene quince años más. De repente el "Simplemente" hoy significa lo mismo que en todos estos años, pero con una diferencia: la interpretación hoy es tan intensa que yo me chasconeo entero cantando "Simplemente", agarro la guitarra y me dan ganas de saltar. Yo cuando chico hacía "tirurín" (imita una pulsación sobre las cuerdas), tenía que estar pendiente, más encima cantaba. Y hoy lo que hago es tocar el mismo "tirurín", pero con toda la mano para abajo.


-Energético. El voltaje es otro -cuantifica Basilio.


-Vamos más al piso y más al cielo, una cuestión que no puedo explicar -retoma Le-Bert-. Y ya no canto como antes. Antes cantaba impostado entero, y de repente tuve un proceso con el Pedro, en el Salvo tú y yo (2000) empezamos, jugando a John Lennon: ésa era la idea, de cantar así no más. Y hoy día canto así. Porque antes cantábamos operáticos todos.


-Ajustar el chorro -grafica Basilio.


-Ajustamos el chorro -coincide Le-Bert.


-Es que las canciones crecen y se desarrollan -agrega Villagra-, y te permiten la profundidad de crecer y desarrollarte.


-Eso nos pasó. Ésa es la gracia del Santiago. Sirve para desarrollarse siempre. Creo que la explicación es que son canciones. Y las canciones siempre son así. Yo cantaba boleros de mi abuela. Pero se los cantaba a una polola -se ríe Le-Bert-. Y no me hacían caso y cagaba.


-Eso también es una canción urgente: cantarle a una polola.
-Sí.
-Ahí te las juegas todas -dice Villagra-. No puedes fallar.
 
Cuando escucho a Genesis


No todas las canciones de última generación de Santiago del Nuevo Extremo quedaron en el disco, asegura en todo caso Le-Bert.


-Otras las escondí en un lugar donde Pedro no las puede encontrar. Por qué: porque los otros son un vislumbre. La verdad es que yo me vacío entero. En disco anterior de Santiago yo tengo formalidades; aquí no pude. Hace tiempo vengo con el vuelo de que para mí es muy sagrada esta cuestión. Yo cada vez que abrazo la música, cada vez que hablo de música, tengo sentada a mi mamá aquí al lado. Mi mamá era concertista. Más bella que el planeta. Madre de Santiago del Nuevo Extremo.


Se refiere a Olga Montaldo: "la Nena Montaldo", dice.


-Yo debo haber tenido cinco años, entré a la pieza y ella estaba tocando a Mozart. Entonces para y me dice "Pollito". Cómo no me iba a decir "Pollito". "Mira, Pollito: la música se divide en dos. La buena. Y la mala. Ahora vas a escuchar de la buena". Y se puso a tocar a la Violeta Parra. Entonces en mi casa nunca hubo fronteras, exactamente lo mismo que en la casa de Pedro. Y de ahí  para adelante entendí todo lo que iba a ser el Santiago del Nuevo Extremo, en la vida de todos nosotros. Por eso que somos tan raros hoy día. Mira qué locura más grande, porque esto que te estoy diciendo era como el pan con mantequilla. En el barrio había diez familias iguales, las fiestas de la familia eran con música, se cantaba, los niños aprendían a hablar con los abuelos. Entonces la pregunta es: ¿conocen a algún niño que haya aprendido a hablar con su abuelos hoy día?


-¿Cómo te sale "Abierto al sol", que la llamaste tango?
-Mi búsqueda en las canciones parte siempre en la música, no es un intento cerebral. Son bien pedestres mis intentos, son humildes. Estaba yo buscando los caminos que abre la percusión cuando toco "Simplemente", porque hace muchos años que la toco percutida y se parece a un montón de cosas en el rock and roll.


-¿Tú dices la versión de ahora de "Simplemente"?
-Es que es la misma. El Santiago del Nuevo Extremo del año '80 es lo más rockero que he escuchado en mi vida. Cuando escucho Genesis no me puedo dejar de acordar de Santiago del Nuevo Extremo entero. Y en una de esas derivaciones empiezo a tararear "Abierto al sol". Todo mi acercamiento a las canciones es a través de la guitarra: no la melodía ni el texto. Y de repente la guitarra me entrega un acorde extraño, y armas un puente y te puedas quedar tres años en ese puente tan mágico sin pasar para el otro lado, cantando en una fogata eterna. Hay un puente que te permite pasar a otra cosa y armar una canción, pero en ese puente me demoré un buen resto. Y avanzaba el disco. Y yo estaba en el puente. Llamaba a Pedro: "¿Cuánto llevas?", me decía. "Yo estoy listo".


-¿Sabes por qué se llama Leuda el disco? -interviene Villagra-. Tiene que ver con lo que está hablando el Lucho. "Leuda" es cuando se sube la masa en el horno del pan, y tienes que darle un tiempo a eso. "Leudar" es el proceso para que no se queme el pan. No puedes apurarla. Ahí se cierra el proceso.


-Sube a la velocidad que tiene que subir -dice Le-Bert-. Entonces para mí eso tiene que ser una canción. Que se transformó para mí durante los dos últimos años en todas las canciones. Esa canción para mí son todas las canciones.


-¿Se podría decir que a ti te cuesta más una canción que a Pedro Villagra?
-Eso me ocurrió ahora. Hace ocho meses. Es un estado.


-Creo que no es cuantitativo -coincide Villagra-. Es leuda. Un disco es una entidad.


-Por ejemplo "A mi ciudad", "Simplemente" y "Homenaje" (tres canciones de Le-Bert) van juntas. En cambio ésta, "Abierto al sol", va sola. Porque nació sola, la pobre -se ríe el autor-. Pero éste es un signo de hermandad. Mi tema con la música es que estos lenguajes que nos acercan al cosmos, a superarnos internamente, a ir más allá en la luz, no los encuentro en otro lugar sino que en el mundo popular. Es una cosa entre mágica y mundana. Y de repente cacho que nunca voy a ser lo suficientemente mágico si no voy con el amor de lo mundano. Y nunca voy a ser mundano si no soy mágico. Y de repente, tac, todo me hace sentido y viene la cueca blues y cala cala cá y todo feliz. Y de repente caigo a una especie de canción que parece tango. Y se toca como tango. Pero yo no lo tomo como tango. En el lenguaje de la cueca con tambor que estábamos desarrollando, sentí que era como empezar de nuevo. Y de repente este demente aparece con los tambores.


-¿Qué demente, Pedro Villagra?
-Pedro. Aparece con los tambores, y no digo una palabra, no se me movió un pelo, pero me recorrió una cuestión así. Yo no sé lo que tocan esos tambores.


-Polirritmia -sostiene Basilio.


-Es afro -define Villagra-. Festejo.


-Es una cuestión que no es del tango, pero calza -interpreta Le-Bert-. Y en vivo cuando estamos tocando eso se tranforma en cueca.


-Hay una palabra que es la "emiola" -agrega Villagra.


-Otra palabra nueva.
-Es eso: cuando montas dos ritmos aparentemente distintos nace un tercer ritmo que involucra a todos. En este caso sería equivalente a la cueca.


-¿Qué ritmo tiene "Leuda", la canción?
-Es lo mismo. No puedes definirlo como tal o cual ritmo basileño, porque puede ser una polka, un rin, un sanjuanito, un candombe o un forró.


-Emiola.
-Emiola, sí. Yo creo que es un nivel en la música al que se llega producto de todo este trabajo que estamos haciendo. Donde involucras una parte de tu ser, que es piel y éter, está en al aire, no sabes lo que es.


-¿"Leuda" es un sustantivo o un verbo? ¿Es "leudar"?
-Claro. "No leuda todavía porque no está listo". "Está leudando": falta la masa que se entibie, que se compacte. "Leuda" es una palabra que pertenece al pueblo, porque la usan las señoras que amasan el pan. Y la escuchábamos todos los días, pero no la habíamos escuchado. Estaba ahí. La sacamos para acá. Igual que el tambor.


El tambor permite a Luis Le-Bert establecer un último vínculo, esta vez con la influencia africana sobre la música local. "La historia de los negros en Chile es muy parecida a la historia de los negros en Argentina. Pregunta a un argentino por los negros y te va a decir 'cuándo, qué negros hubo'. Pero resulta que Martín Fierro sale arrancando porque mató a un negro. Y en Chile el primer duelo de payadores termina con el mulato muerto (se refiere al Mulato Taguada, enfrentado a Javier de la Rosa). ¿Y de dónde salió el mulato? En todo cuento antiguo chileno nombran a un negro. Y en La Moneda hay un cuadro grande, 'La batalla de Maipú', donde están O'Higgins y San Martín, con unos veinte soldados. Y dos son negros".


Y hay algo más que decir sobre esos dos soldados.


-Los dos son músicos. El que está tocando la trompeta y el del tambor. Anda a verlo -recomienda Le-Bert.


-En el fondo es poner al negro en el lugar que le corresponde.
-(Risas) Por ahí va la cosa -concluye Basilio.

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