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Escuela modular en Juan Fernández fue inaugurada entre el dolor y la esperanza

Con el recuerdo de cinco alumnos muertos en el tsunami, el Presidente Sebastián Piñera y el ministro de Educación echaron a andar el año escolar en la isla.

22 de Abril de 2010 | 15:17 | Por Natacha Ramírez, enviada especial a Juan Fernández
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El Presidente Piñera acompañó a los alumnos en su regreso a clases y recibió de recuerdo una insignia del establecimiento.

Gobierno de Chile

ARCHIPIÉLAGO JUAN FERNÁNDEZ.- Hoy fue inaugurada la escuela modular que reemplazará al colegio "Insular Robinson Crusoe" y con ello Calelea (8) podrá volver a entretenerse haciendo caligrafía; la profesora temuquense Patricia Soza (31) comenzará a cumplir su sueño de ejercer y hacer su vida en la isla; y Ana Luisa Recabarren empezará a enfrentarse al recuerdo de su hija Maite que, hasta antes del tsunami, participaba en todos los actos del colegio y era escolta de la bandera.

La escuela modular está emplazada a mitad de un cerro, en dependencias de la Conaf, a diferencia del antiguo colegio, que se ubicaba en la orilla de la costa y no tenía rejas que impidieran ver el mar, pero sí tenía muchos libros y violines para la orquesta. El profesor de historia Juan Carlos Órdenes extrañará lo "lindo" y "acogedor" que era y Ámbar (11) las paredes rayadas con mensajes de los alumnos.

Pero la nueva escuela modular -levantada gracias al aporte de la minera Doña Inés de Collahuasi y Desafío Levantemos Chile e inaugurada con bombos y platillos por el Presidente de la República y el Ministro de Educación-, servirá para acoger provisoriamente a 108 alumnos de kinder a cuarto medio, en seis salas de clases, por lo que deberá funcionar en doble jornada.

Debido a la poca cantidad de alumnos, en el colegio hay sólo un curso por nivel –excepto primero y segundo básico, que están fusionados–. De hecho, el curso más numeroso tiene apenas 14 estudiantes. Por ese motivo, todos se conocen y la relación es muy estrecha. De los 17 profesores de la escuela, sólo Juan Carlos es isleño y los otros 16 han llegado desde el continente.

Patricia Soza es uno de ellos. Luego de trabajar durante tres años haciendo clases en un hospital de Temuco, vio en el diario un aviso de que necesitaban un profesor en Juan Fernández y, sin pensarlo mucho ni conocer la isla, postuló y quedó. "Me atraía la idea de poder detener un poco el tiempo, el apuro con el que uno vive en el continente y me vine un poco a la aventura", cuenta. Años antes intentó vivir en Chiloé, pero no encontró trabajo y ahora cree que todo fue porque "no era la isla indicada" para ella.

Arribó a la isla el 22 de febrero y se quedó en una casa de huéspedes cerca de la costa. Junto a otro profesor recién llegado, fueron a conocer el colegio por fuera y les gustó mucho que estuviera cerca del mar. También se imaginaron cómo iba a ser su trayecto diario y evaluaron si lo harían a pie o en bicicleta. Pero nunca más hicieron ese recorrido.

A los cinco días Patricia despertó de golpe y oyó a alguien gritar "corran por sus vidas", se alcanzó a poner las zapatillas y corrió hacia el cerro sin mirar atrás sintiendo a sus espaldas el ruido de la ola destruyéndolo todo. Confiesa que tuvo curiosidad de ver si el mar "venía como una ola o como una subida de mar", pero no se atrevió a hacerlo.

Tras el tsunami, el profesor recién llegado se devolvió al continente y nunca más volvió. Mientras que Patricia deambuló una semana en la isla hasta que pudo tomar una avioneta y regresar a Temuco donde su familia, que la había dado por desaparecida. Pero, al contrario de lo que muchos creían, se fue sólo a buscar lo necesario para volver. "Fui a buscar abrazos, a rearmarme, pero estaba segura de que volvería a la isla, de que éste era mi lugar y que tenía que estar aquí a pesar de todo, a pesar de la angustia y del susto", afirma. A las tres semanas regresó a Juan Fernández.

Patricia considera que ser parte de un proyecto educativo en la isla bajo las actuales circunstancias "de alguna manera, es hacer historia". "Lo que pasó me dio más garra para seguir acá, siento que es más necesario mi aporte aquí y que todo lo que aprendí en la universidad lo puedo poner aquí en práctica y eso me hace sentir útil", señala.

A esto se suma su espíritu "aventurero". "Yo pude haberme quedado en el continente segura y protegida con mi familia, pero mi alma más aventurera me hace estar aquí", señala. Pero su aventura va más allá. Aunque su contrato sólo dura dos años, cuenta que quiere "ponerle pino" para quedarse. "Me gustaría mucho hacer mi vida acá, vivir varios años aquí, ir al continente sólo a buscar lo que necesito, a buscar ropa y abrazos, y volver", confiesa.


Maite habría estado en la inauguración


Para Ana Luisa Recabarren asistir a la inauguración de la escuela era un deber, tal como lo fue cada ceremonia cuando su hija, Maite, estaba viva. A la niña –que había pasado a octavo año– le gustaba participar en todos los actos, en los eventos benéficos y en las obras de teatro. Así que después de que fue arrastrada por el mar y devuelta a los seis días, Ana Luisa siente que ésta es una oportunidad para recordarla.

"Vine para recordarla, esto me trae muchos recuerdos, porque ella incluso era escolta de la bandera. Ella hubiera tenido que estar hoy día como escolta", cuenta, emocionada. Sabe que asistir es doloroso, "pero como a ella le gustaban todas esas cosas, tengo que estar, no quiero perderme este momento, revivir lo que vivía con ella, porque nunca dejé de acompañarla cuando salía hasta en el acto más insignificante".

Su esposo, en cambio, no asistió a la inauguración. "Él está muy afectado", cuenta Ana Luisa. El hombre estaba solo en la casa con la niña cuando se la llevó el mar y no alcanzó a salvarla. Sólo se percató de lo que había ocurrido cuando él también estaba en medio del agua, donde permaneció por más de una hora. "Mi esposo es guardaparques y ella quería estudiar ingeniería forestal. Ella siempre le decía, 'papá, yo voy a ser tu jefa cuando tú estés viejito'", cuenta la madre.

Ana Luisa, en tanto, el día del tsunami andaba con sus otros dos hijos en Valparaíso porque el mayor iba a hacer el servicio militar y sólo se enteró de la suerte de Maite por Internet. Recuerda que pocos días antes se habían despedido en el muelle en Juan Fernández. Maite esa vez le dio un solo beso y le dijo "te amo mamá".

Calela (8) también extraña a alguien. Pasó a tercero básico y tres de sus nueve compañeros de curso murieron ese día, "el Joaquín, el Matías y el Javier". "El Matías era el más inteligente, sacó el primer lugar, y al Javier (lo voy a extrañar) de chistoso que era, hacía chistes en la sala. Al Joaquín le decíamos 'Puntito' y era mi mejor amigo", cuenta.

Sin embargo, dice estar "contenta" de poder por fin entrar a clases, porque le gusta "trabajar y hacer tareas". Cuenta que lo que más le entretiene del colegio es hacer caligrafía y afirma que se aburría estando tanto tiempo en su casa "porque no tenía nada que hacer". "Jugaba un poco no más, porque me acostumbré a trabajar en caligrafía", cuenta la pequeña.

Desafío cumplido en Juan Fernández

Durante la ceremonia de inauguración, en que muchos apoderados no pudieron contener las lágrimas, las autoridades de Gobierno destacaron la hazaña de levantar la escuela en tan poco tiempo y tan lejos del continente y recordaron a los cinco estudiantes que perecieron en el tsunami.

"Cinco de las víctimas eran alumnos de esta escuela y los vamos a echar de menos, pero van a estar siempre presentes", manifestó el Presidente, a quien la directora del colegio le obsequió una insignia del establecimiento que logró ser rescatada por los buzos de la Armada desde el fondo del mar.

"Esta insignia refleja el verdadero tesoro de Juan Fernández", expresó el Mandatario, quien destacó que la de hoy "ha sido una jornada de profunda esperanza".

En tanto, el ministro de Educación, Joaquín Lavín, sostuvo que "Juan Fernández cumplió la meta" de retornar a clases antes del 26 de abril. "A lo mejor es un paso pequeño en términos del número de niños, pero en términos del significado profundo es un paso gigantesco", sostuvo.

Felipe Cubillos, quien encabeza Desafío Levantemos Chile, señaló que lo más difícil de instalar la escuela modular en Juan Fernández fue la parte logística debido a la gran distancia del continente, para lo que fue necesario trasladar todas las estructuras en buques de la Armada.

Señaló que el 26 de abril quedarán inauguradas 17 escuelas de este tipo en las zonas afectadas por el terremoto y tsunami, 14 de las cuales fueron gestionadas por Desafío Levantemos Chile.

Mientras que la minera Collahuasi, que donó la escuela para Juan Fernández, anunció que durante los próximos cuatro años seguirá prestando colaboración en la isla en materia educacional y también contribuirá al desarrollo del sector pesquero.

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