WASHINGTON.- La lápida que recuerda a John Jacobs, un abogado de Manhattan fallecido de cáncer, reza el habitual "descansa en paz", junto al cual aparece su número de teléfono celular, al cual llaman sus deudos, entre ellos su viuda, para "comunicarse" con él.
El número fue mandado grabar por su esposa, que hizo enterrar a Jacobs, quien tenía algo más de 50 años al fallecer, en un pequeño cementerio cercano a Nueva York junto a su inseparable teléfono portátil Motorola T720.
"Hay personas que hablan con Dios, yo hablo con mi marido desaparecido", explicó Marian Seltzer, también abogada, una señora elegante del Upper East Side que canales de televisión se disputan por invitar desde que la prensa gráfica reveló el caso.
Para la viuda Jacobs y sus hijos, la costumbre de "hablar" con su marido y padre forma parte de la vida familiar: aunque el caso sólo se hizo conocido ahora, el abogado falleció en realidad hace tres años.
Desde hace tiempo el celular tiene las baterías descargadas, pero la mujer sigue pagando cada mes la cuenta de 55 dólares a Verizon, de modo que el contestador automático sigue activo.
Para demostrarlo, Sammy Jacobs hizo un llamado telefónico al número que pertenecía a su padre en directo en FoxNews: pero no respondió una voz desde el más allá, sino la voz siempre atareada de su padre, que invitaba a "dejar un mensaje después del bip", como si fuera un día cualquiera de trabajo en los tribunales de Manhattan.
El caso sacó a la luz lo que parece ser una tendencia creciente en Estados Unidos, y que los expertos de turno no dudan en comparar con la costumbre de los antiguos egipcios de sepultar a los faraones egipcios con sus objetos preferidos.
Los encargados de las empresas de pompas fúnebres cuentan que cada vez es más frecuente cerrar los féretros con el celular adentro, a pedido de los familiares.
Ed Defort, director de la revista de la asociación de agencias fúnebres, habla de una "tendencia que abarca al iPod, el BlackBerry y otros dispositivos: me contaron de un cuerpo que fue expuesto llevando en la oreja, bien visible, un receptor telefónico Bluetooth".
Marian Seltzer, por su parte, teclea el número de su marido cada dos o tres semanas, para dejarle mensajes: "Le cuento cómo van los estudios de nuestros hijos, o cómo sigue el campeonato de sus amados Knicks".
Sammy "contó" al padre la victoria de los New York Giants en el SuperBowl de fútbol americano, mientras el hijo menor del abogado, Simon, llama al número de su padre antes de los exámenes difíciles.
También suelen llamar quienes ven en el cementerio la insólita lápida. Pero nadie escucha sus mensajes, porque la familia Jacobs no tiene el número de código del padre para abrir el contestador telefónico.
De este modo, aunque la casilla se llena, Verizon la vacía de vez en cuando; al menos seguramente mientras se siga pagando la boleta que permite "hablar con el más allá".
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