Llegó a la casa con cara de susto.
Uno no acostumbra ver a su padre triste y asustado. Lo que lo asustaba y tenía preocupado, era su jubilación. Cambio de hábitos de años. Muchos años.
La rutina, la vida ocupada, las preocupaciones. Todo eso, aunque parezca extraño, lo tenían asustado, porque desaparecerían. Y es duro que a cierta edad te digan: "Ya no debes seguir".
-No, no puedes.
-No debes.
Cuando uno es joven, podrías soñar con eso, con que te jubilen, pagándote para dedicarte a lo que de verdad quieres hacer. Pero de todas formas es totalmente diferente soñar eso a los treinta que a los sesenta y tantos te pase.
En todo caso, a lo largo de la vida uno va recibiendo jubilaciones. Va dejando de hacer las cosas que hacía. Unas por voluntad propia, y otras porque el cuerpo, las exigencias, la familia o algo lo reclaman.
Es loco, pero día a día vamos jubilando un poco. Por eso hay que aprovechar todo lo que hacemos a cada instante, sin quejarnos tanto. Y esto es lo difícil de rescatar. No nos damos cuenta cómo de pronto ya no podemos hacer lo mismo que hacíamos ayer.
Y como mi padre, que dejó de ir día a día a su oficina. O como mi tío, que en su mejor momento tuvo que dejar de volar porque las reglas de otros países no lo permitían. O como muchos que dejan de enseñar o de crear o de vender o de correr. Para todos el cambio de hábitos es difícil, y le tememos a ello.
Pero pasó que en varios casos se goza de otras áreas de la vida. Y se empieza a pasar bien. Y mi padre le agarró el gusto a tener tiempo libre, vivir fuera de Santiago, independizarse de los hijos, de su vida y aprovechar la salud y su vida en pareja como una diversión.
Y pasó que mi tío se acostumbró a no salir tanto de Chile, a disfrutar a sus nietos y a salir más con amigos.
Y pasó que mi profesor se compró una casita en el campo, y se las dio de agrónomo, y se puso a plantar paltas…
Y así cada uno empieza una vida, tras esta vida pasada.
Y en el deporte pasa mucho. Una lesión te puede jubilar. Una jugadora más joven que a tu lado corre más rápido. Una familia que te necesita en casa. Una desilusión. Miles de factores, y no necesariamente a los sesenta y cinco.
Y todo tiene una mirada diferente, siempre y cuando puedas vivir tranquilamente con ello. En momentos, somos recuerdos, pero esos recuerdos podemos transformarlos en presente, cada día con otro matiz, tal vez menos intenso, pero no menos bueno.
Y como en todo, yo quiero lograr jubilar de mis actividades queridas cuando ya no haya aire para hacerlas. Pero no porque me ganó el sistema.
Existen miedos y muertes naturales, por nuestra culpa. El sistema a veces nos obliga a algo, pero está el espíritu de cada uno para ganarle a ello. A veces el espíritu y el empuje del que te acompaña.
Mi padre, mi madre, mi tío, mis profesores y muchos han tenido ese espíritu, de no dejarse vencer por el sistema. Sistema de la vida, que a cada segundo te está probando. Te prueba seguido. Y yo, yo le gano.
Amanda Kiran