Estaba recordando mis últimos fines de semanas largos asociados al 12 de octubre. Siempre esperado, exquisito, generalmente en la playa, con amigos, actividades, asados, deporte. Si me tocaba pasarlo en Santiago, seguro era por alguna competencia. A veces en Mendoza, representando a mi país o a mi club.
Me tocaron campeonatos de noche, de día, otros que duraban todo el fin de semana. Y así, se pasaba volando y ya rápidamente estabas en el asado de clausura, inventado por nosotros, el día domingo o lunes, listos para seguir con la semana. Sin darnos cuenta, llegaba el día de volver al trabajo, a la universidad, a los deberes, a la cotidianeidad del lunes a viernes.
Y ahí a esperar un nuevo sándwich.
Este último fin de semana largo fue completamente diferente. Ha sido lento, esperado y eterno, acompañado pero en Santiago. Muchas personas a mí alrededor, a la espera de "alguna noticia". En especial yo, con mis ganas de que pase algo, sin poder dejar de sentir esta ansiedad gigante.
Lo bueno es que de igual forma uno lo pasa bien, se divierte, se desconcentra. Están nuestros padres, nuestros amigos, nuestros hermanos, nuestros parientes en general. Hasta llamadas del extranjero. Todos intentando que esta etapa se haga un poco más corta. Y eso me hace feliz.
El calor ha estado presente y en mi estado lo he sentido el doble. No puedo correr. No puedo competir. Este año entero ha sido así. Sí puedo comer (eso es lo malo). Pero lo más importante es que puedo soñar, esperar, imaginar y creer que ya es la hora. Aunque al parecer para él no lo sea aún.
Y así la diferencia de estados y tiempos en un mismo tiempo. Suena raro, pero es que es así. Hay una diferencia notable en mis inquietudes de hoy y mis esperanzas, en comparación a las que tenía hacen diez o cinco años atrás.
Es que estoy viviendo de otra manera. Tengo otras prioridades y hemos tomado otras decisiones. ¿A quién no le ha pasado eso?
Tiene que ver -en mi caso- con la edad. Con lo que he vivido y con lo que quiero lograr. Tiene que ver con que ya es la hora de dar un paso más grande y verdadero, y vivir a fondo el sentido de lo que es la vida y sus desafíos.
Tiene que ver también con que siento un poco de susto, una necesidad y unas ganas enormes de verle la cara, darle un beso y luego mostrarle todo lo que he hecho. Sueño con que vea mis fotos vistiendo la roja. O tal vez acompañándome a algún campeonato desde afuera de la cancha. Sueño con que él vibre con las mismas cosas con las que vibro yo. Sueño con que esté sano y feliz al nacer, sin contratiempos ni negligencias. Rezo porque todo sea normal, y justo como lo esperamos.
Por eso el fin de semana ha sido un poco más largo de lo normal, bastante más largo. Igual quiero volver a correr y transpirar junto a mi equipo. Igual quiero irme de camping y acompañar a navegar a mi media naranja. Quiero seguir mi vida, sólo que con él. Pero más que todo eso, quiero saber que está todo bien y que la venida al mundo será tranquila y en paz, para él y para nosotros.
Sé que es mucho pedir. Pero en pedir no hay engaño. Y yo, en este momento, lo único que quiero es verlo nacer. Vamos que queda poco. Como en un partido, lo estamos alentando.
Ya es hora de que venga y entre a la cancha. Mira que lo único que quiero hoy es verlo jugar.
Amanda Kiran