BERLÍN.- El Mundial llegó a Berlín, con el primer partido en su estadio olímpico, y berlineses y visitantes tomaron la calle con un objetivo: estar lo más cerca posible de Ronaldinho y los canarinhos, se esté o no entre los privilegiados con entrada.
Unos 30.000 seguidores brasileños auténticos, más decenas de miles de simpatizantes se adueñaron de la ciudad en camiseta, shorts, tops o bikinis con los colores característicos y al son de tambores a ritmo de samba.
"¿Por qué todo el mundo ama a Ronaldinho?", preguntaba hace unos días el titular del diario izquierdista "Die Tageszeitung" (TAZ), ilustrando la información con un primerísimo plano, a página entera, de la mandíbula de la máxima estrella, a priori, del Mundial.
Ronaldinho es la sonrisa del fútbol y su afición, la alegría de todo Mundial. Berlín no es una excepción: centenares de aficionados hicieron guardia ayer para ver a los canarinhos saliendo del hotel; este martes la capital era una "rua", con permiso de Croacia.
"Somos los mejores, los más simpáticos, los más guapos. Por eso se matan todos por llevar nuestra camiseta", razonaba un joven alemán, envuelto en amuletos canarinhos y sintiéndose tan brasileño como si hubiera nacido en Río de Janeiro.
"Los croatas son feos, gordos, cuadriculados y no pasarán de octavos", añadía entre risas el carioca de adopción, por cierto bastante recio y sobrado de peso.
Berlín amarilleaba desde buena mañana, pero los croatas no se dejaron amilanar y mostraban asimismo presencia.
Sólo en la capital, hay 13.000 ciudadanos de origen croata, más los llegados del resto del país o de Croacia. En la embajada se calcula que habrá "unas decenas de miles", sin concretar.
La cuadrícula rojiblanca croata se paseaba sin complejos y marcando presencia, pero con una salvedad respecto a los brasileños: la afición es realmente autóctona, no hay apenas simpatizantes.
La sonrisa del fútbol llegó a Berlín y los berlineses se desparramaron por toda la ciudad en busca de pantallas.
La más concurrida, como siempre, era la "milla del aficionado", junto a la Puerta de Brandeburgo, a once kilómetros del estadio.
La más cercana, la Waldbúhne, un graderío al aire libre entre bosques, en el mismo parque que el estadio olímpico, donde además del rugir de la cancha vecina se oirá, cuando el fútbol calle, sambas en directo a cargo de Ivete Salgado.